Don
Pablo...Su
familia quería que Ud. estudiara en el Pedagógico...
¿Cómo
fueron sus comienzos de estudiante en la capital...?
Después
de muchos años en el liceo
en que tropecé siempre en el mes
de diciembre
con el examen de matemáticas,
quedé exteriormente listo para enfrentarme con la universidad,
en Santiago de Chile.
Digo exteriormente, porque por dentro
mi cabeza iba llena de libros, de sueños
y de poemas que me zumbaban como abejas.
Provisto de un baúl de hojalata, con
el indispensable traje negro del
poeta, delgadísimo
y afilado como un cuchillo, entré en la tercera clase del tren nocturno
que
tardaba un día
y una noche interminables en llegar a Santiago.
La vida de aquellos años en la pensión
de estudiantes era de
un hambre completa.
Escribí mucho más que hasta entonces, pero comí mucho menos.
Algunos de los poetas que conocí por
aquellos días sucumbieron a causa de
las dietas rigurosas de la pobreza.
Cuando llegué a Santiago, en marzo de
1921, para incorporarme a la
universidad, la capital chilena no tenía más de quinientos mil
habitantes.... El transporte en las calles lo hacían pequeños y
destartalados tranvías, que se movían trabajosamente con gran bullicio
de
fierros y campanillas. Era interminable el trayecto entre la avenida
Independencia y el otro extremo de la capital, cerca de la estación
central, donde estaba mi colegio.