Don Pablo...
Ud. ha sido (entre otras cosas) Poeta, Cónsul, Senador, Embajador...
Académico de la Lengua y también un fugitivo...obligado a exiliarse
en 1949 por razones políticas....
¿Cómo
salió Ud. de Chile...?
Salimos
un día al amanecer...
Los baqueanos iban adelante y atrás de
nosotros, resguardándonos y
escuchando los infinitos pequeños ruidos de la tierra vírgen....
D e cuando en cuando golpeaban con sus
machetes un árbol del camino, que
dejaba de inmediato, a la altura de nuestras cabezas, una húmeda cicatriz
amarilla. Eran las señales para hallar el camino del regreso....
S ubiendo ya la cordillera, los árboles
se achaparraron y semejaron en las
cumbres una multitud de paraguas. La nieve no los dejaba crecer. No
había
camino. ¿Cómo se orientaban los baqueano? No lo supe....
E l camino se hizo abrupto. Era difícil
avanzar. Parecía que los mismos
muros arrugados y eternos de los Andes se estrechaban para impedirnos
el
paso. Los caballos, al entrar en estos túneles de roca, resbalaban,
y un
chisporroteo de chispas saltaba de las herraduras...
M ás tarde fue un río y otro río. La
inviolada magnitud de la naturaleza
no quería dejarnos pasar. En fila entramos por el río que rodaba con
rugido
y canto de bestia terrible, coronado de espumas.
Y o apenas me sostenía porque había levantado
los pies hasta colocarlos
sobre el cuello de la cabalgadura.
E l río me parecía cada vez más ancho.
mientras mi caballo ondulaba y luchaba
por mantenerse en línea detrás de los otros que ya llegaban a la orilla.
A l tocar tierra firme me sentí vivo
de nuevo y miré al baqueano que me
seguía. Le dije:
"Bueno, y si me caigo y me lleva el río?"
Siempre sonriendo me contestó: "No, pues, don Pablito, no ve
que aquí mismo
cayó mi padre y se lo llevó el agua. Así es que yo venía con el lazo
en la
mano, listo para "laciarlo".
D espués de los ríos y los vados ocurrió
algo extraño en el paisaje...Como
si de pronto en una gran sinfonía el director detiene la turbulencia
de las
grandes masa de sonido para producir un hilo finísimo, una cadencia
pastoril que se eleva y nos refresca el alma acongojada, así sucedió
con
las violentas cordilleras....
H abíamos llegado a otra altura y al
traspasarla encontramos un extenso
paisaje verde, de infinita suavidad serena...
L legados al centro de aquel esplendor
verde, bajamos y desensillamos las
cabalgaduras...
U na choza abandonado nos indicó la frontera.
Y a era libre. Ya había dejado atrás
la persecución. Escribí en la pared de
la cabaña: "Hasta luego, Patria mía. Me voy, pero te llevo conmigo".