Los
Modos de Autorreferencia en la Obra de Pablo Neruda
por
Hernán Loyola
Ensayo
leído en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile el lunes
10 de agosto de 1964, durante el Ciclo de Conferencias sobre
"La creación poética de Pablo Neruda"
Pablo Neruda
es un poeta que ha hecho de su vida la materia y la sustancia
de su poesía, como bien lo ha subrayado Fernando Alegría. Y
fue exacto el propio Neruda en 1943, cuando inició una conferencia
suya con estas palabras
"Si
ustedes me preguntan qué es mi poesía, debo decirles: no sé;
pero si le preguntan a mi poesía, ella, les dirá quién soy yo".
En efecto,
Neruda ha sido siempre el poeta de su propia vida, pero no a
la manera de un biógrafo de sí mismo, sino realizando su vida
a través de su poesía, quizás un poco a la manera de Whitman,
de Victor Hugo o de Proust.
La poesía
de Neruda no es un biografía anecdótica, aunque recoja a menudo
la anécdota: es ante todo la historia de una conciencia humana
en su proceso de integración, en su proceso de formación,
de crecimiento y desarrollo, en sus orígenes, en su incorporación
al mundo, en su vinculación cada vez más profundizada con la
naturaleza, con los objetos, con los hombres, con la cultura,
con el movimiento de la historia, con el sentido del esfuerzo
humano, con el impulso del hombre hacia la plenitud.
Toda la
obra de Pablo Neruda, desde sus comienzos, ha sido siempre el
reflejo artístico y paralelo de la vida del poeta, determinada
en cada paso por su circunstancia histórico-personal más concreta.
Pero sucede que al comentar poéticamente el despliegue de su
propia existencia, Neruda ha venido recogiendo las vidas de
muchos otros hombres, por no decir la vida del hombre contemporáneo
de América, con sus hechos, con sus objetos, con sus gestos
y con sus esperanzas. A través de la sinceridad, y del manejo
dialéctico de la razón y la intuición, Neruda ha logrado universalizar
su personal y única experiencia hasta un nivel muy rara vez
alcanzado en la literatura.
En esta
ocasión nos ocuparemos de los modos de autorreferencia en la
obra de Pablo Neruda. Esto es queremos mostrar hasta qué punto,
dentro de una poesía tan coherente y consecuente como es la
de Neruda, las referencias explícitas que el poeta hace respecto
de sí mismo, las autoalusiones, van documentando también, como
otros signos claves lo pueden hacer de un modo parecido, la
historia y el desarrollo de la conciencia del mundo en Pablo
Neruda.
Al hacerlo,
queremos apoyarnos en tres pilares básicos de la obra de Neruda,
y rogamos tenerlos en cuenta: 1) Es una poesía de fundamentación
autobiográfica; 2) Es una poesía de realidades concretas, no
sólo referida a los objetos o cosas (el "cosalismo"
de que hablaba Mario Osses sino también a los hombres, a los
países, a las instituciones, a los partidos políticos: una poesía
llena de impurezas, por lo tanto, y afortunadamente; 3) Es una
poesía concebida como quehacer, como trabajo, cómo actividad
suprema y básica a través de la cual Neruda quiere realizarse
en su existencia.
Así, las
autorreferencias de Neruda, o alusiones explícitas que el poeta
hace de sí mismo a lo largo de su obra, irán detallando y jalonando
los intentos de Neruda por autodefinirse en relación con el
mundo concreto que lo rodea. Pero estos intentos no obedecerán
a una mera inquietud intelectual que vendría a resolverse en
el plano del conocimiento, ni mucho menos a un impulso de vanidad,
sino que revelan desde el comienzo una inquietud práctica y
concreta de acción. Podríamos decir que a Neruda no le ha interesado
sólo "ubicarse" en el mundo, sino ubicarse creadoramente
en el mundo. Veamos cómo se manifiesta este interés desde sus
primeros versos.
Un cuaderno
manuscrito que conserva en su poder la señora Laura Reyes, hermana
del poeta, contiene mas de 160 poemas compuestos por Neruda
entre 1918 y 1920, o sea entre los 14 y los 16 años de edad,
y de los cuales sólo cinco fueron incorporados al libro Crepusculario
y unas pocas decenas aparecieron impresos en revistas, periódicos
y diarios de la época. Poemas prácticamente inéditos, por lo
tanto, en cuyas autorreferencias el poeta tiende en primer lugar
a examinarse, a describirse o a descubrirse a sí mismo. Los
títulos hablan de "Mis ojos", o "De mis horas",
o de "mis desesperanzas" o de "pequeña alegría".
Es significativo que en el más antiguo de los poemas de ese
cuaderno, escrito a mediados de 1918, muestre el joven Reyes
tener conciencia de su condición visionaria: "Pero estos
ojos míos son cándidos y tristes, / no como yo los quiero ni
como deben ser. / Es que a estos ojos míos mi corazón los viste,
/ y su dolor los hace ver". ("Mis ojos").
A menudo,
y también en autorreferencia indirecta de tercera persona, Neruda
se designaba como "el viajero", aludiendo ya
al sentido móvil de su vida y de su poesía, y sintiendo su existencia
como un camino por recorrer, lleno de quién sabe qué estaciones.
Y sus tristezas de adolescente, tantas veces evocadas después
por Neruda, aparecen documentadas (por ejemplo) en esta imagen:
"Yo soy un árbol viejo, estoy cansado, / tiene mi llanto
sal de mi aflicción, / y aunque tengo mis brazos levantados
/ no viene nunca una consolación". Cuarenta años más tarde,
en el libro Estravagario de 1958, Pablo Neruda recordará
justamente ese momento de su vida "Yo tenía catorce años
/ y era orgullosamente oscuro, / delgado, ceñido y fruncido,
/ funeral y ceremonioso: / yo vivía con las arañas, / humedecido
por el bosque, / me conocían los coleópteros / y las abejas
tricolores, / yo dormía con las perdices / sumergido bajo la
menta" (del poema "¿Dónde estará la Guillermina?").
En unos
versos escritos en clase de Química el 30 de julio de 1919,
Neruda se designa por primera vez poeta, en un título
de poema que tiene un agregado bien significativo: "El
poeta que no es burgués ni humilde". Por otra parte, ya
por esos años Neruda auscultaba el paso del tiempo y registraba
el transcurso de su existencia en alusiones autobiográficas,
que más que al poeta mismo se refieren al camino recorrido.
Y hablará entonces de "Estos Quince Años Míos", o
de "mi juventud", o dirá "Ya siento que se va
mi adolescencia". Pero el más curioso "sumario"
o "Memorial de Temuco" se encuentra en este soneto
escrito el 12 de julio de 1920, al cumplir los 16 años.
Hace
dieciséis años que nací en un polvoso
pueblo blanco y lejano que no conozco aún,
y como esto es un poco vulgar y candoroso,
hermano errante, vamos hacia mi juventud.
Eres muy pocas cosas en la vida. La vida
no me ha entregado todo lo que yo le entregué,
y ecuacional y altivo me río de la herida
¡el dolor es a mi alma como dos es a tres!
Nada más. ¡Ah! me acuerdo que teniendo diez años
dibujé mi camino contra todos los daños
que en el largo sendero me pudieran vencer:
haber amado a una mujer y haber escrito
un libro. No he vencido, porque está manuscrito
el libro y no amé a una sino que a cinco o seis...
Habrán observado
que las autorreferencias aparecen en primera y en segunda persona,
mezcladamente. Pero de mayor importancia aún son las autorreferencias
contenidas en un poema titulado "El Liceo", escrito
también en julio de 1920, y que subraya con asombrosa claridad
el alto grado de conciencia que tenía Neruda acerca de su vocación
de poeta y de las dificultades que debería vencer en su largo
camino. Obsérvese en especial que Neruda, ya a los 16 años,
entendía la poesía como una profesión, como un oficio, como
un trabajo capaz en sí mismo de realizar y llenar una existencia,
y no como una actividad marginal o superflua, no como una actividad
para las horas libres, ni mucho menos como una distracción de
ociosos satisfechos. Oigamos al joven Neftalí Reyes:
Llegué
cuando tenía seis años al Liceo.
Tenía en las vertientes de mi vida el deseo
de conocer siquiera lo que era la alegría.
¡Y pensar que no puedo sentirla todavía! ...
.
¡Pero, claro! es inútil, porque en un cierto día
compraré una maleta y sin una alegría
me iré donde van todos estos "que han estudiado".
¿Qué
me importa? Ingeniero, médico o abogado,
siempre seguiré siendo lo que hasta ahora he sido:
un muchacho que tiene mucho de dolorido,
mucho de candoroso, mucho de desgraciado...
.
¡El Liceo, el Liceo! Toda mi pobre vida
en una jaula triste, ¡mi juventud perdida!
Pero no importa, ¡vamos! pues mañana o pasado
seré burgués lo mismo que cualquier abogado,
que cualquier doctorcito que usa lentes
y lleva cerrados los caminos hacia la luna nueva
!Qué diablos, y en la vida, como en una revista,
un poeta se tiene que graduar de dentista!
Pues bien:
ahora ya sabemos que Neftalí Reyes no llegó a graduarse ni de
dentista ni de profesor de francés, y que en cambio persistió
tenazmente en graduarse de poeta y en vivir de su profesión.
Y sabemos también que al cabo de mil esfuerzos y dificultades,
finalmente triunfó en su empeño. Pero ahora volvamos a 1920.
Las autorreferencias citadas, que corresponden a lo que podríamos
llamar la prehistoria poética de Pablo Neruda, engranan ya con
los más antiguos poemas del libro Crepusculario. Es en
esta época, justamente, cuando Neftalí Reyes comienza a autodesignarse
con el nombre que lo hará famoso. En el CUADERNO 1918-1920,
citado, el poeta escribió de su puño y letra en una contratapa
interior: "Pablo Neruda desde octubre de 1920".
PERIODO 1920-1927:
EL HABITANTE
Y SU ESPERANZA
Los poemas
del libro Crepusculario fueron compuestos entre 1920
y 1923. Revisando los cuadernos manuscritos de Neruda y las
publicaciones de la revista CLARIDAD se puede establecer la
cronología de casi todos los poemas de ese libro, y ello revela
un fenómeno muy notable. Los poemas compuestos entre 1920 y
mediados de 1922 muestran un tono, un temple de ánimo muy diferente
al de los compuestos en la segunda mitad de 1922 y comienzos
de 1923. Al primer grupo pertenecen "Esta Iglesia No Tiene",
"Pantheos", "Viejo Ciego, Llorabas" (que
es tal vez el poema más antiguo del libro), "El Nuevo Soneto
a Helena", "Sensación de Olor", "Oración",
"Barrio sin Luz", "Maestranzas de Noche",
"Campesina", "Sinfonía de la Trilla", "Grita",
y algunos otros. Al segundo grupo pertenecen "Playa del
Sur", "Los Crepúsculos de Maruri", "Morena
la Besadora", "Farewell", "El Castillo Maldito",
"El Estribillo del Turco", etc.
Los poemas
del primer grupo revelan una sensibilidad abierta al dolor y
al sufrimiento de los demás, un ánimo de identificación y de
redención de las tristezas ajenas. En suma, hay en esos poemas
un entusiasmo romántico, una actitud juvenil y generosa, ávida
de vincularse entrañablemente a la naturaleza, como queriendo
coparticipar en su fecunda y silenciosa gestión creadora, y
ávida de convivir la alegría y el dolor de los hombres. Poemas
que muestran un comienzo de superación de aquella antigua tristeza
y escepticismo de su primera adolescencia, y que reafirman en
el joven Neruda el ánimo de permanecer en el mundo del hombre,
repudiando toda forma de evasión, declarándose residente en
la tierra. Poemas que traen, además, una fe enorme en el poder
activo y eficaz de la palabra poética, un propósito confiado
y entusiasta de oponer el poderío del canto lírico a las fuerzas
sórdidas que envilecen la realidad. En cambio, como buen anarquista,
desconfiaba de la acción y de la lucha organizada.
Atendamos
a estas autorreferencias: "Cuando voy por los campos, con
el alma en el viento, / mis venas continúan el rumor de los
ríos" ("Aromos Rubios en las Campos de Loncoche").
Y más claro en "Sinfonía de la Trilla"
Que
la tierra florezca en mis acciones
como en el jugo de oro de las viñas,
que perfume el dolor de mis canciones
como un fruto olvidado en la campiña.
Que trascienda mi carne a sembradura
ávida de brotar por todas partes,
que mis arterias lleven agua pura,
¡A g u a q u e c a n t a c u a n d o s e r e p a r t
e!...
Yo quiero abrirme y entregar semillas
de pan, ¡y o q u i e r o s e r d e t i e r r a y t r
i g o!
Y el famoso
pasaje del poema "Oración": "No sólo es seda
lo que escribo, / que e l verso mío sea vivo / como recuerdo
en tierra ajena / para alumbrar la mala suerte / de los que
van hacia la muerte / como la sangre por las venas. / De los
que van desde la vida / rotas las manos doloridas / en todas
las zarzas ajenas; / de los que en estas horas quietas / no
tienen madres ni poetas / para la pena". Vale la pena subrayar
en estos versos la persistente identificación entre el SER y
el QUEHACER: yo soy lo que hago.
Tal vez
las lecturas de libros de fervor anarquista por un lado, como
el SACHKA YEGULEV del novelista ruso L. Andréiev, y por otro
la influencia de ese muchacho puro, íntegro e idealista que
fue Juan Gandulfo, determinaron esta orientación transitoria
en los versos de Neruda. Pero ya dentro del mismo Crepusculario,
a partir de 1922, se observa un cambio. Los poemas más cercanos
a 1923 revelan una progresiva sensación de fracaso en aquella
ambición romántica de ejercer, con su poesía, con su canto,
una influencia transformadora sobre el mundo exterior. Por alguna
razón, todavía oscura para Pablo Neruda en ese entonces, su
ímpetu lírico no encontraba resonancias ni respuestas. Incapaz
de caer en posiciones negativas de evasión o de desesperación,
incapaz de rengar de la vida o de sumirse en paraísos artificiales
la poesía de Neruda se refugió con desconcierto en el rincón
del amor. Este regreso a la amargura y luto escéptico, este
proceso de restricción hacia lo erótico, es muy visible
en poemas de 1922-1923, como El Estribillo del Turco",
"El Castillo Maldito" "Morena la Besadora",
"Farewell", "Hoy, que es el Cumpleaños de mi
Hermana", "Playa del Sur".
Estos poemas
muestran que Neruda está ya en a pendiente de la angustia que
comenzará a traducirse, de inmediato, en los libros El Hondero
Entusiasta y Veinte Poemas de Amor. La tónica de
lo erótico es; excluyente en estos libros: en ellos sólo existen
la amada, o las amadas. Reaparece en su poesía el escepticismo,
la desolación, y el afán insistente por autodescribirse, cual
si el joven. Neruda buscara reencontrarse o recuperar su firmeza:
"Soy el desesperanzado, la palabra sin ecos" (Poema
8), o bien "Soy el más doloroso y el más débil", en
El Hondero Entusiasta. Entonces viene a proponer lo erótico
como única razón de su existir, tal vez al encontrar en el deseo
una resistencia acogedora y tibia que todo lo demás le niega:
"Bésame, / muérdeme, / incéndiame, / que yo vengo a la
tierra / sólo por el naufragio de mis ojos de macho / en el
agua infinita de tus ojos de hembra!" ("Canción del
Macho y de la Hembra"). En el fondo de tan extrema voluntad
de aislamiento, insólita en Neruda, nos parece ver la expresión
de una agresiva y desconcertada protesta, al mismo tiempo que
una incapacidad para aceptar el fracaso de sus anhelos.
Viene entonces
un período de tentativas, o tal vez de fugas compensatorias,
que representan claros intentos por escapar de esta situación
de aislamiento y derrota, y que se encarnan en los libros Tentativa
del Hombre Infinito, Anillos y El Habitante y su Esperanza,
editados en 1926. Nótese que dos de estos títulos implican,
en mayor o menor grado, fórmulas de autorreferencia que evidencian
esfuerzos de escape: tentativas y esperanzas. La idea del "hombre
infinito" es constante en esos años, y refleja sin duda
una conciencia de desolación sin límites, sin horizontes, como
lo dice bien una frase inédita manuscrita por Neruda en un álbum:
"Nada sabría decir de mí ni de nadie. Es la hora de siempre.
Mi alma, una raya derecha e infinita, sin comienzo y sin fin".
En 1925,
impulsado por la angustia económica pero también por la desolación,
Neruda escapa de Santiago hacia Ancud, con su amigo Rubén Azócar.
Allí escribirá el libro El Habitante y su Esperanza.
Poco después, en 1927, Neruda intentará una nueva búsqueda de
horizontes, un nuevo asedio a sus raíces, un nuevo esfuerzo
para ubicarse en el mundo y hallar el territorio propicio a
sus inquietudes, a sus sueños, a su poesía. Casi ciegamente,
marchará hacia lejanos destierros, desempeñándose como cónsul
de Chile en diversos países y ciudades del Asia sudoriental.
PERIODO 1927-1945:
EL TESTIGO
a) 1927-1937
Los dos
volúmenes de Residencia en la Tierra, la Tercera Residencia
y algunos poemas de Canto General son la obra compuesta
por Pablo Neruda entre 1927 y 1945. Sin embargo, varios poemas
de la primera Residencia fueron escritos en Chile entre
1925 y 1927, antes de abandonar el país, especialmente mientras
vivió en la pieza de pensión que compartía con Tomás Lago y
con Orlando Oyarzún en la calle García Reyes 25, de Santiago.
En junio de 1927 se embarcó en el vapor "Baden", en
Buenos Aires. Desde fines de 1927 hasta comienzos de 1932, Neruda
vivió en Rangún, en Colombo, en Singapur y en otros lugares
del extremo sudoriental del Asia. En aquellas tierras lejanas
se agudizó su sentimiento de soledad, de sin-sentido, de angustia
y desconcierto, aunque en buena medida, por otro lado, esa experiencia
contribuyó a adelantarlo en el descubrimiento de su definitiva
conexión con la naturaleza, con la historia, con la gente, con
la tradición cultural de su patria. En el Memorial de Isla
Negra, recordando esos años, entregará esta retrovisión
de sí mismo "Así fui yo por esas calles / del Asia, un
joven sin sonrisa, / sin hallar comunicación / entre la pobre
muchedumbre / y el oro de sus monumentos" (III, p. 68,
"Recuerdo el Este").
Dentro de
la complejísima y densa estructuración de Residencia en la
Tierra, los modos de autorreferencia son particularmente
variados en sus formas y ricos en su multiplicidad intencional.
En cuanto avariedades formales, es posible registrar una gama
que va desde la presencia rotunda del YO hasta las más extrema
desubjetivación. Considerando el carácter móvil y viajero de
la poesía de Neruda, su determinación fluyente y temporal, no
puede resultar extraña la abundancia de autoalusiones
en primera persona ni el propósito evidente en éstas de reflejar
el movimiento biográfico del poeta, el decurso de su intimidad
y de las circunstancias externas que lo perfilan. "Paso
entre documentos disfrutados, entre orígenes, / ... / Yo destruyo
la rosa que silba y la ansiedad raptora: / yo rompo extremos
queridos: y aún más, / aguardo el tiempo uniforme," ("Caballo
de los Sueños"). O bien: "Yo lloro en medio de lo
invadido, entre lo confuso, / entre el sabor creciente."
(I, "Débil del Alba"). También: "He vencido al
ángel del sueño..." (I, "Colección Nocturna"),
"O recuerdo el día primero de la sed" (I, "Serenata"),
"De pasión sobrante y sueños de ceniza / un pálido palio
llevo..." (I, "Diurno Doliente"), "Un esfuerzo
que salta, una flecha de trigo / tengo..." (I, ibid.).
Se muestra
muy clara, en los ejemplos citados y en muchos otros de la primera
Residencia, la intención básica de autodescribirse o
autodefinirse a través de un relato introspectivo y pormenorizado
en el que predominan, por lo mismo, los verbos transitivos.
(amo, oigo, acecho, divido, llevo, hago, visito, llamo, sostengo,
recuerdo, tengo, busco, examino, reconozco ...). Esto ocurre,
sobre todo, en los poemas que integran la primera de las cuatro
partes de la primera Residencia. En las restantes zonas
del volumen (que parecen reflejar más directamente las vivencias
de Neruda a lo largo de sus años asiáticos) cobrarán mayor predominio
verbos intransitivos con sentido de movimiento, de actividad,
de circunstancias desplazándose, de procesos en desarrollo,
de anécdotas: "Paso entre mercaderes mahometanos, entre
gentes que adoran la vaca y la cobra" (I, "La Noche
del Soldado") ; "sueño, de una ausencia a otra"
(I, "El Deshabitado") ; "Yo trabajo de noche,
rodeado de ciudad, / de pescadores..." (I, "Entierro
en el Este") ; "He llegado otra vez a los dormitorios
solitarios" (I, "Tango del Viudo") ; "sobrevivo
en me dio del mar" (I, "Cantares"). Y es significativo
que los verbos transitivos que, por supuesto, también ocurren
en estas mismas zonas de la primera Residencia, tengan
igualmente una orientación anecdótica y temporal: "A menudo,
de atardecer acaecido, arrimo la luz a la ventana, y me miro,
sostenido por maderas miserables, tendido en la humedad ..."
(I, "El Deshabitado") ; "Difícilmente llamo a
la realidad, como el perro..." (I, "Establecimientos
Nocturnos"); "Cómo amaría (yo) establecer el diálogo
del hidalgo y el barquero, pintar la jirafa ..." (I, ibid.)
; "largamente he permanecido mirando mis largas piernas..."
(I, "Ritual de mis Piernas"); "y otra vez tiro
al suelo los pantalones y las camisas" (I, "Tango
del Viudo"); "Daría este viento del mar gigante por
tu brusca respiración" (I. ibid).
La desolación
física y anímica; la angustia del espíritu y del sexo; la incomunicación;
la miseria económica del cargo consular; la nostalgia de la
familia, de los amigos, de la tierra propia; los recuerdos de
antiguos amores; la vigilia del aislamiento, la constante espera
de una carta o de un beso que vinieran de su patria lejana;
los eventuales contactos eróticos y los imposibles contactos
con una atmósfera extranjera cuya naturaleza, cuya historia,
cuya tradición, cuya gente lo rechazaban con violencia, cerrándose
frente a sus anhelos de comprender y de incorporarse: tal es
el múltiple drama que relatan, en su mayor porcentaje, los versos
de la primera Residencia. El segundo volumen de esta
obra desenvuelve un clima similar, una, parecida presión lírica,,
una cierta continuidad de estilo, pero reflejando con claridad
una diferente circunstancia biográfica, enraízan o en otro decurso
anecdótico. Al regresar a Chile en 1932 Neruda venía casado,
sin dinero y con dudosas probabilidades de trabajo seguro. Durante
un tiempo desempeñará cargos oficinescos en el Ministerio de
Trabajo, para luego ser trasladado inestablemente a Buenos Aires
y de ahí, ya con pie más firme, a Barcelona y a Madrid. En medio
de ajetreos y de pagos atrasados nacerá su hija Malva Marina,
después de un parto muy difícil que afectará decisivamente el
desarrollo físico de la niña. Desacuerdos hogareños, amores
repentinos y torturantes, envidias y hostilidades, la muerte
de un gran amigo (Rojas Jiménez). Toda esta línea subterránea
de acontecimientos (1932-1935) alcanzará un trasunto lírico
de gran poderío en el segundo tomo de Residencia en la Tierra,
que en cierta medida, sobre todo en aquellas partes que se apoyan
en la biografía del poeta transcurrida entre el regreso a Chile
y la estabilización en Madrid en 1934, presenta un tono de angustia
y desconcierto (jamás de desesperación) similar al de la primera
Residencia. Una lenta maduración humana, una mejor comprensión
de los procesos sociales y culturales, el ingreso de Neruda
a un círculo de escritores y de amigos entrañables (en Madrid),
una atmósfera simpática y propicia para su trabajo literario,
confieren a la segunda Residencia un acento nuevo, más
despejado, que resulta ostensible en los últimos poemas del
libro.
Las autorreferencias
en primera persona tienen, en Residencia 2, un predominio
de la dirección móvil, del desplazamiento temporal, sin que
desaparezcan del todo las detenciones introspectivas, de autodefinición:
"Sucede que me canso de ser hombre /... / Sucede que me
canso de mis pies y mis unas / y mi peló y sombra (II, "Walking
Around"). Pero las imágenes de movimiento dominante: "Yo
veo, solo, a veces / ataúdes a vela / zarpar con difuntos pálidos..."
(II, "Sólo la Muerte); "yo no sé, yo conozco poco,
yo apenas veo / pero creo que su canto tiene color de violetas
húmedas" (II, ibid.) ; "Es una región sola, ya he
hablado / de esta región tan sola, / donde la tierra está llena
de océano" escribirá el poeta al contemplar otra vez, al
cabo de varios años, la playa de Puerto Saavedra (II, "El
Sur del Océano") ; Sucede que entro en las sastrerías y
en los cines / ...sólo quiero un descanso de piedras o de lana"
(II, "Walking Around") ; "Voy por las tardes,
llego/ lleno de lodo y muerte" (II, "Melancolía en
las Familias"); "Es sólo un comedor abandonado, /
y alrededor hay extensiones, / fábricas sumergidas, maderas
/ que sólo yo conozco, / porque estoy triste y viajo, / y conozco
la tierra, y estoy triste" (II, ibid.) ; frente a la enfermedad
de su hijita recién nacida: "Estoy cansado de una gota,
/ estoy herido en solamente un pétalo, / ... / y por una sonrisa
que no crece, por una boca dulce, / por unos dedos que el rosal
quisiera, / escribo este poema que sólo es un lamento, / solamente
un lamento" (II, "Enfermedades en mi Casa") ;
"Estoy mirando, oyendo, / con la mitad del alma en el mar
y la mitad del alma en la tierra, / y con las dos mitades del
alma miro el mundo" (II, "Agua Sexual") ; "soy
yo emprendiendo un viaje funerario / entre tus cicatrices amarillas"
(II, "Entrada a la Madera").
Estos modos
de autorreferencia en primera persona compiten, en una dialéctica
tentativa de representación integral, con otras formas autoalusivas
que transitan desde la simple mención de sí mismo en tercera
persona hasta la metáfora desubjetivadora. En tercera persona,
Neruda se describe en el pasado: "el insensible joven diurno"
(I, "Fantasma, o en el presente móvil: "con espesas
garras sujeta / el tiempo al fatigado ser" (I, "Cantares")
; "el vigía", "el testigo", "el deshabitado",
"el viudo",, "el soldado", "el joven
monarca", "el solitario poeta, el "caballero
solo", "el melancólico varón varonil", etc. Un
segundo grado de desubjetivación se da por las vías comparativa
o atributiva: "como un camarero humillado, como una campana
un poco ronca, / como un espejo viejo..." (I, "Arte
Poética") "como un párpado atrozmente levantado a
la fuerza / estoy mirando" (II, "Agua Sexual");
"loor al nochero, al inteligente que soy yo, sobreviviente
adorador de los cielos" (I, "Establecimientos Nocturnos");
"no quiero continuar de raíz y de tumba, / de subterráneo
solo, de bodega con muertos" (II, "Walking Around").
Y un grado más avanzado aún de desubjetivación, lleno de matices
intermedios, se verifica en Residencia en la Tierra a
través de la sinécdoque o de la metáfora desubjetivadora: "arranco
de mi corazón al capitán del infierno" (I, "Caballo
de los Sueños") ; "lo que mi corazón pálido no puede
abarcar" (I, "Galope Muerto") ; "Ven a mi
alma vestida de blanco ... / ... / porque allí hay una sala
oscura y un candelabro roto, / unas sillas torcidas..."
(II, "Oda con un Lamento"); o cuando el poeta se identifica
con su canto: "mi gradual GUITARRA resuena" (I, "Cantares"),
o con sus cualidades: "y que MI OBEDIENCIA se ordene con
tales condiciones de hierro" (I, "Significa Sombras").
No comienzan
en Residencia en la Tierra estas formas de desubjetivación
en las autorreferencias nerudianas. Encontramos antecedentes
de ellas, por la vía de la mención en tercera persona, del desdoblamiento
o de la sinécdoque, en obras anteriores del poeta: "Y las
miro lejanas mis palabras... /... / Ellas están huyendo de mi
guarida oscura (Veinte Poemas de Amor, "Poema 5");
"Caen sobre mis ruinas las vigas de mi alma" (El
Hondero Entusiasta, "Alma mía! Alma mía!") ; "Libértame
de mí. Quiero salir de mi alma. / Yo soy esto que gime, esto
que arde, esto que sufre. / Yo soy esto que ataca, esto que
aúlla, esto que canta. / Yo no quiero ser esto" (Ibid.,
"Llénate de mí"); por la vía comparativa, una autoalusión
en segunda persona: "te pareces al árbol derrotado y al
agua que lo estrella" (Tentativa del Hombre Infinito).
Y este caso de verdadera gradación desubjetivadora:
"Sufro,
sufro y deseo. Cimbro y zumban mis hondas.
E l v i a j e r o que alargue su viaje sin regreso.
E l h o n d e r o que tiene la frente de la sombra.
L a s p i e d r a s e n t u s i a s t a s que hagan parir
la noche.
L a f l e c h a, l a c e n t e l l a, l a c u c h i l
l a, l a p r o a".
(El
hondero Entusiasta, "Hago girar mis brazos").
Ahora bien,
¿qué representan, qué significan, qué hay detrás de estas variedades
formales de la autorreferencia en Residencia en la Tierra?.
Dentro de la orientación general que hemos señalado más arriba,
las autorreferencias del libro se mueven en dos planos intencionales
básicos, interdependientes, que se apoyan mutuamente, y que
sólo son separables en el análisis teórico:
a) El plano
de las autorreferencias circunstanciles, o situacionales, conectadas
de un modo mas o menos inmediato a los acontecimientos biográficos
del poeta, a sus anécdotas o circunstancias concretas. En este
plano, Neruda se sitúa a ratos en el nivel del recuerdo, de
la evocación o de la lejanía nostalgiosa. Así ocurre con el
YO del verso: "desde ahora (desde aquí) lo veo precipitándose
en su muerte" (I, "Ausencia de Joaquín"), donde
el poeta, para expresar con más energía su dolor, configura
una "visión", a la distancia, de la muerte de su amigo
Joaquín Cifuentes Sepúlveda, fallecido en Buenos Aires en 1929.
O bien cuando evoca, desde su destierro asiático quizás, a dos
antiguos amores que quedaron en la patria lejana, la muchacha
de Temuco (llamada "Terusa" en Memorial de isla
Negra) y la muchacha de Santiago, la "pálida estudiante"
de la boina gris (llamada "Rosaura" en el Memorial),
las mismas que compartieron los Veinte Poemas de Amor
de 1924. Es curioso que en ambos casos el poeta se mencione
a sí mismo en tercera persona y a través de fórmulas muy semejantes:
"En la altura de los días inmóviles/ el insensible joven
diurno en tu rayo de luz se dormía / afirmado como en una espada"
(I, "Fantasma"), evocando a Rosaura; y asociándola
a las amapolas de su provincia, Neruda recuerda a Terusa mencionándose
a sí mismo en estos versos: "el joven sin recuerdos te
saluda, te pregunta por su olvidada voluntad, / las manos de
EL se mueven en tu atmósfera como pájaros" (I, "Serenata").
Es concreta
y circunstancial también la automención que Neruda incluye en
el título de la prosa "La Noche del Soldado". En el
destierro, él se sentía como un soldado en el frente, luchando
por su vida y por su destino, con riesgos, pero lleno de nostalgias,
ávido de cartas, de notcias, de contactos, viviendo de recuerdos
y de sueños. La misma conciencia de su soledad y de su aislamiento
en el Oriente se percibe en las autorreferencias "El Deshabitado",
"El Joven Monarca", títulos de otras prosas de la
primera Residencia y "el nochero". En los relatos
autobiográficos de Pablo Neruda publicados en la revista "O
Cruzeiro Internacional", (1962), el propio poeta ha
aclarado, al recordar sus amores con la birmana Josie Bliss,
el sentido de la autoalusión contenida en el título "Tango
del Viudo". Claramente alusivas a circunstancias eróticas
son las autorreferencias "Hoy me he tendido junto a una
joven pura" (I, "Angela Adónica") y "De
pie como un cerezo sin cáscara ni flores, / especial, encendido,
con venas y saliva, / y dedos y testículos, / miro una niña
de papel y luna" (II, "Materia Nupcial"). Y ya
nos referimos al acontecimiento determinante de las autorreferencias
contenidas en "Enfermedades en mi Casa".
b) El plano
de las autorreferencias esenciales o fundamentales, en las que
Neruda se describe, o mejor, se relata a sí mismo en el transcurrir
de su más profunda condición humana, en lo que él percibe de
más hondo, subterráneo y decisivo en la creciente conformación
de su conciencia del mundo y, por ende de su poesía. Por una
parte, estas autoalusiones prosiguen sin tregua la inabarcable
tarea de fijar la imagen que el poeta va logrando acerca de
sí mismo, imagen fluyente que sin cesar se le escapa por entre
los dedos. Es notable que este asedio al propio perfil interior
se realice, en primer término, a través de continuas y abundantes
referencias a rasgos físicos, mediante el detalle minucioso
-pero siempre funcional- de la propia geografía corporal. Sobre
todo en la primera Residencia. Situado en el nadir de
su decurso interior, en el punto extremo de la angustia, de
la desolación y del desconsuelo, y sintiendo que la realidad
le niega implacablemente el apoyo y el calor que necesita, Neruda
ve en su cuerpo el último aglutinante de su individualidad,
lo único sólido, tenaz e inconmovible. Hasta el frenesí erótico
le ha fallado. De nada le sirvió replegarse al refugio del amor.
Sólo le queda el territorio de su propio cuerpo como último
factor cohesionante que lo resguarde de la desintegración
definitiva. Sólo en el plano de su piel, de su ser físico, se
siente vivir aún. Bien claro lo atestigua el poema que, significativamente,
se titula "Ritual de mis Piernas"
Siempre,
productos manufacturados, medias, zapatos,
o simplemente aire infinito,
habrá entre mis pies y la tierra,
extremando lo aislado y lo solitario de mi ser
algo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra,
algo abiertamente invencible y enemigo.
El poeta
dirá "a veces su canasto negro (el de sus angustiados sueños)
cae en m i pecho, / sus sacos de dominio hieren mi hombro"
(I, "Colección Nocturna"), o se definirá como "mi
piel" o "mi corazón (ibid.), como "mi desesperada
cabeza (I, "Tiranía"), o como "mis
venas" (II, Enfermedades en mi Casa"). Y con inequívoca
claridad y abundancia en estos versos:
Ahora,
qué armas espléndidas mis manos,
digna su pala de hueso y su lirio de uñas,
y el puesto de mi rostro y el arriendo de mi alma
están situados en lo justo de la fuerza terrestre.
Qué pura mi mirada...
y mi boca de exilio...
mis brazos de varón, mi pecho...
mi cara blanca...
mi pelo hecho de ritos...
mi frente...
mi piel de hijo maduro...
mis ojos de sal ávida...
mi lengua...
mis dientes de horario blanco...
la piel... mi frente...
...mi espalda... mis párpados...
...mis dedos...
...mi mentón de huesos... mis pies...
(I,
"Juntos Nosotros").
Y para expresar
un sentimiento de suprema derrota, relatará "Sucede que
me canso de mis pies y mis uñas / y mi pelo y mi sombra"
(II, "Walking Around"). Pero Neruda no se abandonará
jamás a la desesperación. Una tenaz voluntad de sobrevivir,
un persistente anhelo de plenitud establece, frente al íntimo
desconsuelo; el dramático conflicto que hace de Residencia
en la Tierra un documento de tan singular altivez humana.
Preguntas invencibles, la búsqueda ansiosa -pero exigente- de
salidas, plantean un contrapunto de combate frente a la desolación:
"Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas /
que hay entre la noche y el tiempo... ?" (I, "Galope
Muerto") ; "Qué reposo emprender, qué pobre esperanza
amar ... ?" (1, "Monzón de Mayo") ; "Qué
vitales, rápidas alas de un nuevo ángel de sueños /instalar
en mis hombros dormidos para seguridad perpetua...?" (I,
"Significa Sombras"). Y cuando el poeta parece haber
llegado al fondo de su derrota, con ese- desolado : "Sucede
que me canso de ser hombre", vemos cómo resurge a verso
seguido la más patética -y-conmovedora expresión de esperanza;,
"Sin embargo, sería delicioso /asustar a un notario con
un lirio cortado /o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
/Sería bello /ir por las calles con un cuchillo verde /y dando
gritos hasta morir de frío. /No quiero seguir siendo raíz en
las tinieblas, / ... no quiero continuar e raiz y de tumba,
/ de subterráneo sólo, de bodega con muertos, / aterido, muriéndome
de pena". (II, "Walking Around").
De estas
mismas vivencias conflictivas surgen las más importantes autorreferencias
del libro, que por un lado perfilan al luchador desolado, al
solitario sustentador de sus sueños, al acongojado pero incansable
perseguidor de horizontes, y que por otro definen el sentido
que Neruda asignaba entonces a su labor poética, a su canto.
Por un lado,cómo él se siente vivir y transcurrir; por otro,
cómo él concibe su función lírica. Tal visión que el poeta tiene
de sí mismo en dos planos conjugados, en las dimensiones interdependientes
del SER y del QUEHACER, en un hecho de la más extraordinaria
importancia.
Sintiéndose
candado, abrumsdo por la sensacion insoslayable de un reiterado
fracaso -su inquietud no encontraba asidero ni resonancia, no
brotaba ningún eco para sus anhelos desde la realidad circundante-,
parece apuntar en algunas autorreferencias de Neruda un gesto
de dolorida resignación: "Innecesario, viéndome en los
espejos,/ con un gusto a semanas, a biógrafos, a papeles, /
arranco de mi corazón al capitán del infierno, / establezco
cláusulas indefinidamente tristes" (I, "Caballo de
los Sueños"); "De Pasión Sobrante y Sueños de Ceniza
/ un pálido palio llevo, un cortejo evidente" (I, "Diurno
Doliente"). A esta altura de sus versos, Neruda desciende
a veces a un tono de angustiada humildad: "Yo no sé, yo
conozco poco, yo apenas veo" (II, "Sólo la Muerte"),
o bien : "Yo busco desde antaño, Yo Examino sin Arrogancia,
/ conquistado sin duda por lo vespertino" (I, "Colección
Nocturna"). Pero hay en él un empecinado amante de la vida,
un impulso irresistible de amor a lo terrestre, aunque entonces,
por razones que el poeta no veía, ese impulso se frustraba sin
cesar: "Un esfuerzo que salta, una flecha de trigo / tengo,
y un arco en mi pecho manifiestamente espera" (I, "Diurno
Doliente") ; o, con mayor precisión, en un poema cuyo título
implica una valiosa confirmación de lo aquí expuesto:
Entre
sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente
y con luto de viudo furioso por cada día de mi vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría,
un oído que nace, una angustia indirecta ...
(I,
¡"Arte Poética"!)
Neruda no
intentó, ni quiso entonces renegar de la realidad ni evadirse.
El era explícitamente un residente en la tierra. Los objetos,
los dolores, los esfuerzos humanos, el placer y la muerte, el
transcurso trabajoso del tiempo en todo lo que a su alrededor
existía y devenía, todo lo llamaba, lo apuraba, lo exigía, le
pedía ser registrado en su canto, lo instaba a preocuparse de
todas las cosas: "pero, la verdad, de pronto, el viento
que azota mi pecho, / las noches de substancia infinita caídas
en mi dormitorio, / el ruido de un día que arde con sacrificio
/ Me piden lo profético que hay en mí..." (I, "Arte
Poética"). Misión humilde y solemne al mismo tiempo, porque
el poeta sentía que la realidad que él cantaba no lo incorporaba
a su curso con la plenitud anhelada desde su intimidad, permaneciendo
impermeable a sus sueños. El quedaba al margen. El era "solitario
poeta" (II, "Vuelve el Otoño"), el "melancólico
varón varonil" (II, "Oda a Federico García Lorca"),
"el deshabitado", el "caballero solo" que
insistía en su tarea "solo y tan locamente herido, / tan
solamente persistiendo, / heridamente abandonado" (I, "Cantares").
Misión que para el poeta consistía en atisbar y registrar lo
que sucede, "cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba,
/ a lo que surge vestido de cadenas y claveles" (1, "Débil
del Alba"), "como un vigía tornado insensible y ciego,
/ incrédulo y condenado a un doloroso acecho" (I, "Sistema
Sombrío").
Tal era
el singular testimonio que Neruda se sentía llamado a
sostener (cfr. I, "Sonata y Destrucciones"), y él
fue obediente a ese llamado. De ahí que en Residencia en
la Tierra Neruda insistió en hablar de sí mismo denominándose
"el vigía" y, muy especialmente, "el testigo",
en numerosos pasajes y poemas : "Trabajo Frío", "Josie
Bliss", y de un modo especial en estos versos:
Ay,
que lo que yo soy siga existiendo y cesando de existir,
y que mi obediencia se ordene en tales condiciones de hierro
que el temblor de las muertes y de los nacimientos no conmueva
el profundo sitio que quiero reservar para mí eternamente.
Sea, pues, lo que soy, en alguna parte y en todo tiempo,
establecido y asegurado y ardiente testigo,
cuidadosamente destruyéndose y preservándose incesantemente,
evidentemente empeñado en su deber original.
(I,
"Significa Sombras")
El propio
Neruda, sin embargo, no imaginó que de pronto los hechos históricos
se encargarían de poner al rojo su ardiente testimonio. En julio
de 1936, con el apoyo de Hitler y de Mussolini, los generales
Mola y Franco desencadenaron sobre España el huracán sangriento
del fascismo. El impacto de la guerra civil sacudió brutalmente
a Neruda. Su condición diplomática lo obligaba a no mezclarse
en la lucha. Pero el asesinato de García Lorca, los bombardeos
sobre Madrid y la sangre que el poeta ve correr por las calles
lo sitúan de golpe en el corazón del combate, entregándose a
él con todas sus potencias y recursos.
Neruda viaja
a Francia, organiza la solidaridad en torno a la República amenazada,
funda la revista "Los Poetas del Mundo Defienden al Pueblo
Español", va y viene, incansable, impulsado por la indignación
y por la cólera. Su testimonio es ahora denuncia, dentellada
de venganza. Pero en esta vorágine de sangre y de metralla ha
descubierto algo muy importante
Yo
de los hombres tengo la misma mano herida,
yo sostengo la misma copa roja
e igual asombro enfurecido:
un día
palpitante de sueños
humanos, un salvaje
cereal ha llegado
a mi devoradora noche
para que junte mis pasos de lobo
a los pasos del hombre.
(Tercera
Residencia, "Reunión Bajo las Nuevas Banderas").
Si la declaración
en primera persona es importante y explícita, más significativa
aún es la autorreferencia indirecta "mis pasos de lobo".
No es la primera vez que Neruda alude a sí mismo mediante imágenes
tomadas del mundo de la naturaleza, pero sí es la primera vez
que se autodescribe desde una perspectiva histórica extrapersonal.
O mejor, es la primera vez que Neruda abandona el ángulo ético-subjetivo
en que se situaba para el examen de la realidad exterior y de
sí mismo, y comienza a explicarse desde un plano ético-objetivo,
desde un mirador histórico. No desde su ensimismamiento vivencial
y sentimental, sino desde afuera, y no sólo sintiéndose transcurrir
en la línea de su exclusiva biografía sino viéndose como un
hombre entre los hombres. Compárese el sentido de la expresión
"mis pasos de LOBO" con el de estos pasajes de Residencia
en la Tierra: "mi pardo CORCEL de sombra se agiganta"
(I, "Colección Nocturna"); "escucho a mi TIGRE"
(I, "El Joven Monarca"); y con mayor nitidez: "Difícilmente
llamo a la realidad, como el PERRO, y también aúllo" (I,
"Establecimientos Nocturnos"). Es una cuestión de
la más extrema importancia: el poeta ha descubierto que la realidad
en que vive no sólo es naturaleza sino también historia.
Bajo el impacto de la guerra civil española, Neruda se encontró
a sí mismo en la historia, pudo al fin comprenderse como elemento
de un paisaje histórico. Es por eso que entonces escribió su
"España en el Corazón". Y por eso es que, al regresar
a su patria, Neruda comienza a componer un "Canto General
de Chile" que más tarde, en cuanto se desarrolló en él
la conciencia de su naturaleza histórica, se hizo Canto General.
Y así, también, se nos aclara el hondo sentido de su Viaje
al Corazón de Quevedo, conferencia escrita justamente en
esos años:
"Quevedo
fue para mí la roca tumultuosamente cortada, la superficie sobresaliente
y cortante sobre un fondo de color de arena, sobre un paisaje
histórico que recién me comenzaba a nutrir. Los mismos oscuros
dolores que quise vanamente formular, y que tal vez se hicieron
en mí extensión y geografía, confusión de origen, palpitación
vital para nacer, los encontré detrás de España, plateada por
los siglos, en lo íntimo de la estructura de Quevedo" (Viajes,
pág. 17). En este mismo documento, tan revelador y tan poco
estudiado, y cuya primera versión data de 1939, aproximadamente,
Neruda se siente identificado con Quevedo y por lo tanto las
denominaciones con que alude al poeta español configuran la
imagen de sí mismo, el sentido que busca para su vida y para
su poesía. Son también, en suma, autorreferencias:
Siempre
fue Quevedo el sabio subterráneo, el explorador de tanto laberinto
que se impregnó de luz hasta darla para siempre en las tinieblas...
Sólo un poeta tan carnal pudo llegar a tal visión espectral
del fin de la vida (y trazar) la amarga fotografía no sólo
del estado de un hombre sino del estado de una nación desventurada...
El gran testigo sigue mirando, más allá de los muros, más
allá de los tiempos...
(Viajes,
págs. 31, 35 y 36).
El nunca
desmentido afán de concreción que hay en Neruda, lo lleva a
reflejar en un "viaje al corazón de Quevedo" el decurso
de su íntimo proceso. A través de Quevedo encontró Neruda su
propia ubicación en la historia, estableció objetivamente sus
coordenadas temporales y territoriales. Esto va a gravitar de
un modo decisivo sobre su poesía futura. Al mismo tiempo, el
examen profundo de la obra de Neruda en esos años -en prosa
y en versos- deja en claro que los rasgos novedosos que aparecieron
en ella no reflejaban de ningún modo Conversión en su vida,
sino un Desarrollo.
b) 1937
- 1945
A comienzos
de 1937 inició Pablo Neruda la composición de su poema "España
en el Corazón", que después será incluido en Tercera
Residencia (1947). En ese poema, aparte del famoso "Explico
algunas cosas" inicial, las autorreferencias escasean o
son meramente funcionales. Lo que interesa es la denuncia del
crimen. Neruda, en lo esencial, continúa siendo aquí el testigo,
pero un testigo encolerizado, poseído de indignación y de fiebre
vengadora: es un testigo ACUSADOR, que expone hechos, relata,
denuncia, que pide la atención de todos para el martirio español
y que exige los castigos de la tierra y del infierno para los
traidores. Ahora, a 27 años de distancia, el reciente Memorial
de Isla Negra puntualiza el sentido testimonial de aquel
poema: "¡Doy fe! / Yo estuve / allí, / yo estuve / y padecí
y mantengo / el testimonio / aunque no haya nadie que recuerde
/ yo soy el que recuerda, / aunque no queden ojos en la tierra
/ yo seguiré mirando / y aquí quedará escrita / aquella sangre,
/ aquel amor aquí seguirá ardiendo, / no hay olvido, señores
y señoras, / y por mi boca herida / aquellas bocas seguirán
cantando!" (Volumen 3: El fuego cruel, "El Fuego
Cruel!").
La teoría
de la conversión poética de Pablo Neruda, propugnada
por Amado Alonso, tal vez pudiera ser aceptada como una explicación
superficial, aunque razonable, respecto de España en el Corazón.
Pero, ¿de qué modo esa teoría puede explicar satisfactoriamente
los primeros poemas de Canto General, los del "Canto
General de Chile" que Neruda empezó a escribir en 1938,
al regresar a su patria? ¿De qué modo puede explicar el brote
de poemas sin sentido político inmediato, desprovistos de urgencia
combativa, que significaban ante todo un reencuentro de Neruda
con el paisaje objetivo de Chile y que no implicaban un estallido
fugaz sino un propósito de largo alcance?
Los poemas
del "Canto General de Chile", embrión de Canto
General, implicaban por un lado una búsqueda autodefinitoria:
"De dónde vengo, sino de estas primerizas, azules / materias
que se enredan o se encrespan o se destituyen / o se esparcen
a gritos... /... /... o relucen / en las tinieblas verdes de
la uva?/... / Pero yo soy el nimbo metálico, la argolla / encadenada
a espacios, a nubes, a terrenos, / que toca despeñadas y enmudecidas
aguas / y vuelve a desafiar la intemperie infinita" (Canto
General, VII, "Eternidad"). Pero también contenían
declaraciones y propósitos a través de autorreferencias en primera
persona: "Escribo para una tierra recién secada, recién
/ fresca de flores, de polen, de argamasa, / escribo para unos
cráteres..., / Dictamino de pronto para lo que apenas / lleva
el vapor ferruginoso recién salido del abismo, / Hab1o para
las praderas que no conocen apellido /..." (Ibid., Ibíd.).
O aludiendo a sí mismo bajo múltiples procedimientos:
Patria,
mi patria, vuelvo hacia ti la sangre.
Pero te pido, como a la madre el niño
lleno de llanto.
Acoge
esta
guitarra ciega
y esta frente perdida...
Patria mía: quiero mudar de sombra.
Patria mía: quiero cambiar de rosa.
Quiero poner mi brazo en tu cintura exigua
y sentarme en tus piedras por el mar calcinadas,
y detener el trigo y mirarlo por dentro.
Voy a escoger la flora delgada del nitrato,
voy a hilar el estambre glacial de la campaña,
y mirando tu ilustre y solitaria espuma
un ramo litoral tejeré a tu belleza.
(Canto
General, VII, "Himno y Regreso").
Entretanto,
el poeta participa en la campaña electoral del Frente Popular,
en 1938, y continúa desarrollando en Chile su campaña antifascista
de ayuda a la República Española combatiente. Recorre el país,
dicta conferencias aquí y en el extranjero, asiste a congresos
internacionales, funda y dirige la Alianza de Intelectuales
de Chile y su revista "Aurora de Chile". En 1939 estalla
la Segunda Guerra Mundial y la amenaza fascista amplía su espectro.
Neruda, ese mismo año, va a Francia para organizar el viaje
a Chile de un grupo de exiliados españoles, y en 1940 es designado
Cónsul de Chile en México por el gobierno de Aguirre Cerda.
En el país del norte intensificará sus actividades antifascistas.
Seguirá con interés el curso de la guerra; el ataque nazi contra
la URSS y la heroica lucha del pueblo soviético sacudirán sus
entrañas, y en Cuernavaca los grupos fascistas mexicanos lo
harán víctima de una agresión. Pero al mismo tiempo se ampliaban
los propósitos de su embrionario "Canto General de Chile",
los ojos de su poesía se extendían ahora por América entera,
comenzaba a comprender que no sólo era chileno, sino también
mexicano, boliviano, panameño, guatemalteco.
A esa altura
de su trayectoria, las direcciones de su poesía y de su vida
avanzaban paralelamente, aunque tocándose a menudo, conformando
de un modo dialéctico, dinámico y multiforme, el proceso de
crecimiento de la conciencia artístico-humana de Pablo Neruda.
Pero hacia 1943, año en que regresa a Chile, aún no se producía
la integración unitaria de sus pluralidades en erupción. El
furioso antifascista marchaba del brazo con el acucioso testigo
de la realidad americana y con el enamorado. Sólo a ratos triunfa
la fusión integradora, como en sus famosos versos a Bolívar:
"Tu pequeño cadáver de capitán valiente / ha extendido
en lo inmenso su metálica forma, / de pronto salen dedos tuyos
entre la nieve / y el austral pescador saca a la luz de pronto
/ tu sonrisa, tu voz palpitando en las redes. /... / Por eso
es hoy la ronda de manos junto a ti / Junto a MI MANO hay otra
y hay otra junto a ella, / y otra más, hasta el fondo del continente
oscuro. / Y otra mano que tú no conociste entonces / viene también,
Bolívar, a estrechar la tuya / de Teruel, de Madrid, del Jarama,
del Ebro /... / Capitán, combatiente, donde una boca / grita
libertad, donde un oído escucha, / donde un soldado rojo rompe
una frente parda, /... / Bolívar, capitán, se divisa tu rostro"
(Tercera Residencia, "Un Canto para Bolívar").
Pero los últimos resabios de desarticulación o de fragmentación
en la personalidad poética de Neruda se perciben todavía en
estas autorreferencias de 1942 y 1943:
Yo
pongo el alma mía donde quiero.
Y no me nutro de papel cansado,
adobado de tinta y de tintero.
Nací para cantar a Stalingrado.
(Tercera
Residencia, "Nuevo Canto de Amor a Stalingrado").
A una
entrevista que se me hizo en Colombia sobre cuáles eran mis
proyectos en poesía, respondí que ellos tomarían la forma
de los sucesos de esta época. No soy un poeta -contesté-;
en este momento soy una ametralladora y disparo cuando es
necesario.
("Pablo
Neruda habla", versión de una entrevista por V. Teitelboim,
en "El Siglo", Santiago, edición del 5/12/1943).
Pero no
es la ametralladora ni es el cantor de Stalingrado quien
escribe, por ese mismo tiempo, el "Oratorio Menor en la
Muerte de Silvestre Revueltas" o los poemas de "América,
No Invoco tu Nombre en Vano", posteriormente incorporados
a Canto General. Es el poeta que rinde un testimonio
sobre América y su unidad fundamental. Sin embargo, el mismo
año 1943 traerá un hecho -¡siempre el hecho biográfico!- que
a su vez inspirará un poema decisivo, el poema-síntesis llamado
a registrar admirablemente un salto crucial, el momento en que
se resuelve el proceso de integración que venía gestándose desde
1937. El día 31 de octubre de 1943, durante el viaje por los
países de la costa del Pacífico, de regreso a Chile desde México,
Neruda fue invitado a visitar las ruinas preincásicas de Macchu
Picchu, en el Alto Perú. El impacto fue enorme en la sensibilidad
de Neruda y allí se reafirmó su conciencia americana. Casi dos
años después, en agosto-septiembre de 1.945, siendo ya senador
de la República, transmutaría aquella experiencia en uno de
sus más importantes poemas: "Alturas de Macchu Picchu",
escrito en Isla Negra y publicado en 1946.
La significación
del poema radica en el hecho de reflejar el punto culminante
de una encrucijada dialéctica, la resolución final de una etapa
del proceso interior que venía viviendo Neruda y, al mismo tiempo,
la apertura de una nueva etapa. Balance y rumbo nuevo. A través
de una condensación lírica, admirablemente concebida y realizada,
Neruda registra el momento en que hace un alto en el camino
de su conciencia, el instante en que se sumerge hasta el fondo
de sí mismo para tomar un poderoso impulso hacia adelante. Porque
no es casual que "Alturas de Macchu Picchu" implique,
inclusive en la disposición de sus partes, una suma sintética
de revisiones hacia el pasado y de propósitos hacia el futuro,
un examen de todos los aspectos que conformaban su situación
vital en ese tiempo: a) su pasado personal, herido por la angustia
de sentir la omnipresencia de la muerte y la desintegración
de las cosas, por el horror frente al transcurso discontinuo
del tiempo, por la incomprensión del sentido histórico del hombre;
b) el descubrimiento de su filiación americana, lo cual se refleja
en la elección de Macchu Picchu como escenario del poema; c)
el reconocimiento de la Patria del hombre, del territorio histórico-natural
que buscaba para fecundar su vida-poesía, para comprender y
superar la muerte; y d) la aceptación integral del combate,
en la poesía y en la vida, en el arte y en la política, y el
propósito de contribuir con su canto a las luchas actuales de
los pueblos de América en su enlace con las luchas del pasado.
Es muy importante,
para comprender el sentido total del poema, tener en cuenta
su vinculación con ciertos hechos coetáneos, como son el ingreso
oficial de Pablo Neruda a las filas del Partido Comunista de
Chile, con posterioridad a su elección como senador con el apoyo
de los comunistas; la legalización definitiva del nombre PABLO
NERUDA; la composición, en 1946, del poema "Las Flores
de Punitaqui" (también recogido en Canto General, capítulo
XI), que muestra un curioso paralelismo y una suerte de desarrollo
aplicado respecto de los motivos claves que estructuraron "Macchu
Picchu" (Sobre la relación entre ambos poemas, véanse los
capítulos VII y IX de nuestra Memoria de Prueba: Orígenes
y Estructura de Canto General, Santiago, 1954).
Hay dos
zonas nítidamente demarcadas en "Alturas de Macchu Picchu".
En la primera (series I a V), Neruda recuerda qué era él, cómo
antes él percibía que sólo en la Naturaleza, y no en el Hombre,
se daba la continuidad temporal; sólo en la Naturaleza ocurría
la alegre perpetuación de la vida, la superación fecunda de
la muerte, la incorporación del ser a una corriente interminable
de vida germinadora. En cambio, en el Hombre, el tiempo era
desintegración y la muerte era sinónimo de abismo, ciego e infecundo.
El poeta evoca en esta parte, claro está, sus vivencias recogidas
en los poemas de Residencia en la Tierra; pero recordemos
también cómo aun antes, en Crepusculario, expresaba el
adolescente Neruda sus anhelos de SER NATURALEZA ("yo quiero
abrirme y entregar semillas / de pan, ¡yo quiero ser de tierra
y trigo!").
Las fórmulas
de autorreferencia en la primera zona de "Alturas de Macchu
Picchu", como es lógico, se sitúan en el pasado del poeta,
apuntan a los años angustiosos de Residencia en la Tierra.
Lo dice con claridad su conexión expresiva con verbos en
pretérito, y el hecho de que tales modos autoalusivos presenten
los mismos caracteres que examinábamos en la primera y segunda
Residencias:
"Del
aire al aire, como una red vacía, iba Yo entre las calles y
la atmósfera" (serie I); "el hombre arruga el pétalo
de la luz..." (serie II); "hubiera devuelto el calor
o el frío a mi mano extendida" (serie II); "el ser
como el maíz se desgranaba..." (serie III) ; "y atravesó
el desierto mi máscara salobre" (serie IV); "el pobre
heredero de las habitaciones" (serie V). Expresiones de
angustia y desconcierto, de soledad e incomunicación situadas
en el pasado, pero que ahora las reproduce Neruda como referidas
a un "nosotros" más que a un "yo" excluyente.
La segunda
zona del poema (series VI a XII) encierra un mensaje fundamental,
ubicado en el presente, pero mirando hacia el pasado (no el
suyo personal, sino el de los hombres de Macchu Picchu) para
conectarlo con su canto al presente y al futuro de América.
Neruda ha llegado a comprender que el hombre es también Naturaleza,
pero que, a diferencia del vegetal, es Naturaleza "histórica".
El hombre no sólo es un ser natural y temporal, sino que constituye
una especie histórica que siempre se está haciendo a
sí misma. Y es en la historia donde se explican sus fracasos,
sus angustias, sus deformaciones y sus vicios, su incomunicación,
sus miserias y alienaciones, todo aquello que torturaba al poeta
de Residencia; pero es en la historia también donde se
sitúan las luchas del hombre, sus combates, sus esfuerzos de
siglos y siglos hacia la libertad y hacia la luz, y es a esos
combates a los que decide el poeta sumarse con su canto, con
su oficio. Así Neruda vencerá a la muerte-abismo, así el poeta
cumplirá su viejo sueño de hacer de sus versos un fermento creador,
fecundo, y de vivir y perpetuarse a través de él. No el individuo,
no el ser aislado, no el hombre solitario; eran los hombres
congregados, era la comunidad de los seres humanos, era la pluralidad
viviente, era el pueblo: ése era el territorio que tanto había
buscado Neruda para instalar perpetua y creadoramente su vida,
sus sueños, su poesía.
Porque la
Muerte, "la verdadera, la más abrasadora muerte",
llegó a Macchu Picchu, no cuando murió el labrador Juan, o el
alfarero Pedro, o la tejedora María, sino cuando toda la colectividad
desapareció, como tragada por un abismo. Entonces desapareció
también toda posibilidad de supervivencia para los individuos.
Lo que equivale a afirmar para la vida del hombre individual
una posibilidad de prolongarse en la vida concreta de la comunidad
a que pertenece. Este fue el camino que Neruda encontró para
superar su propia muerte. Allí estaba el terreno propicio que
buscaba.
El significado
crucial de "Alturas de Macchu Picchu" en la trayectoria
de Neruda se manifiesta con nitidez en una autoalusión de la
serie VIII. Al invocar las raíces sumergidas del pasado americano,
e instándolas a que suban a través de su poesía hasta la superficie
de la historia presente, configura Neruda esta imagen de sí
mismo:
Sube
conmigo, amor americano.
.........................................
Ven a mi propio ser, AL ALBA MIA,
hasta las soledades coronadas.
Pero en
esta segunda parte predominan las autorreferencias en primera
persona. Es la reiteración de un Yo determinado y solemne, a
veces enfático, que tiende a subrayar el carácter de declaración
de propósitos contenido en lo más íntimo del poema. Así
se explica, quizás, el retorno poético a la experiencia de Macchu
Picchu después de dos años: para el ritual de un juramento decisivo,
¿qué escenario más propicio, qué atmósfera más solemnemente
americana que las ruinas de Macchu Picchu? Y obsérvese -como
lo ha hecho notar Hugo Montes con singular agudeza- que al evocarlas
poéticamente Neruda no habla de "ruinas" sino de "alturas
de Macchu Picchu": hasta el título mismo del poema señala
una dinámica ascendente, un sentido de emersión desde la profundidad.
Aquí hay un sutil enlace entre el destino personal del poeta
y el de los hombres que vivieron en la ciudadela preincásica.
Después
de muchos siglos, y hundiendo sus manos en el tiempo, Neruda
comprende que, en cuanto vocero del pueblo que organizadamente
lucha hoy y sostiene los emblemas del Hombre y sus anhelos,
su primera tarea será la de recoger el extremo flotante del
hilo histórico que se cortó bruscamente en Macchu Picchu:
Mírame
desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche,
como si YO estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena, eslabón a eslabón...
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
Hasta aquí
Neruda había sido el testigo de los hechos de España, la voz
encolerizada, la ametralladora furibunda y vengadora contra
los crímenes del fascismo y del nazismo en Europa. Ahora, después
de "Macchu Picchu", Neruda será el combatiente integral,
identificado con las tareas constructivas del presente, incorporado
a ellas con su poesía. Es por esto que, a partir de entonces,
las autorreferencias que Neruda va insertando en sus versos
tendrán como denominador común el propósito de ser un poeta
de utilidad pública, y el afán de destacar tacar con mayor énfasis
cada vez, el carácter de "oficio", el sentido profesional
que tiene su labor.
PERIODO 1945-1957:
EL HOMBRE
INVISIBLE Y EL CAPITÁN ENAMORADO
Entre 1945
y 1947, el poeta-senador Pablo Neruda escribió algunos poemas
que jalonan los comienzos de un proceso de integración, de adecuación
consciente entre su ideología marxista y el desarrollo de su
conciencia poética. Señalemos "Las Flores de Punitaquí",
"Los Muertos de la Plaza", ambos incluidos en Canto
General, y el soneto "Salitre": "aquí tenéis
como un montón de espadas /mi corazón dispuesto a la batalla".
Pero sobrevino entonces un fenómeno que alteró el ritmo y el
tono del proceso: la traición del Presidente González Videla,
el desencadenamiento de una feroz represión antiobrera y anticomunista,
y la particular saña con que fue perseguido y acosado por la
policía el propio Pablo Neruda. Todo ello, precipitado bajo
el signo de la "guerra fría" en el plano mundial,
aceleró el proceso de composición del libro Canto General,
que en sus dos terceras partes, más o menos, fue escrito
precisamente a lo largo de 1948 y comienzos de 1949, en plena
represión, en escondites clandestinos, en versos tan nerviosos
y apremiantes como esos días.
Esto significa
que gran parte de Canto General fue compuesto bajo un
estado de ánimo similar al de "España en el Corazón".
La cólera, la indignación, la urgencia de desnudar y denunciar
frente al mundo la realidad del momento chileno son factores
que explican no sólo el carácter inmediato y agresivo de varias
zonas del libro, sino también cambios muy importantes en su
estructura, en su forma, en su tono, en el estilo mismo de muchos
capítulos. (Sobre este punto, ver también nuestra Memoria de
Prueba, citada, capítulos II y VI). Es entonces cuando la poesía
de Neruda se impregna de responsabilidad, de voluntad,
de eficiencia y de denuncia, lo cual se expresa en estos versos
de autorreferencia:
Pero
YO había conquistado la alegría.
Desde entonces me levanté leyendo las cartas
que traen las aves del mar desde tan lejos,
cartas que vienen mojadas, mensajes que poco
voy traduciendo con lentitud y seguridad: soy meticuloso
como un ingeniero en este extraño oficio.
(Canto
General, XII: "Los Ríos del Canto").
Muchas autorreferencias
de Canto General, por las razones ya explicadas, manifiestan
una voluntad de identificación con los dolores, con las esperanzas,
con las energías y cualidades del pueblo : "Solamente /
pienso / que he sido tal vez digno de tanto / sencillez, flor
tan pura, /que tal vez soy vosotros, eso mismo, / esa miga de
tierra, harina y canto, / ese amasijo natural... / ... soy sólo
/ pueblo, puerta escondida, pan oscuro, / " ("El Fugitivo,,);
"No me siento solo en la noche, / en la oscuridad de la
tierra. Soy pueb1o, pueblo innumerable. / Tengo en mi voz la
fuerza pura / para atravesar el silencio / y germinar en las
tinieblas". ("El Fugitivo"); "Por fin soy
libre adentro de los seres. / Entre los seres, como el aire
vivo, / y de la soledad acorralada / salgo a la multitud de
los combates". ("Yo Soy").
* * *
A comienzos
de 1949 Neruda logró escapar del cerco policial y se refugió
en el extranjero. Estuvo en Francia, en México, en Guatemala,
viajó y recorrió profusamente los países socialistas de Europa
y Asia, y visitó con no pocas dificultades varios países capitalistas
(Francia, Italia), hasta regresar a Chile en agosto de 1952.
Durante
esos años de exilio continúa el proceso de maduración que venía
operándose en la conciencia y en la poesía de Neruda, proceso
que debe ser examinado en toda su complejidad dialéctica, en
sus aciertos y en sus fracasos, en sus exacerbaciones y en sus
equilibrios. De hecho, el ánimo de responsabilidad y de eficiencia
que invaden al poeta alcanza en su obra manifestaciones conflictivas:
por un lado proseguirá el esfuerzo valiosísimo destinado a relevar
los ángulos positivos de la vida, a señalar los fermentos de
dignidad humana que brotan en el mundo capitalista, y a mostrar
al hombre -en el diseño de los países socialistas- el) horizonte
luminoso y estimulante que lo aguarda más allá de sus combates;
por otro lado, su entusiasmo resbalará a veces hasta un opaco
sectarismo. Los libros de Neruda que se sitúan en este tramo
de su desarrollo son Las Uvas y el Viento (1954), los
tres primeros libros de las Odas (1954, 1956 y 1957),
y un volumen de carácter especial: Los Versos del Capitán
(1952).
En Las
Uvas y el Viento, las autorreferencias corresponden claramente
a la función que el poeta se ha asignado, la de esparcir por
el mundo los signos de la esperanza y de la luminosidad: "Testigo
de estos días / yo soy y siento y canto / y no hay cuerdas de
oro / para mí en este tiempo. / El arpa y su dulzura se quemaron
/ con el incendio del mundo / y a contar y cantar resurrecciones
/ he venido". Y prosigue algunos versos más adelante: "porque
ése es el canto y la cuenta, / lo que tú me enseñaste, / Polonia,
y lo que enseño: / la fe en la vida, más profunda / cuando desde
más lejos ha venido, / de la muerte, / la fe en el hombre cuando
pudo triunfar / del hombre mismo, / la fe en la casa cuando
pudo nacer / de la ceniza inmensa, / la fe en el canto que pudo
cantarse / cuando ya no había boca!" (III, "Regresó
la Sirena").
La alegría
y la claridad que invadían al poeta se expresan en los versos
de aquel libro de 1954 con euforia, o con fervor de iniciado:
"yo estuve", "yo recogí", "yo viví",
repetirá a menudo, subrayando con la sola frecuentación obsesiva
de la primera persona el sentido testimonial de sus versos y
la singular autenticidad de su experiencia. De pronto, en un
intermedio, regresa a su condición telúrica: "Hay hombres
/ mitad pez, mitad viento, / hay otros hombres hechos de agua.
/ Yo estoy hecho de tierra". (XI, "Cuándo de Chile").
Similar
actitud poética revelan las autoalusiones en Odas Elementales
(1954), en Nuevas Odas Elementales (1956) y en el Tercer
Libro de las Odas (1957). En la "Oda a la Claridad",
extremando en el símil la identificación entre el SER y el QUEHACER,
escribirá Neruda: "Yo soy, / yo soy el día, / soy / la
luz. / Por eso / tengo / deberes de mañana, / trabajos de mediodía.
/ Debo / andar / con el viento y el agua, / abrir ventanas,
/ echar abajo puertas, romper muros, / iluminar rincones".
Y subrayando el "nosotros" a través del "yo",
poniendo de relieve la común naturaleza de los seres humanos,
escribe: "eres la vida, / eres tan transparente / como
el agua, / y así soy yo, / mi obligación es ésa: / ser transparente,
/ cada día / me educo, / cada día me peino / pensando como piensas,
/ y ando / como tú andas /
("Oda al Hombre Sencillo").
Pero todos los modos de autorreferencia que el poeta moviliza
en este mismo sentido, se condensan en una fórmula que encabeza
el prólogo del primer volumen de las Odas: El Hombre Invisible:
yo
no soy superior
a mi hermano
pero sonrío,
porque voy por las calles
y sólo yo no existo,
la vida corre
como todos los ríos,
yo soy el único
invisible,
..
y así andaremos juntos,
codo a codo,
todos los hombres,
mi canto los reúne:
el canto del hombre invisible
que canta con todos los hombres.
* * *
Pero al
mismo tiempo, durante este período 1949-1957, en la dialéctica
de la estructuración de la conciencia de Neruda surge un fenómeno
perturbador, un reverso de la medalla, que se explica tanto
por factores biográficos personales como por rasgos que hoy
día están muy claros en el desarrollo histórico mundial de las
luchas proletarias. Es así que en Las Uvas y el Viento
y en los primeros tomos de las Odas se puede registrar
una exacerbación lírica, un cierto desequilibrio que por momentos
reflejará una visión estrecha, inclusive sectaria y dogmática,
de algunos aspectos de la realidad; rasgos de una poesía que
durante un tiempo convivieron con la amplitud, con la grandeza
y con el mejor lirismo.
Los acontecimientos
que agudizaron la "guerra fría", el fervor con que
se incorporó a la lucha por la paz mundial, fueron algunos de
los hechos externos que determinaron en Neruda ese desequilibrio
transitorio; en el plano de la biografía personal influyeron
su condición de perseguido, sus viajes por el mundo socialista,
y de un modo muy especial, el florecimiento del amor hacia Matilde
Urrutia. De esta multiplicidad de factores surge en el poeta
un ánimo de euforia y de fervor combatiente que a ratos se desborda
y descontrola.
Este momento
contradictorio en el camino de Neruda hacia su madurez comenzará
a resolverse en las mismas Odas y será superado a partir de
Estravagario (1958), libro que refleja el inicio de una
nueva etapa. Las manifestaciones más agudas de esa verdadera
"crisis de desarrollo" que vivió Neruda entre 1949
y 1955 se encuentran, tal vez, en algunos documentos en prosa
que muchos críticos de "buena voluntad" continúan
estrujando hasta hoy con malevolencia. Entre esos documentos
hay que señalar el famoso discurso pronunciado por Neruda en
México, en 1949, durante el Congreso Latinoamericano de Partidarios
de la Paz; un "Reportaje a Neruda" publicado en la
revista PRO ARTE de Santiago en 1952; y el discurso "A
la paz por la poesía", leído en Santiago ante la
asamblea plena del Congreso Continental de la Cultura, a comienzos
de 1953. Del primero es el siguiente párrafo, que incluye una
autorreferencia en plural:
Tenemos
en nuestra América un mundo por hacer y no somos abandonados
náufragos de una isla tenebrosa, sino partes solidarias de
una fuerza constructora. No aceptamos que en nuestro joven
continente los enemigos de la vida y de la paz prediquen invocando
altas disciplinas intelectuales: la pasividad, el aislamiento,
el suicidio y la muerte.
Si tal afirmación
era y sigue siendo justa, algunas de las conclusiones personales
a que arribó Neruda no lo fueron, sin duda, y el propio poeta
lo reconoció en 1957, en Checoslovaquia, con un coraje que sólo
tienen los grandes artistas. En declaraciones al periódico "Noticias
Literarias", de Praga, Neruda se refirió a sí mismo en
esta forma: "Yo también fui dogmático con respecto al algunos
autores de nuestra época... Actualmente soy contrario a cualesquiera
formas del dogmatismo, a cualesquiera formulitas y recetas en
literatura y pintura. Un verdadero escritor jamás aceptará tales
recetas". Y ahora, en Memorial de Isla Negra, subrayará
esta madurez de su pensamiento con estos versos:
Amo
lo que no tiene sino sueños.
Tengo un jardín de flores que no existen.
soy decididamente triangular
.
No puedo más con la razón al hombro.
Quiero inventar el mar de cada día.
.
Hay que dejar que baile la belleza
con los galanes más inaceptables,
entre el día y la noche:
no la obliguemos a tomar la píldora
de la verdad como una medicina.
.
No soy rector de nada, no dirijo,
y por eso atesoro
las equivocaciones de mi canto.
(Sonata
Crítica, pp. 103-105).
¡Con qué
facilidad olvidan ciertos críticos estas rectificaciones de
Neruda! En el crecimiento interior que ellas reflejan intervino,
una vez más, una mezcla de hechos biográficos individuales y
de acontecimientos de trascendencia mundial. Entre estos últimos,
el más nítido fue la repercusión que tuvo sobre los intelectuales
progresistas del mundo, y en particular sobre los comunistas,
el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y
la denuncia de los excesos del stalinismo y del culto a la personalidad.
Pero en
el plano personal influyó también, de un modo indirecto pero
muy importante, la crisis de convivencia que significó en la
vida del poeta su matrimonio con Matilde Urrutia (1956). La
estabilización de este amor definitivo, efectuada en medio de
incomprensiones, de sospechas, de alejamientos, alcanza un peso
decisivo en la maduración de la poesía de Neruda, la cual logra
así el deseado ajuste entre la expresión de lo individual y
de lo colectivo, del dolor y la alegría, de la duda y de la
claridad, de la vida y de la muerte. A partir de Estravagario
(1958), la poesía de Neruda cobra un impulso renovado al intentar,
conscientemente, el reflejo de la realidad en todas sus
contradicciones y en todas sus múltiples facetas.
* * *
La mención
de Matilde Urrutia nos hace retroceder a 1952, año en que se
editan en Nápoles, anónimamente, Los Versos del Capitán.
Numerosísimos
pasajes de Las Uvas y el Viento (p. ej. "La
Pasajera de Capri" o "Un Día"), de Odas Elementales
y de Nuevas Odas Elementales, se aclaran a la luz de
un sencillo hecho biográfico: Neruda está enamorado, enamorado
como nunca quizás lo estuvo antes, de un modo que él siente
como total y definitivo. Si Neruda siempre ha sido apasionado
e intenso en la expresión de sus amores, ahora lo es de un modo
excepcional. Quien tenga ojos e imaginación, quien pueda identificarse
con el Neruda enamorado de 1951 en París, en Praga, en Capri,
y después en Chile, no tendrá dificultades para comprender todo
lo que encierran Los Versos del Capitán, y también los
versos y las alusiones eróticas que se esconden en otros libros
de ese tiempo.
Y no sólo
los hechos externos, como el anonimato de Los Versos del
Capitán, sino sus rasgos internos, su tono y su estilo,
su entusiasmo verbal, su erotismo apasionado, e incluso sus
desbordes románticos de adolescente. ¿Es que puede pedírsele
a un hombre furiosamente enamorado que poetice su vida con la
serenidad y el equilibrio de un Fray Luis de León?
Las autorreferencias
contenidas en Los Versos del Capitán expresan, en sus
modalidades, las vicisitudes de un amor tremendo y difícil,
y las circunstancias biográficas en que ese amor se desencadenó:
a) Autorreferencias
de la intimidad amorosa: Neruda alude a sí mismo llamándose
"el alfarero", modelador del cuerpo de la amada; "el
inconstante", pero que la ama por encima de todas las demás;
o se autodenomina "el tigre", "el cóndor",
"el insecto", para aludir a variados momentos de rapto
erótico que sólo pueden compararse a los del libro El Hondero
Entusiasta o a los de los poemas "Tango del Viudo"
o "Las Furias y las Penas".
b) Autorreferencias
que establecen un vínculo entre el amor y la condición militante
del poeta, vocero de la lucha popular. En este plano, Neruda
se refiere a sí mismo como "el soldado" (compárese
la distancia de significación entre ésta y la autorreferencia
del título "La Noche del Soldado", en Residencia
I, o diciendo: "sólo soy la frente de los que van conmigo"
o bien "tú sabes que no sólo soy un hombre / sino todos
los hombres".
c) Autorreferencias
que aluden a las repercusiones del amor sobre el poeta mismo
y sobre su amada: "vuelvo a ser contigo la tierra que tú
eres" (siempre Neruda ha subrayado la condición telúrica
de Matilde, quien, por lo demás, es la única chilena de las
esposas que ha tenido) ; "soy tu dueño, / el que tú esperabas";
"no soy un pastor dulce / como en los cuentos de hadas,
/ sino un buen leñador que comparte contigo/ tierra, viento
y espinas de los montes".
d) Autorreferencias
que determinan las difíciles y contradictorias condiciones en
que surgió el amor con Matilde y las batallas que tuvo que dar,
tanto para conquistar su amor como después para defenderlo de
la sospecha, de la insidia o de la incomprensión. Es en este
sentido que Neruda, en el título del libro, se denomina Capitán,
en autoalusión mezclada a la idea del "soldado". Esta
fórmula autoalusiva ya la había manejado Neruda antes, por ejemplo
en el poema "Caballo de los Sueños" de Residencia,
I ("capitán del infierno"), implicando en ella
una condición de prestancia, de dominio, de gallarda disposición
voluntariosa frente a lo convencional. (En la carta-prólogo
de la edición anónima, que tanta verdad contiene bajo la ficción
formal, explica Rosario-Matilde: "Yo lo llamo simplemente
mi Capitán... Entró a mi vida, como él lo dice en un verso,
echando la puerta abajo. No golpeó la puerta con timidez de
enamorado. Desde el primer instante, él se sintió dueño de mi
cuerpo y de mi alma"). En cambio es claro el significado
de explicación, de búsqueda de comprensión, cuando el poeta
se autodefine en este libro: "no soy bueno ni malo sino
un hombre".
e) Autorreferencias
que declaran la identificación del poeta con su amada, la unidad
de sus existencias: "porque en la tierra nos sembraron
juntos / sin que sólo nosotros lo supiéramos"; "cuando
/ las raíces / no sabían que TU me buscabas / en mi pecho; "tú
sabes amor mío / qué nombre viene escrito / en esa hoja, / un
nombre que es el tuyo y es el mío, / nuestro nombre de amor,
un solo / ser, la flecha / que atravesó el invierno".
Ahora en
1964, a 12 años de distancia, Neruda evoca aquella época en
su Memorial de Isla Negra, volumen quinto, poema final.
Las autorreferencias coinciden, en especial aquellas que subrayan
su condición de pareja, de unidad dual con Matilde: "Los
amantes, tú y yo, perseguidos, sedientos y hambrientos".
Y también las que reflejan, en versos de autovisión retrospectiva,
la batalla del amor oculto: "... un Capitán cuyos ojos
esconde una máscara negra / te ama, oh amor..." (Sonata
Crítica, "Matilde").
PERÍODO 1958-1964:
EL OTOÑAL
CAZADOR DE RAÍCES
Estravagario
(1958)
Tanto Estravagario
como los demás libros que ha escrito Neruda entre 1958 y
1964, en mayor o menor medida aparecen impregnados por el amor
hacia Matilde Urrutia, amor conquistado y defendido después
con dientes y uñas.
Significa
Estravagario, sin duda, una respuesta a muchas circunstancias
difíciles, tanto en la lucha política como en la batalla del
amor. Hay en el libro momentos de descanso, relajamiento y diversión,
hay juegos de la imaginación, bromas sutiles y alegres excursiones
por tierras del absurdo; pero hay también nuevas reflexiones
sobre el sentido de la vida y de la muerte. Este libro maravilloso
-compuesto en gran parte durante un viaje por mar, y que interrumpió
el vuelo ya iniciado de los Cien Sonetos de Amor- refleja
de un modo humorístico una nueva "crisis de desarrollo"
en la vida y en la poesía de Neruda. No se trata sólo de que
el poeta entre con una sonrisa en la zona otoñal de su biografía.
Es el pórtico de un nuevo esfuerzo hacia el enriquecimiento
interior, hacia la plenitud de la razón y del corazón.
Estravagario
condensa las direcciones básicas de la última poesía de Neruda,
y así lo certifican, entre otros síntomas, las autorreferencias
del libro:
a) Presencia
del amor definitivo: "Nunca me sentí tan sonoro, / nunca
he tenido tantos besos" ("Pido Silencio") ; "Somos
de nuevo la pareja / que vivió en lugares hirsutos, / en nidos
ásperos de roca ("Con Ella"); "Qué voy a hacerle,
amor, amada, / no se como quieren los otros, / no sé cómo se
amaron antes, / yo vivo viéndote y amándote, / naturalmente
enamorado" ('Amor").
b) Reflexiones
autobiográficas y autorretratos en el tiempo, expresando ya
la conciencia de haber vivido no sólo una vida sino varias (como
lo dirá poco después Neruda en el título de sus Memorias escritas
para "O Cruzeiro Internacional": "Las
vidas del poeta")
"Santiago,
no olvides que soy / jinete de tu crecimiento: / llegué galopando
a caballo / del Sur, de mi salvajería, / y me quedé inmóvil
en ti / como un caballero de bronce: / y desde entonces soy
ciudad / sin olvidar mis territorios, / sin abandonar los caminos:
/... / Sí, Santiago, soy una esquina / de tu amor siempre movedizo"
("Cantasantiago") ; su fatiga viajera y sus ansias
de estabilidad en su tierra, en su amor y en su ideología se
expresan irónicamente en el título del poema "El perezoso";
aludiendo también a sus viajes y a sus experiencias: "Mi
corazón ha caminado / con intransferibles zapato," ("¿Dónde
estará la Guillermina?") ; y al pasar por Colombo, Ceylán,
después de muchos años : "Ahora me doy cuenta que he sido
/ no sólo un hombre sin ovarios / y que cuantas veces
he muerto, sin saber cómo he revivido, / como si cambiara de
traje / me puse a vivir otra vida / aquí me tienen sin que sepa
/ por qué no reconozco a nadie, /por qué nadie me reconoce,
/ si todos fallecieron aquí / y yo soy entre tanto olvido un
pájaro sobreviviente, / o al revés la ciudad me mira / y sabe
que yo soy un muerto ", ("Regreso a una Ciudad")
. ¿Es necesario señalar que las últimas autorreferencias del
pasaje citado son circunstanciales y relativas, válidas para
el momento y para la ciudad del contexto? Por eso, versos más
adelante, escribe en el mismo poema: "Adiós, calles sucias
del tiempo, / adiós, adiós, amor perdido, / regreso al vino
de mi casa, / regreso al amor de mi amada, /a lo que fui y a
lo que soy" (ibid.). Preguntándose por el significado de
tanto viaje, cambio y movimiento: ",Para qué me casé en
Batavia? / Fui caballero sin castillo, / improcedente pasajero,
/ personas sin ropa y sin oro, / idiota puro y errante. /...
/ Por qué me moví de mi silla / y me vestí de tempestuoso?"
("Itinerarios"). Más atrás, al comienzo de este trabajo,
hemos recordado un autorretrato evocativo de los catorce años,
del poema ¿"Dónde estará la Guillermina?"
c) Mensajes
y experiencias del poeta que ha ingresado a su otoño, reanimaciones
de la multiplicidad de la vida, testimonios de la realidad en
su luz y en su sombra, en su plenitud y en su contradicción.
Entre otros caminos, Neruda elige en Estravagario el
de las fórmulas autodescriptivas en presente:
"No
se confunda lo que quiero/ con la inacción definitiva: / la
vida es sólo lo que se hace, /no quiero nada con la muerte.
/ Si no pudimos ser unánimes / moviendo tanto nuestras vidas,
/ tal vez no hacer nada una vez, / tal vez un gran silencio
pueda / interrumpir esta tristeza, / este no entender nos jamás
/ y amenazarnos con la muerte" ("A Callarse").
El pasaje citado explicita con claridad algo que hemos venido
señalando con insistencia hasta aquí: la identificación entre
el SER y el QUEHACER que Neruda establece en la conciencia de
sí mismo. La misma asimilación entre su existencia y su poesía
se percibe en esta otra autorreferencia: "Y o soy el que
fabrica sueños / y en mi casa de plumas y piedra / con un cuchillo
y un reloj / corto las nubes y las olas, / con todos estos elementos
/ ordeno mi caligrafía / y hago crecer seres sin rumbo / que
aún no podían nacer" ("Repertorio").
En otros
momentos, con humor y con ironía de buena ley, Neruda diseña
su autorretrato presente haciendo cortes horizontales al nivel
de sus 50 y tantos años de vida: "De tantos hombres que
soy, que somos, / no puedo encontrar a ninguno: / se me pierden
bajo la ropa, / se fueron a otra ciudad. / Cuando todo está
preparado / para mostrarme inteligente, / el tonto que llevo
escondido / se toma la palabra en mi boca. / Otras veces me
duermo en medio / de la sociedad distinguida / y cuando busco
en mí al valiente / un cobarde que no conozco / corre a tomar
con mi esqueleto / mil deliciosas precauciones" ("Muchos
Somos"). El mismo sentido irónico de las contradicciones
íntimas del hombre circula en este otro caso: "Ahora no
sé qué ser, / si olvidadizo o respetuoso" ("Partenogénesis").
Con parecido
gracejo, en risueñas confesiones no desprovistas de sabiduría
e intención, se autodescribe en relación con los que de un modo
u otro pretenden dictaminar sobre su vida, su amor o su poesía.
En el caso siguiente, aparte de una automención atributiva,
ocurre uno de los raros casos de la poesía de Pablo Neruda en
que el poeta alude a sí mismo en tercera persona, con su nombre:
"Todos pican en mi poesía/ con invencibles tenedores /
buscando, sin duda, una mosca. / Tengo miedo. / Tengo miedo
de todo el mundo, / del agua fría, de la muerte. / Soy como
todos los mortales, /inaplazable. / Por eso en estos cortos
días / no voy a tomarlos en cuenta, / voy a abrirme y voy a
encerrarme / con mi más pérfido enemigo, / Pablo Neruda".
("El Miedo"). A ellos mismos, a los intrusos bienintencionados
o a los que escarban en su vida buscando cucarachas, les pide
que no lo malinterpreten o que no se hagan ilusiones cuando
el poeta reclama un minuto de paz en su camino: "Pero porque
pido silencio / no crean que voy a morirme: / me pasa todo todo
lo contrario: / sucede que voy a vivirme. / Sucede que soy y
que sigo". ("Pido Silencio"). Y por si aún no
lo entienden, les aclara más adelante: "Yo soy profesor
de la vida, / vago estudiante de la muerte, / y si lo que sé
no les sirve / no he dicho nada, sino todo" ("No Tan
Alto").
Cien
Sonetos de Amor (1959)
Demás está
señalar que en estos cien sonetos de madera -acabados y claveteados
después del intermedio de Estravagario- la presencia
de Matilde Urrutia lo impregna todo. El poeta parece esconderse,
apenas se menciona a sí mismo en rápidos nominativos de primera
persona, pero sólo para destacar en contrapunto a su amada.
O bien identifica su existencia con su amor, con su condición
de enamorado, o con las circunstancias que enmarcan su cariño.
En estos casos utiliza la tercera persona, en trance de imagen
o de sinécdoque: "hasta que tu belleza y tu pobreza / llenaron
e1 Otoño de regalos". (Soneto XXV); "áspero amor...
/ por qué caminos y cómo te dirigiste a MI ALMA?" (Soneto
III); "... sin que nadie supiera / dónde y cómo latía mi
estado doloroso" (Soneto VII); "y de esperarte cuando
no te espero / pasa mi corazón del frío al fuego" (Soneto
LXVI).
Vemos así
que al autodescribirse, al mencionarse a sí mismo como objeto,
el poeta no recurre en ningún caso a la fórmula atributiva con
el verbo SER, sino a una tercera persona indirecta, mediatizada,
como ocultándose para situar en primer plano a Matilde: "Oh
amor, oh rayo loco y amenaza púrpura, / me visitas y subes por
tu fresca escalera / el castillo que el tiempo coronó de neblinas,
/ las pálidas paredes del corazón cerrado" (Soneto XXXVII);
"que todos los desvelos de mi vida tejieron / esta
enramada en donde tu mano vive y vuela / custodiando la noche
del viajero dormido" (Soneto LXXX).
Navegaciones
y Regresos (1959)
Las autorreferencias
principales de este libro -cuarto volumen de las Odas- apuntan
hacia un aspecto de la vida-poesía de Neruda particularmente
tergiversado por sus detractores y enemigos: su patriotismo,
su chilenidad esencial. Al mismo tiempo, implica una meditación
natural sobre el paso de los años, que se torna cada vez más
ostensible en los últimos libros del poeta:
"Más
joven y más viejo / esta vez como siempre he regresado: / más
joven por amor, amor, amor, / más viejo porque sí, porque me
muerden / los relojes, los meses, los agudos / dientes del calendario"
("A Chile, de regreso"). Y más adelante, en el mismo
poema: "Y yo les dije: yo no soy, no existo, / si me tocan
verán, soy sólo Tierra, / piedra pobre de Chile, de sus ríos,
/ canto rodante, corazón rodado". Subraya así su condición
chilena, sin perjuicio de su amor a otros países, a otras
latitudes: "Vuelvo de largos viajes, / amé a lo largo de
la larga vida / todas las calles y todo el silencio, / la costa
y el zafiro / de las islas distantes, / olor a miel y a corazón
de abeja / tuvo la lejanía / y crepitantes acontecimientos /
me hicieron ciudadano donde estuve. / No fui extranjero de ojos
muertos: / compartí el pan y todas sus banderas. / Pero es el
mar de Chile / que entre otras olas sube / penetrando el océano
del norte: / en estas aguas viene / mi desesperación y mi esperanza".
("Encuentro en el mar con las aguas de Chile").
Pero aquí,
como en todos sus libros, Neruda no acentúa una faceta de su
personalidad para desconocer las restantes. En otro lugar de
Navegaciones y Regresos, las autorreferencias
telúricas ceden lugar a las del combatiente inextinguible. Recordando
la masacre de la Plaza Bulnes de Santiago, el 28 de enero de
1946, ya evocada en un poema de Canto General, Neruda
escribe : "No he olvidado ni he muerto. / Soy el árbol
de Enero / en la selva quemada: / la llama cruel que bailó en
el follaje, / tal vez se fue, se fue la quemadura, / la ceniza
voló, / se retorció / en la muerte la madera. / No hay hojas
en los palos. / Sólo en mi corazón las cicatrices / florecen
y recuerdan. / Soy el último ramo del castigo". ("A
mi pueblo, en Enero").
Canción
de Gesta (1960)
A fines
de 1958 Neruda concibió una serie de poemas "en torno a
Puerto Rico, a su martirizada condición de colonia, a la lucha
actual de sus patriotas insurgentes". Más tarde, los acontecimientos
de Cuba ampliaron la irradiación del libro a todo el ámbito
del Caribe. Sus versos se sitúan en la línea de resonancias
históricas y majestuosas de Canto General y de Las Uvas y
el Viento, al configurar un testimonio épico-lírico que
conlleva propósitos de exaltación y de denuncia. En el prólogo
Neruda proclama una vez más sus deberes de poeta de utilidad
pública, autorreferencia que confirma su sentido en los endecasílabos
del romance heroico: "Mis deberes caminan con mi canto:
/ soy y no soy: es ése mi destino. / No soy sino acompaño los
dolores / de los que sufren: son dolores míos" (Canto XXII,
"Así es mi vida"). Nuevamente subraya aquí Neruda
la asimilación entre su existencia y su trabajo, y el sentido
profesional de su poesía hecha de obligaciones, de deberes hacia
el avance de los pueblos.
En el Canto
XV encontramos una autoalusión que recuerda una similar del
"Nuevo Canto de Amor a Stalingrado": "Nací para
cantar estas tristezas / meter la luz entre las alimañas, /
recorrer la impudicia con un rayo, / tocar las cicatrices inhumanas".
Pero no se trata de una repetición mecánica de la fórmula de
1942. El significado aparentemente circunstancial de lo aseverado
en esos versos es aquí, a diferencia de lo que sucede en el
poema a Stalingrado, sólo una apertura, un apoyo para que el
poeta sitúe su canto en el cruce de dos coordenadas: una horizontal,
geográfica, que relaciona entre sí -en su unidad de propósito-
las luchas de los diversos pueblos americanos del mundo actual;
y otra vertical, histórica, que enlaza en una sola línea de
continuidad temporal los heroísmos del pasado y del presente
en América. De ahí que, inmediatamente después de los versos
citados, Neruda continúa: "Americano soy de padre y madre,
/ nací de las cenizas araucanas /... / yo represento tribus
que cayeron / defendiendo banderas bienamadas". Y agrega,
con meridiana claridad: "pero yo continúo sus acciones
/ y por toda la tierra americana / sacudo los dolores de mis
pueblos, / incito la raíz de sus espadas". (Canto XV, "Vengo
del Sur").
Conforme
con la invariable concepción nerudiana de una poesía integral,
no faltan en este libro testimonial y objetivo las autorreferencias
personalísimas. En la hermosa parte final, "Meditación
sobre la Sierra Maestra", Neruda construye una retrovisión
sinóptica de su biografía, evocando la época estudiantil en
Santiago, sus amores de Birmania, la espesura de Ceylán, el
fuego cruel de la guerra española. Pero, en el medio de esta
secuencia retrospectiva, el poeta diseña también el autorretrato
de sus actuales preocupaciones en un pasaje que continúa la
línea reflexiva que se inició en 1958: "Soy sólo un hombre
y llevo mis castigos / como cualquier mortal apesarado / de
amar, amar, amar sin que lo amaran / y de no amar habiendo sido
amado". (Canto XLII: "Escrito en el Año 2.000").
Cantos
Ceremoniales (1961)
Libro escrito
en Europa y en la costa del Pacífico entre 1959 y 1961, Cantos
Ceremoniales contiene diez poemas extensos y solemnes, de
tono mayor. Una elegía a Manuelita Sáenz, la legendaria amante
de Simón Bolívar; una elegía de Cádiz; un ritual de nuestra
cordillera y un solemne oratorio por los desastres telúricos
que se desencadenaron sobre el sur de Chile en mayo de 1960.
Tales son algunos de los asuntos poetizados en este importante
libro, tan desconocido en Chile, sin embargo.
Las autorreferencias
explícitas son escasas en él, justamente por el carácter ceremonial
y extravertido de sus Cantos. El poema "Cordilleras"
se inicia con autorreferencias en primera persona, meramente
ambientadoras y narrativas por cuanto la intención de Neruda
es ubicar al lector en la perspectiva de un viajero que contempla
al coloso andino desde un avión. Pero en el poema "Cataclismo"
las expresiones autoalusivas tienen un carácter verdaderamente
entrañable, sustantivo, y un fuerte propósito estilístico. En
los primeros versos, la autorreferencia "hombre soy"
se incorpora a un pasaje inicial que tiende a sugerir, con la
disposición de los versos y del material sonoro, la angustiosa
calma de la noche que se siente precipitándose al desastre,
y luego la brusca iniciación de las sacudidas:
La
noche de mil noches y una noche,
la sombra de mil sombras y un latido,
el agua de mil aguas que cayeron,
el fuego destapando sus embudos,
la ceniza vestida de medusa,
la tierra dando un grito.
Hombre soy, por qué nací en la tierra?
Dónde está mi mortaja?
Esta es la muerte?
("Cataclismo",
I)
En cambio,
un poco más adelante, la autorreferencia cobra un sentido distinto,
una orientación que tiende a relevar, como en los ya citados
versos del "Cuándo de Chile", la corriente telúrica
que une al poeta con su tierra : "Yo soy el sumergido de
aquellas latitudes, / allí dejé mis manos, mi primera abundancia,
/ los tesoros vacíos más ricos que el dinero, / el fulgor de
aquel mundo de hojas, raíces, sílabas / sin idioma ... / ...
y es por eso / que cuando / cayó el humo y el mar, la lava,
el miedo / allí cayeron ... / allí donde yo estuve llegó a mis
labios la muerte, / allí donde yo pasé se sacudió la tierra
/ y se quemó mi corazón con un solo relámpago". ("Cataclismo",
III).
Plenos
Poderes (1962)
Examinemos
ahora el volumen titulado Plenos Poderes, recopilación
inorgánica de poemas compuestos entre 1961 y 1962. En una de
las principales composiciones del libro -ese extraordinario
poema titulado "El Pueblo"- las autorreferencias tienen
el muy especial sentido de identificar al poeta con un observador
intemporal; el "YO" que recorre esos versos no es
solamente Pablo Neruda, sino además un POETA suprahistórico,
próximo tal vez al Víctor Hugo de "La Leyenda de los Siglos":
De
aquel hombre me acuerdo y no han pasado
sino dos siglos desde que lo vi,
no anduvo ni a caballo ni en carroza:
a puro pie
deshizo
las distancias
y no llevaba espada ni armadura,
sino redes al hombro,
hacha o martillo o pala
..........................................
Lo conocí y aún no se me borra.
Cayeron en pedazos las carrozas,
la guerra destruyó puertas y muros,
la ciudad fue un puñado de cenizas,
se hicieron polvo todos los vestidos,
y él para mí subsiste,
sobrevive en la arena,
cuando antes parecía
todo imborrable menos él.
("El
Pueblo")
Si este
poema implica un mensaje, una reflexión actual de madurez, en
otros lugares, en cambio, Neruda insiste en examinar el transcurso
de su vida. Ya hemos señalado que esta actitud retrospectiva,
fundida al presente y mirando sin tregua hacia el futuro, es
una constante de los últimos libros del poeta.
Un viaje
a su patria chica de la infancia, a Temuco, sume a Neruda en
hondas meditaciones sobre el pulverizador transcurso del tiempo,
sobre la destrucción de los recuerdos, pero no con la angustia
que encontrábamos en Residencia en la Tierra, treinta
años atrás, sino con un asombro sereno y, más aún, con una terca
voluntad de lucha contra la muerte. Es un poema cuyo título
mismo implica una sugestiva autorreferencia en tercera persona:
"Regresó el Caminante".
Memorial
de Isla Negra (1964)
Y así llegamos
a la última obra publicada por Neruda, a los cinco volúmenes
del Memorial de Isla Negra, a menudo citados a lo largo de este
trabajo. Pero queremos precisar, ante todo, que la obra no es
solamente una autobiografía poética y que, por lo tanto, las
autorreferencias en ella contenidas no son todas de carácter
retrospectivo. El Memorial es una obra más de Pablo Neruda,
es la prosecución de su tarea: es el poeta que mira hacia atrás
desde el mirador de los sesenta años, lo que ciertamente es
natural, pero que de ningún modo se sitúa en la hora de la jubilación.
Los cinco tomos exhiben una juventud envidiable, que ya quisiera
para sí alguno de esos poetas jóvenes, tenebrosos, moribundos,
que fallecen en cada uno de sus versos.
De modo
que, junto a la evocación del propio pasado, las autorreferencias
en el Memorial aluden a experiencias actuales y a requerimientos
del futuro. En particular los dos últimos volúmenes, uno de
los cuales se titula El Cazador de Raíces: clara autorreferencia
del poeta que se hunde en sus orígenes, no para retornar a ellos
sino para proseguir, con renovado impulso, la batalla de cada
día.
En uno de
los poemas más notables del volumen nombrado -"Cita de
Invierno"-, Neruda se autodescribe como el único hombre
que en cierto momento esperaba con amor al invierno, que tenía
con él una cita largamente esperada. La autorreferencia no es
gratuita. Debido a sus viajes y a sus obligaciones en el extranjero,
durante años Neruda no vivió el invierno de su patria. Se marchaba
en otoño y regresaba cuando el invierno ya había dado paso a
la primavera. Por eso el poeta concertó el año pasado una cita
con el invierno en Isla Negra, y esa cita es el punto de apoyo
para las meditaciones que contiene el poema.
Pero en
otros momentos Neruda quiere confesar, declarar experiencias.
Es la hora de hacerlo. Y se autodenomina "El Héroe"
en el título de un poema, en el cual reclama para sí tal nombre
porque muchas veces tuvo que eludir las tentaciones de la tristeza,
del cansancio, de la derrota, de la desesperación, de la muerte,
que desde muy joven llamaron siempre a las puertas de su poesía,
sin que él jamás las abriera. Angustia sí, desconcierto también,
y hasta gemidos hubo alguna vez en sus versos, pero jamás hubo
desesperación, ni en los más oscuros momentos de Residencia
en la Tierra. Aquella tentación de la tristeza estéril,
de la soledad sombría, la encarna Neruda en esta imagen: "Me
convidó la dueña del castillo / a cada habitación para llorar.
/ Yo no la conocía / pero la amaba con amor amargo / como si
mis desdichas se debieran / a que una vez dejó caer sus trenzas
/ sobre mí, derramándome la sombra". (El Cazador de
Raíces, "El Héroe"). En el mismo poema, con la
autorreferencia retrospectiva del cazador que buscaba sin tregua
alimentos de realidad y de sentido para su existencia, Neruda
agrega y explica: "Aquellas horas sostengo en mis manos
/ como se guardan piedras o cenizas / sin pedir nada más a los
recuerdos. / Pero, si mi destino errante / me conduce a los
muros del castillo, / me cubro con mi máscara, / apresuro /
el paso junto al foso, / cruzo las márgenes del funesto lago,
/ me alejo sin mirar: tal vez sus trenzas / caigan una vez más
de los balcones / y ella con llanto agudo / llegue a mi corazón
a detenerme. / Por eso yo, EL ASTUTO CAZADOR, / camino enmascarado
por el bosque".
Así la lucha
prosigue. Y cuando Neruda evoca aquel amargo episodio,
aquel desgarramiento que penetró como un cuchillo en las entrañas
de millones de hombres en el mundo, aquellos días en que el
Partido Comunista de la Unión Soviética abrió las cortinas y
puso a pleno sol las llagas del stalinismo, entonces el poeta
es plural, es uno y solidario con los suyos, y se designa a
sí mismo incluído en la pluralidad que le pertenece, en un nosotros
en un los comunistas. Y escribe entonces : "Los que pusimos
el alma en la piedra, / en el hierro, en la dura disciplina,
/ allí vivimos sólo por amor / y ya se sabe que nos desangramos
/ cuando la estrella fue tergiversada / por la luna sombría
del eclipse. / Ahora veréis qué somos y pesamos. / Ahora veréis
qué somos y seremos. / Somos la plata pura de la tierra, / el
verdadero mineral del hombre, / encarnamos el mar que continúa,
/ la fortificación de la esperanza: / un minuto de sombra no
nos ciega: / con ninguna agonía moriremos". (Sonata Crítica,
"El Episodio").
Pero en
los versos de Sonata Crítica, como antes en los de Estravagario,
Neruda no teme ni vacila en declarar sus anhelos transitorios
de descanso, de soledad, de abandono; anhelos de dejar dormir
a ratos a su poesía, después de tantos años de perpetua vigilia
y vigilancia. Y el poeta, entonces, se nombra a sí mismo en
condición de anhelo, con sonrisa de fatiga, adjetivándose en
un poder ser invisible, en un poder ser "inmóvil con secreta
vida / como una ciudad subterránea / que se fatigó de sus calles"
("La Noche"). O más claramente quizás en el poema
"No Es Necesario", donde el poeta se automenciona
con nombres que apuntan a la condición contradictoria del ser
humano, a su intimidaddesconcertante o sorpresiva: "En
plena muchedumbre, a pleno cielo, / nos recordamos a nosotros
mismos, / al íntimo, al desnudo, / al único que sabe cómo crecen
sus uñas, / que sabe cómo se hace su silencio / y sus pobres
palabras. / Hay Pedro para todos, / luces, satisfactorias Berenices,
/pero, adentro, / debajo de la edad y de la ropa, / aun no tenemos
nombre, / somos de otra manera. / No sólo para dormir los ojos
se cerraron / sino para no ver el mismo cielo. / Nos cansamos
de pronto / y como si tocaran la campana /para entrar al colegio,
/ regresamos al pétalo, / al hueso, a la raíz semisecreta /
y allí, pronto, somos aquello puro y olvidado, / somos lo verdadero/
entre los cuatro muros de nuestra única piel, / entre las dos
espadas de vivir y morir". (Sonata Crítica, "No Es
Necesario") .
* * *
Al terminar
este desfile de autorreferencias nerudianas queremos destacar
en todo su valor, en todo su contenido de lección viva y autorizada,
la juventud de Pablo Neruda en sus sesenta años de vida. Juventud
que tiene como única raíz la fidelidad a una vocación, que sólo
se explica porque el poeta comprendió, desde muy temprano, que,
que el SER se realiza en el QUEHACER, y que este quehacer, como
la vida, es movimiento, es continuidad, es un combate de cada
día, es el camino hacia la plenitud del hombre.
Pero dejemos
que sea el propio Pablo Neruda quien cierre este análisis interpretativo
con una autorreferencia contenida también en Memorial de
Isla Negra (volumen IV, poema "Para la Envidia"),
y que resume admirablemente los postulados de toda la poesía
nerudiana, la de ayer, la de anteayer y la de hoy, la poesía
del amor, la poesía de la angustia, la poesía de la claridad,
del combate y la esperanza:
Yo
salgo a ser lo que amo, la desnuda
existencia del sol en el peñasco,
y lo que crece y crece sin saber
que no puede abolir su crecimiento:
dar grano el trigo: ser innumerable
sin razón: porque asi le fue ordenado:
sin orden, sin mandato,
y, entre las cosas que no se reparten,
tal vez esta secreta voluntad,
esta trepidación de pan y arena,
llegaron a imponer su condición
y no soy yo sino materia viva
que fermenta y levanta sus insignias
en la fecundación de cada día.
Santiago,
agosto de 1964.
Ediciones
de la revista AURORA, 2ª época, Nº, 3-4, julio-diciembre, 1964.
Santiago.