El 
                  nuevo arte poético y Pablo Neruda
                por 
                  Arturo Aldunate Phillips
                 
                  Apuntes 
                    de una charla en la Universidad de Chile y en la Sociedad 
                    Amigos del Arte.
                  Amigo, 
                    bebe mi vino en mi propio vaso, que, echado en el de otro, 
                    pierde su flor y espuma
                    Rabindranath Tagore
                
                EXPLICACIÓN
                ¿Por 
                  qué yo, ingeniero, ligado a actividades claramente objetivas 
                  y precisas, escribo sobre el nuevo arte poético y Pablo Neruda? 
                  ¿Cómo se acomoda el subjetivismo sutil del tema con mis diarias 
                  actividades?
                Tengo 
                  la enfermedad de nuestra hora: la inquietud del espíritu. La 
                  curiosidad mental y la imaginación vibrante, me llevan a todos 
                  los campos en busca de algo de esa verdad multiforme que vemos 
                  pasar tantas veces cerca de nosotros y que nunca podemos asir. 
                  Y en este rebuscar, y en este atisbar en todos los horizontes, 
                  la emoción artística me halaga sobre manera y me compensa de 
                  tanto esfuerzo baldío.
                Y 
                  precisamente, por mi educación matemática y por mi confraternidad 
                  con esta ciencia entre las ciencias, creación pura del espíritu, 
                  he vibrado más hondamente con el arte cerebral de nuestros días; 
                  y Neruda tuvo que seducirme.
                Ferviente 
                  admirador del poeta, me sentí reciamente impresionado ante Residencia 
                  en la Tierra, su última publicación. Penetré en sus poemas, 
                  y al contacto de su contenido lleno de sugerencias, vibré de 
                  emoción profunda y comprendí que había captado su mensaje.
                Este 
                  estado de ánimo trascendió a mi alrededor y provocó, en uno 
                  de mis amigos, el deseo de conocer más en detalle mi reacción 
                  ante este nuevo género poético. Al enfrentarlo con la obra de 
                  Neruda y al desarrollarle mi justificación de esta nueva modalidad 
                  expresiva, puse ante sus ojos, sin pensarlo, un nuevo horizonte 
                  de deleite espiritual que le era hasta entonces desconocido.
                Cediendo 
                  a su sugestión he escrito mis observaciones y he tratado de 
                  precisar mi modo de comprender y de sentir este nuevo arte poético. 
                  ¡Ojalá logre ayudar a algunos en la búsqueda del camino!
                 
                  
                  I. POESÍA NUEVA
                Son 
                  muchos los que no creen en la poesía nueva; son muchos los que 
                  abominan de esta extraña modalidad de los poetas de nuestra 
                  hora. Y otros que no niegan ni afirman nada, se sienten, por 
                  lo menos, desconcertados.
                No 
                  pretendemos explicar la belleza de las nuevas formas ni justificar 
                  las orientaciones estéticas que, cada día en forma más completa, 
                  invaden la literatura contemporánea. Creemos, sin embargo, contribuir 
                  a que los desconcertados o incrédulos de buena fe, se enfrenten 
                  a las nuevas creaciones y descubran la belleza que ellas encierran.
                La 
                  forma de expresión de cada época, corresponde siempre a las 
                  características distintivas de ella. Nuestro siglo lleva en 
                  todas sus manifestaciones el sello de la velocidad, de la observación 
                  de conjunto. El hombre, esclavo del tiempo y de las normas de 
                  standarización del sistema industrial que nos domina, se revela, 
                  cuando tiene espíritu, contra esa exigencia de lo establecido; 
                  hay un ansia de renovación y originalidad, un rechazo interno 
                  hacia lo igual y cotidiano.
                Las 
                  formas grises y metálicas de las máquinas intervienen en todos 
                  los actos de la vida; aparece el arte de la creación en sí misma 
                  y con ella se altera totalmente el concepto de la belleza, a 
                  expensas de lo establecido por la naturaleza, y en beneficio 
                  del producto puramente cerebral.
                Desde 
                  que la historia recuerda, el hombre ha reproducido a la naturaleza 
                  en sus artes y en todas sus actividades constructivas; son escasísimas 
                  las creaciones realmente humanas que se apartan de la influencia 
                  del medio y que obedecen a un concepto original.
                Sólo 
                  a la llegada de nuestra época, el hombre crea efectivamente 
                  y hace intervenir en su vida a la máquina, elemento nuevo, producto 
                  legítimo de su inteligencia.
                Ante 
                  la obra creada, que cobra vida propia, presiente, tal vez, que 
                  puede abastecerse a sí mismo, crece su orgullo, y se siente 
                  por primera vez un poco Dios.
                Y 
                  esta actitud, germen de rebelión, trasciende al arte, busca 
                  en él satisfacción y lo marca con su huella.
                También 
                  la noción sintética del cinematógrafo, que encierra el espacio, 
                  el tiempo y la distancia en unos pocos metros cuadrados y en 
                  unos pocos minutos, se infiltra en nuestra generación con fuerza 
                  y profundidad; vemos los conjuntos, sintetizamos los grandes 
                  fenómenos en unas pocas manifestaciones que nos dan, sin reproducirlo, 
                  la sensación del todo. Con unos cuantos toques precisos y vigorosos, 
                  se sugiere el fenómeno total: precisando las imágenes más representativas, 
                  haciendo abstracción del tiempo y la distancia, o cambiando 
                  artificialmente las perspectivas, se pone a nuestro alcance, 
                  no sólo lo que el contacto de la realidad inmediata nos habría 
                  mostrado, sino que, detalles, puntos de vista, aspectos y correlaciones 
                  que, por el conocimiento directo, nos habrían pasado desapercibidas.
                En 
                  general, hoy día, ha variado fundamentalmente la forma como 
                  conocemos y percibimos la mayoría de los fenómenos que se desarrollan 
                  a nuestro alrededor.
                Hace 
                  30 años, para oír a un gran cantante o para escuchar un conjunto 
                  orquestal, se requería una preparación previa; el hecho material 
                  de salir a la calle e ir al teatro, obligaba a recorrer una 
                  serie de etapas que predisponían el sistema receptivo y que 
                  influían extraordinariamente en la impresión y en el conocimiento.
                Hoy 
                  el fenómeno ha cambiado. Gracias a la ciencia, el hombre puede, 
                  en un momento dado, como quien se echa al agua vestido, zambullirse 
                  en una sinfonía de Beethoven y, naturalmente, su impresión resulta 
                  influenciada en forma decisiva por esta falta de adaptación 
                  previa.
                De 
                  esta manera, la noción y el conocimiento que tenemos de las 
                  cosas, son diferentes, y nuestras reacciones tienen características 
                  que no pueden conformarse con las de las generaciones que nos 
                  precedieron.
                Hoy 
                  día somos menos profundos y menos trascendentes, pero, en cambio, 
                  tenemos una mayor capacidad de asimilación y una mayor rapidez 
                  para percibir los fenómenos en su totalidad.
                Esto, 
                  por lo demás, es una simple constatación de que no hay valores 
                  estacionarios y que todas nuestras nociones cambian y seguirán 
                  cambiando, a despecho de nosotros mismos. Cada generación trae 
                  su mensaje al cual no podrá oponerse la generación precedente.
                Como 
                  dice Jalil Gibran: somos el arco y nuestros hijos, las flechas; 
                  solo podemos intervenir en el impulso inicial e insensato seria 
                  tratar, después, de desviar su trayectoria.
                Y 
                  todo movimiento humano tiene su verdad en sí mismo y es respetable 
                  y verdadero desde que existe. No podemos aferrarnos ciegamente 
                  al pasado, cuando no está en nuestra mano detener el tiempo.
                Por 
                  otra parte, para analizar nuestra posición dentro de la poesía, 
                  como dentro de cualquiera otra manifestación artística nueva; 
                  para juzgar honradamente y comprender, debemos empezar por aceptar 
                  que todas las renovaciones de la cultura han tenido, de parte 
                  de la masa contemporánea, una desaprobación e incomprensión 
                  que no han impedido, sin embargo, el reconocimiento, más tarde, 
                  de sus calidades.
                La 
                  poesía nueva, como la música, aparece para quienes no están 
                  en su ambiente, desconcertante. Especialmente si se la juzga 
                  con el criterio y desde los puntos de vista de principios del 
                  siglo, resulta incomprensible y abstrusa.
                Debemos, 
                  en primer lugar, ponernos en situación de receptividad. No empecemos 
                  por hacer una definición de lo qué es la poesía, o de lo que 
                  deseamos encontrar en ella, para en seguida aplicarla a las 
                  composiciones que leemos. Comprendamos que las descripciones 
                  de lo que es la poesía, han sido hechas a posteriori, tomando 
                  de las composiciones consideradas como poéticas, sus condiciones 
                  comunes, para en seguida concluir su definición.
                El 
                  procedimiento referido podrá estar bien, mientras no aparezca 
                  una nueva obra de arte, que tenga otras características que 
                  la saquen del molde primitivo. En éste caso, lo lógico es ampliar 
                  el molde y no negar la calidad de obra de arte a la nueva creación.
                Para 
                  sentir, -no digo entender,- la poesía nueva y apreciar 
                  su belleza, necesitamos en primer lugar él deseo de sentir, 
                  y el abandono de los juicios preconcebidos que deformarían nuestra 
                  percepción. Debemos, además, tratar de sincronizarnos con el 
                  ambiente, ponernos a tono con el e interesarnos en su contenido. 
                  Si al oír una sinfonía no nos ponemos en ambiente, si mientras 
                  ella se desarrolla conversamos con nuestro vecino o miramos 
                  los gestos que hace él que toca el clarinete, no lograremos 
                  captar su mensaje. Debemos ponernos en condiciones de que la 
                  música penetre en nosotros, nos haga vibrar y produzca la emoción 
                  artística.
                Igual 
                  cosa sucede con la poesía nueva, que en muchos aspectos tiene 
                  las características de la obra de arte musical.
                A 
                  primera vista, parece extraño el que estas manifestaciones necesiten 
                  una explicación y requieran aptitudes especiales para ser comprendidas. 
                  Sin embargo, resulta natural si se considera, como dijimos al 
                  principio, que la obra de arte, que es una cristalización del 
                  momento que vive su creador, se ha hecho cada vez más cerebral 
                  y que sus modalidades, procedimientos y peculiaridades han cambiado 
                  casi bruscamente, junto con los criterios, puntos de vista y 
                  doctrinas que informan el contenido espiritual de nuestra época. 
                  Es que el cambio de las nociones de tiempo y distancia han permitido 
                  que una evolución que, dentro de los cánones de nuestros abuelos 
                  requería un siglo o más, se haya producido en 20 o 25 años. 
                  De aquí gran parte del desconcierto y de la dificultad de acomodación.
                Por 
                  otra parte, esta cosa nueva y aparentemente tan extraña, es 
                  tan antigua como la humanidad; es simple emoción artística profunda 
                  y expresada en forma, tal vez incomprensible para algunos, pero 
                  verdadera.
                Comprendemos, 
                  sin embargo, que para quienes han conocido el movimiento, más 
                  que todo pictórico y literario, nacido en Europa y especialmente 
                  en Francia después de la Gran Guerra, resulta más difícil enfrentarse 
                  confiadamente a los nuevos valores artísticos a que me estoy 
                  refiriendo. La tragedia macabra empezada en 1914 produjo un 
                  desorbitamiento indudable en la juventud de esa época, que, 
                  en un ambiente de locura y delirio revolucionario y destructor, 
                  vio nacer una serie de ensayos y tentativas, negadas a todo 
                  esfuerzo y tendientes a desconocer los valores establecidos 
                  y la necesidad del trabajo creador y laborioso.
                El 
                  dadaísmo, neo-impresionismo, surrealismo y otras orientaciones 
                  fugaces, nacidas sobre los nervios y las carnes maceradas de 
                  la juventud europea, crearon manifestaciones de tendencias artísticas 
                  que, en muchos casos extremos, como los de Max Ernst, Hans Arp, 
                  Joan Miró en la pintura; Francis Picabia y Tristán Tzara en 
                  la literatura, desconciertan, porque indudablemente lindan con 
                  lo patológico. Pero transcurrido ese período, humana consecuencia 
                  de la guerra, y sobre la tierra ferozmente removida, han nacido 
                  los valores artísticos definitivos de la época, que han captado 
                  lo real que existía en esas inquietudes y angustias y han creado 
                  obras de arte verdaderas.
                Debemos 
                  pensar que, por muy extraviados que nos parezcan los movimientos 
                  artísticos de la post-guerra, ellos eran producto de un estado 
                  de alma humano y colectivo y, por consiguiente, debían influir, 
                  con la verdad de su existencia, en la evolución mental y emotiva 
                  del hombre.
                Para 
                  asimilar estas nuevas tendencias, tenemos en Chile una dificultad 
                  que tal vez no existe en otras partes: aquí pretendemos de listos 
                  y de que, por consiguiente, nadie nos engaña. Esta característica 
                  se transforma, frente a las cosas nuevas, en una defensa inmediata; 
                  si no entendemos, si nos sorprende algo desacostumbrado, aparece 
                  nuestra reacción: ante el peligro de ser engañados preferimos 
                  negar y, con criterio burgués, no pecar de incautos.
                Bien 
                  es cierto también que dentro de toda evolución se albergan elementos 
                  audaces que tratan, a río revuelto, de hacerse reconocer talentos 
                  que no tienen; pero el tiempo y la falta misma de calidades 
                  artísticas se encargan de destacar, tarde o tempranos los verdaderos 
                  valores.
                Pero, 
                  desde luego, el que desconfíe y tema por su prestigio de hombre 
                  equilibrado, es mejor que renuncie a tiempo y no se interne 
                  por los nuevos caminos.
                La 
                  emoción artística, tan traída y llevada, es un estado de alma 
                  difícil de describir y explicar; más que todo la comprendemos 
                  como una reacción de nuestro espíritu en la que, además del 
                  sentimiento, intervienen e influyen también, poderosamente, 
                  nuestra imaginación y nuestra inteligencia.
                Puestos 
                  en actitud receptiva, la obra de arte nos invade y despierta 
                  en nosotros vibraciones desconocidas, levanta ecos de inquietudes 
                  o de imaginaciones que nos proporcionan agrados espirituales, 
                  en muchos casos casi físicos. Por caminos insospechados, el 
                  artista nos transporta y nos produce emociones presentidas, 
                  pero que habíamos sido incapaces de precisar.
                Cada 
                  una de las artes, tiene su modo peculiar de producir ese ardimiento 
                  interior, esa emoción vaga y muchas veces imprecisa, pero reciamente 
                  verdadera. Para nosotros la creación humana que produce esta 
                  vibración es, por sobre todo los cánones, obra de arte.
                En 
                  el caso de la poesía nueva, este estado emotivo y espiritual 
                  es más difícil de producir. En primer lugar, porque el sentimiento 
                  poético no es una característica muy común en el hombre y la 
                  poesía misma no puede generarlo si no existe, previamente, latente 
                  en el fondo del que lee o escucha. La composición poética da 
                  el diapasón, pone en vibración nuestra propia emoción; especialmente 
                  la poesía nueva no lleva, en su parte mecánica, todo el mensaje, 
                  y mal puede interpretarse, por consiguiente, literalmente.
                En 
                  este caso, podríamos decir con Amado Nervo: Dentro de 
                  ti está el secreto, si no lo llevas, inútil será que lo busques 
                  en los otros.
                Oímos 
                  decir: ¿Qué absurdo, qué significa la frase?
                 
                  ¡Hago 
                    girar mis brazos como dos aspas locas!
                    ¡En 
                    la noche toda ella de metales azules! [1]  
                
                Esto 
                  no tiene significado; ¡que no hay, aspas locas, ni la noche 
                  puede ser de metal!
                Nuestra 
                  primera impresión, es decir, también con Amado Nervo: No 
                  eches margaritas a los cerdos, pero tengamos paciencia.
                Tal 
                  como una frase aislada de una composición musical puede no decir 
                  nada, también en la poesía, dos versos desgajados de su ambiente 
                  pueden perder su valor y su significación; además, al desglosar 
                  una parte del todo, dejamos de mirar hacia adentro de nosotros 
                  mismos y perdemos, tal vez, la impresión que el conjunto nos 
                  produce. La frase es el instrumento, la herramienta de que se 
                  vale el poeta para llegar hasta nuestras fibras emotivas, hasta 
                  nuestra conciencia y también, muchas veces, hasta nuestra subconciencia 
                  guardadora de nuestras mejores y más puras impresiones. El verso, 
                  por otra parte, puede actuar por su sentido literal, por su 
                  valor de sugerencia, por su simple condición eufónica o por 
                  varias de estas cualidades a la vez. [2] 
                Muchas 
                  obras de arte, especialmente musicales y literarias, nos sugieren 
                  situaciones sentimentales o físicas que producen agrado o emoción 
                  artística y, sin embargo, rara vez esa sugerencia es el tema 
                  de la obra o de la situación inicial del autor, quien, partiendo 
                  de su propio estado espiritual, logra a través de su creación, 
                  develar nuestros sentimientos de belleza.
                En 
                  la poesía de nuestros días sucede algo semejante: es posible 
                  que dos personas tengan sugerencias diversas, sientan o comprendan 
                  un mismo poema en forma distinta, pero esto no desmedra, sino 
                  al contrario, universaliza el valor artístico y humano de la 
                  obra.
                Podríamos 
                  decir que el poeta lanza al espacio la vibración de su canto 
                  y cada uno lo repite hacia adentro como un eco. Según sea nuestro 
                  material, cobre, plata, metal vibrador o sorda madera, será 
                  la armonía que percibimos en nuestro interior.
                
                   II. PABLO NERUDA
                Tal 
                  vez algunos casos concretos nos permitan aclarar más los conceptos 
                  expuestos en la primera parte de este estudio. Examinemos algunas 
                  producciones de uno de nuestros valores literarios más discutidos: 
                  Pablo Neruda. En general, en este caso, hay pocos términos medios: 
                  o partidarios ardientes o detractores sin contemplación.
                Neruda 
                  es, sin duda, uno de los representantes más destacados de la 
                  actual generación de poetas nuevos. Para adentrarnos en su producción 
                  literaria, para mejor orientarnos y situarnos dentro de ella, 
                  trataremos de seguir al poeta en su evolución que, un síntoma 
                  curioso de anotar, es la misma experimentada por la mayoría 
                  de los valores poéticos de nuestros días. Aun aquellos que comenzaron 
                  a desarrollarse estéticamente a principios de este siglo, han 
                  sufrido una metamorfosis y una adaptación al medio, semejante.
                Federico 
                  García Lorca, Rafael Alberti, César Vallejo,  Carlos Pellicer 
                  y tantos otros han debido evolucionar, impulsados por el medio, 
                  hacia las formas nuevas, siguiendo trayectorias más o menos 
                  acentuadas, más o menos originales y valientes, pero evidentemente 
                  paralelas.
                Y 
                  esta curiosa transformación de la poesía hispanoamericana tiene 
                  una importancia indiscutible en la literatura universal, pues 
                  ella esa manifestación artística mas vigorosa, la más nueva 
                  y más verdadera del momento. [3] 
                Y 
                  ya que vamos a entrar en Neruda, no estará de más indicar que 
                  en el mismo estudio mencionado en la nota anterior se le considera 
                  uno de los poetas más profundos, potentes y verdaderos de nuestros 
                  días. [4] 
                Para 
                  poder seguir a Neruda en su trayectoria, y sobre todo, para 
                  dar oportunidad a los menos familiarizados con estas nuevas 
                  modalidades, para que se adapten al temperamento y mentalidad 
                  del poeta, empezaremos por considera su manifestación artística 
                  mas juvenil y, por ende, mas fácilmente comprensible.
                El 
                  año 1923, Neruda se puso al frente de la generación inquieta 
                  y altanera de esos días con Crepusculario. Publicado 
                  por la Editorial Claridad, de la Federación de Estudiantes, 
                  que diera vida a tantas páginas nuevas y valientes, y que alentara 
                  el nacimiento de la verdadera vida intelectual de nuestra juventud, 
                  produjo una sensación d asombro.
                Había 
                  nacido a la vida artística sudamericana, un valor poético indudable. 
                  El molde conocido, pero el contenido rico, sincero y vigoroso.
                Este 
                  primer libro, resulta hoy día fácilmente comprensible para cualquiera, 
                  pero entonces, hace 13 años se destacó como atrevido y rebelde.
                Farewell 
                  y Los Sollozos, Peleas y Melisande, poema sencillos y profundamente 
                  poéticos, esparcieron el nombre de Neruda entre la juventud.
                Aún 
                  cuando para la mayoría de quienes se hayan interesado por el 
                  desarrollo de nuestra literatura, estos poemas serán sobradamente 
                  conocidos, queremos insertar algunos trozos de ellos para que 
                  hablen por sí mismos y den la imagen del poeta de entonces.
                Dice Farewell. 
                  [5] 
                 
                  Desde 
                    el fondo de ti, y arrodillado,
                    un 
                    niño triste, como yo, nos mira.
                  Por esa 
                    vida que arderá en tus venas
                    tendrían 
                    que amarrarse nuestras vidas.
                  Por esas 
                    manos, bijas de tus manos,
                    tendrían 
                    que matar las manos mías.
                  Por sus 
                    ojos abiertos en la tierra
                    veré 
                    en los tuyos lágrimas un día.
                  Yo no 
                    lo quiero, Amada.
                    Para 
                    que nada nos amarre
                    que 
                    no nos una nada.
                  Ni la 
                    palabra que aromó tu boca,
                    ni 
                    lo que no dijeron las palabras.
                  Ni la 
                    fiesta de amor que no tuvimos,
                    ni 
                    tus sollozos junto a la ventana.
                
                Ya 
                  aquí podemos columbrar algo de lo que será el de mañana; se 
                  advierte ya su orientación hacia la sugerencia.
                 En 
                  seguida, entre paréntesis, como una reflexión baja dice:
                 
                  (Amo el 
                    amor de los marineros
                    que 
                    besan y se van.
                    Dejan 
                    una promesa.
                    No 
                    vuelven nunca más.
                    En 
                    cada puerto una mujer espera,
                    los 
                    marineros besan y se van.
                    Una 
                    noche se acuestan con la muerte
                    en 
                    el lecho del mar).
                
                Y 
                  continúa más adelante:
                 
                  Ya no 
                    se encantarán mis ojos en tus ojos,
                    ya 
                    no se endulzará junto a mí tu dolor.
                    Pero 
                    hacia donde vaya llevaré tu mirada
                    y 
                    hacia donde camines llevarás mi dolor.
                    Fui 
                    tuyo, fuiste mía. ¿Qué más? Juntos hicimos
                    un 
                    recodo en la ruta donde el amor pasó.
                    Fui 
                    tuyo. Fuiste mía. Tú serás del que te ame,
                    del 
                    que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
                    Yo 
                    me voy. Estoy triste; pero siempre estoy triste.
                    Vengo 
                    desde tus brazos. No sé hacia donde voy.
                    ... 
                    Desde tu corazón me dice adiós un niño.
                    Y 
                    yo le digo adiós.
                
                Estos 
                  poemas juveniles muestran el fondo poético y la riqueza imaginativa 
                  que, soleada por los años, debía dar el fruto sazonado y diferente.
                Pero, 
                  a pesar de ser ésta su primera creación, podemos descubrir claramente 
                  en Crepusculario, algunas de las características 
                  originales de nuestro poeta.
                En 
                  la primera estrofa de El Castillo Maldito ya la 
                  palabra golpeada y viril, que ha de ser más arma predilecta:
                 
                  Mientras 
                    camino, la acera va golpeándome los pies,
                    el 
                    fulgor de las estrellas me va rompiendo los ojos.
                    Se 
                    me cae un pensamiento como se cae una mies
                    del 
                    carro que tambaleando raya los pardos rastrojos.
                
                Y 
                  en Aromos rubios en los campos de Loncoche tenemos 
                  otro ejemplo:
                 
                  La pata 
                    gris del Malo pisó estas pardas tierras,
                    hirió 
                    estos dulces surcos, movió estos curvos montes,
                    rasguñó 
                    las llanuras guardadas por la hilera
                    rural 
                    de las derechas alamedas bifrontes.
                    
                  el agua 
                    entró en la tierra mientras la tierra huía
                    abiertas 
                    las entrañas y anegada la frente;
                    hacia 
                    los cuatro vientos en las tardes malditas, 
                    rodaban 
                    -ululando como tigres- los trenes.
                    Yo 
                    soy una palabra de este paisaje muerto,
                    yo 
                    soy el corazón de este cielo vacío;
                    cuando 
                    voy por los campos, con el alma en el viento,
                    mis 
                    venas continúan el rumor de los ríos.
                
                Aún 
                  el ritmo y la rima son precisos y se ajustan a los cánones; 
                  pero el temperamento levanta su espalda para desasirse... no 
                  ha llegado aún el momento de la plenitud, en que la emoción 
                  artística plasmará sus propias formas.
                Juntémonos 
                  en seguida a Neruda en El Hondero Entusiasta, una 
                  de sus publicaciones más conocidas, y que contiene poemas escritos 
                  hace 10 o 12 años, cuando las nuevas tendencias andaban todavía 
                  en busca de orientaciones.
                Ya 
                  en la primera página nos enfrentamos con la originalidad y el 
                  profundo sentido estético del poeta. Sin embargo, estamos todavía 
                  en un terreno relativamente conocido, a una distancia que aún 
                  puede medirse de los moldes llamados clásicos; pero se han reemplazado 
                  los motivos gastados y las formas representativas de una época 
                  pasada, por otros más en ambiente con nuestra hora.
                Los 
                  cisnes en la laguna, el rielar de la luna sobre 
                  el agua, las flores mustias de los prados, 
                  han dado paso al hondero que triza la frente de la noche 
                  o a la voz que arde en los vientos, o al cimbrar 
                  de las hondas que van volteando estrellas.
                Hay 
                  más virilidad, más concepción humana en estos poemas fuertes 
                  como gritos y tremolantes como imprecaciones. La mentalidad 
                  del poeta es la de nuestro momento; el romanticismo dulce y 
                  tranquilo ha dejado su lugar a este otro, romanticismo también, 
                  pero amargo y áspero, intranquilo y rebelde.
                Esta 
                  fase de la obra de Neruda tiene especial interés, pues nos muestra 
                  el momento en que la inquietud del poeta salta a la superficie 
                  de la tierra y trata de comprender el misterio de nuestra existencia.
                Lanza 
                  al espacio sus piedras, y experimenta la extraña 
                  sensación, de ver que ellas rebotan en la bóveda del más allá 
                  y vuelven a herirlo en la frente.
                Es 
                  la primera incursión del hombre en la vida; es la primera vez 
                  que la amargura del desengaño golpea a los ojos del iluminado. 
                  
                Dice:
                 
                  Hago girar 
                    mis brazos como dos aspas locas
                    en 
                    la noche, toda ella de metales azules.
                  Hacia 
                    donde las piedras no alcanzan y retornan,
                    Hacia 
                    donde los fuegos obscuros se confunden.
                    Al 
                    pie de las murallas que el viento inmenso abraza
                    Corriendo 
                    hacia la muerte como un grito hacia el eco.
                  El lejano, 
                    hacia donde no hay más que la noche
                    y 
                    la ola del designio y la cruz del anhelo.
                    Dan 
                    ganas de gemir el más largo sollozo.
                    de 
                    bruces frente al muro que azota el viento inmenso.
                     
                    
..
                  Gira mi 
                    brazo entonces y centellea mi alma.
                    Se 
                    trepan los temblores a la cruz de mis cejas.
                    He 
                    aquí mis brazos fieles! He aquí mis manos ávidas!
                    He 
                    aquí la noche absorta! Mi alma grita y desea!
                    He 
                    aquí los astros pálidos todos llenos de enigmas!
                    He 
                    aquí mi sed que aúlla sobre mi voz ya muerta!
                    He 
                    aquí los cauces locos que hacen girar mis hondas!
                    Las 
                    voces infinitas que preparan mi fuerza!
                    Y 
                    doblado en un nudo de anhelos infinitos,
                    en 
                    la infinita noche, suelto y suben mis piedras.
                    
                  He aquí 
                    mi voz extinta. He aquí mi alma caída.
                    Los 
                    esfuerzos baldíos. La sed herida y rota.
                    He 
                    aquí mis piedras ágiles que vuelven y me hieren.
                    Las 
                    altas luces blancas que bailan y se extinguen.
                    Las 
                    húmedas estrellas absolutas y absortas.
                    He 
                    aquí las mismas piedras que alzó mi alma en combate
                    He 
                    aquí la misma noche desde donde retornan.
                
                Y 
                  en estos poemas lo vemos también, por primera vez, frente a 
                  la mujer; y su encuentro tiene el mismo gesto encendido y fuerte:
                 
                  Sumérgeme 
                    en tu nido de vértigo y caricia.
                    Anhélame, 
                    retiéneme.
                    La 
                    embriaguez a la sombra florida de tus ojos,
                    las 
                    caídas, los triunfos, los saltos de la fiebre.
                    Ámame, 
                    ámame, ámame.
                    De 
                    pie te grito. Quiéreme.
                    Rompo 
                    mi voz gritándote y hago horarios de fuego
                    en 
                    la noche preñada de estrellas y lebreles.
                    Rompo 
                    mi voz y grito: Mujer, ámame, anhélame
                    Mi 
                    voz arde en los vientos, mi voz que cae y muere.
                
                Y 
                  al cambiar la mentalidad, y al cambiar el ambiente en que el 
                  poeta, proletario de este siglo, vive, se trastornan también 
                  las formas de expresión, y el modo de reaccionar ante los hechos.
                Hace 
                  pocos días leíamos en un diario de Santiago a un señor que, 
                  opinando sobre poesía, decía: No podemos aceptar píe a 
                  la luna se la llame enemiga, o dura o amarga... la luna como 
                  la han cantado todos los verdaderos poetas (entre los que citaba 
                  al venerable don Gaspar Núñez de Arce (?), es dulce, suave. 
                  Naturalmente que para quienes discurren en esta forma, resulta 
                  del todo imposible apreciar las creaciones poéticas de hoy y 
                  sería trabajo perdido el intentar convencerlos... pero sigamos, 
                  para los otros.
                La 
                  luna, como cualquiera otra realidad, física o espiritual, no 
                  es, en si misma, de una u otra manera, sino que 
                  es como el poeta la ve y la siente. El bohemio y 
                  romántico del siglo XIX, que recitaba sus madrigales en los 
                  salones galantes, o discurría sobre metafísica en los cafés 
                  iluminados a gas, hablaba de la pálida amiga; pero 
                  el hombre que se debate en un ambiente de lucha social, esclavo 
                  de un sistema miserable e injusto, que siente la cadena de galeote 
                  que lo ata al trabajo duro e inevitable, que respira en una 
                  atmósfera metálica, fría y cruel y que ve su personalidad sumergirse 
                  en lo vulgar y semejante, en el gris acero de los días iguales 
                  y monótonos, se revela, y, seguramente, la luna le resulta amarga 
                  y odiosa.
                Se 
                  comprende entonces que ese poeta diga como Neruda:
                 
                  Sucede 
                    que me canso de ser hombre.
                    Sucede 
                    que me canso de mis pies y mis uñas
                    Y 
                    mi pelo y mi sombra
                
                
y 
                  agregue más adelante:
                 
                  No quiero 
                    seguir siendo raíz en las tinieblas,
                    vacilante, 
                    extendido, tiritando de sueño,
                    hacia 
                    abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
                    absorbiendo 
                    y pensando, comiendo cada día.
                
                Este 
                  poema encierra, como en un símbolo, el grito de nuestra hora.
                Vivimos 
                  un momento de incertidumbre en el que se respira odio y desconfianza, 
                  en el que los hombres crispan sus manos y piensan sólo en satisfacer 
                  sus apetitos con olvido de toda justicia y solidaridad humanas.
                Y 
                  en este ambiente de lucha permanente, la vida nos resulta muchas 
                  veces amarga y sentimos el cansancio de ser hombres.
                Millares 
                  de miserables desheredados arrastran sus existencias, atados 
                  a la cadena del trabajo doloroso, sin ilusiones y sin esperanzas 
                  para el mañana.
                El 
                  trabajo puede ser ensalzado cuando se ejercita conscientemente, 
                  para propio beneficio y por propia voluntad, cuando proporciona 
                  lo necesario para mantener el rango y la dignidad del hombre. 
                  Pero el trabajo que sufren los esclavos de hoy, ensalzado y 
                  proclamado como suprema razón de vida por los poderosos, constituye 
                  un oprobio y una ignominia: es el trabajo de la masa que sólo 
                  permite al individuo subsistir, apenas físicamente, para permanecer 
                  atado a él y dar vueltas sin cesar, sin aspiración de mejoramiento, 
                  sin futuro de perfección, alrededor de la boca negra de la noria.
                Neruda 
                  ha oído este reclamo de rebeldía y con ello justifica su condición 
                  de poeta universal, de poeta nuestra hora.
                Pero 
                  hay algo más. La poesía y la inspiración no han sido halladas 
                  en el campo alegre y soleado en que cosecharon los literatos 
                  del siglo pasado. El artista de hoy, ha bajado a la miseria 
                  humana, ha rebuscado entre su material sucio y áspero y ha sabido 
                  recoger la vibración que había en él. Aspiraciones, anhelos 
                  de elevación, rebeldía del espíritu, vibraciones profundas de 
                  la masa, aparentemente descolorida y sorda, han sido hechas 
                  canto y emoción.
                Todo 
                  lleva el reflejo de esta hora trágica; de esta etapa de la vida 
                  del hombre en que, después de muchos siglos, la masa entra en 
                  acción por sí misma, en justicia, pero grosera y brutalmente. 
                  Y el poeta verdadero es una cristalización de los mejores valores 
                  espirituales de su tiempo; él capta el ambiente y lo interpreta 
                  y lo comprende.
                Cosa 
                  curiosa, sin embargo, esta cualidad del artista, que debiera 
                  hacer que sus contemporáneos lo comprendieran mejor, es precisamente 
                  la que lo hace incomprensible para muchos; nunca una hora de 
                  la humanidad puede ser juzgada por los hombres que la viven; 
                  falta perspectiva y tiempo para que los acontecimientos tomen 
                  sus verdaderas proporciones y adquieran sus valores. El artista, 
                  al captar, inconscientemente casi, el espíritu de su época, 
                  es como un atalaya que emerge de la vida y se adelanta a marcar 
                  sus caracteres, ante la incomprensión, casi siempre, de sus 
                  contemporáneos.
                Resulta 
                  cansado, por lo mucho que se ha repetido, decir que los grandes 
                  artistas fueron incomprendidos por la masa que vivió yunto a 
                  ellos; y esta afirmación se acentúa cuando se trata de innovadores 
                  que representan modificaciones profundas en los estratos de 
                  la vida humana. Pensemos entonces en lo que debe suceder hoy 
                  que contamos con los cambios hondos y violentos de los últimos 
                  años. El arte ha tenido aún que anticiparse a este vendaval 
                  de velocidades. 
                Basta 
                  que miremos 30 años atrás: 1905. José Asunción Silva con su 
                  Nocturno, era entonces, 10 años después de su muerte, 
                  un innovador. Todavía en 1915 la generación anterior a la nuestra 
                  se horrorizaba ante las libertades de este poeta sin respeto 
                  por los cánones. Hoy, en que el Nocturno se ha confundido 
                  con todas las demás composiciones románticas, son Solo 
                  la Muerte o Rojas Jiménez viene volando, los 
                  poemas que arrancan dicterios de indignación a los que miran 
                  hacia atrás. Es cuestión de tiempo para que la historia se repita 
                  habiendo recorrido un jalón más.
                Pero 
                  el hombre joven, física o mentalmente, puede y debe adelantarse 
                  a ese ciclo y vibrar contemporáneamente con los artistas que 
                  encarnan su época.
                Volvamos 
                  a Neruda. A lo largo de su evolución, se va haciendo más universal; 
                  va identificándose más con las características de nuestra civilización: 
                  impresión de conjunto, abstracción del tiempo, creaciones atrevidas 
                  del cerebro humano... y los poemas se van haciendo cada vez 
                  más sinfónicos.
                Saltemos 
                  rápidamente a los Veinte Poemas, publicados en plena 
                  eclosión de las tendencias nuevas. Todavía, dentro de una novedad 
                  atrevida de la forma, está la poesía y el sentimiento tan a 
                  flor de piel, que cualquiera podrá apreciar la extraordinaria 
                  belleza y emotividad de los poemas. El vigor artístico formidable 
                  de Neruda y la concepción cerebral impetuosa, aparecen tras 
                  cada composición.
                Hay 
                  una inefable originalidad en la forma de sugerir, pues Neruda 
                  no describe, sugiere; entre sus versos quedan prendidas las 
                  entre líneas que despiertan la intimidad de nuestra emoción 
                  poética.
                Tomemos 
                  al azar cualquiera de sus composiciones.
                Refiriéndose 
                  a las imágenes y a la emoción que la noche proyecta ante nuestros 
                  sentidos, y evocando cómo, en sí mismo, el espacio está vacío 
                  de realidad y lo que en él vemos es sólo el producto de nuestro 
                  propio yo que se refleja en la naturaleza, dice en el poema 
                  2:
                 
                  Del sol 
                    cae un racimo en tu vestido obscuro.
                    De 
                    la noche las grandes raíces
                    crecen 
                    de súbito desde tu alma,
                    y 
                    a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,
                    de 
                    modo que un pueblo pálido y azul
                    de 
                    ti recién nacido se alimenta.
                
                El 
                  pensamiento es tan viejo como la poesía, pero la forma de decirlo 
                  es diáfana y nueva.
                Más 
                  adelante deja brotar su caudal puro y transparente y, en un 
                  poema que es agua cristalina, nos da algo del secreto de su 
                  forma poética: el lenguaje no es capaz de traducir la inspiración, 
                  y las palabras dan sólo una imagen borrosa de su riqueza.
                 
                  Entre 
                    los labios y la voz, algo se va muriendo.
                    Algo 
                    con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
                    Así 
                    como las redes no retienen el agua.
                    Muñeca 
                    mía, apenas quedan gotas temblando.
                    Sin 
                    embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
                    Algo 
                    canta, algo sube basta mi ávida boca.
                    Oh 
                    poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
                    Cantar, 
                    arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
                    Triste 
                    ternura mía, qué te haces de repente?
                    Cuando 
                    he llegado al vértice más atrevido y frío mi
                    corazón 
                    se cierra como una flor nocturna.
                
                Con 
                  una diafanidad maravillosa, dejándola casi intocada, aparece 
                  la idea poética y queda prendida entre las líneas del verso.
                En 
                  seguida, en el poema 11, hay una mezcla curiosa de imaginación, 
                  de sentimiento y poesía que da la sensación de una sinfonía 
                  orquestal.
                 
                  Casi fuera 
                    del cielo ancla entre dos montañas
                    la 
                    mitad de la luna
                    Girante, 
                    errante noche, la cavadora de ojos.
                    A 
                    ver cuántas estrellas trizadas en la charca.
                    Hace 
                    una cruz de luto entre mis cejas, huye.
                    Fragua 
                    de metales azules, noche de las calladas luchas,
                    mi 
                    corazón da vueltas como un volante loco 
                    
.
                    Viento 
                    de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa, tu raíz soñolienta
                    Desarraiga 
                    los grandes árboles al otro lado de ella.
                    Pero 
                    tú, clara niña, pregunta de humo, espiga.
                    Era 
                    la que iba formando el viento con hojas iluminadas.
                
                Finalmente, 
                  algunos trozos que nos muestran la fibra virilmente amorosa 
                  y ese aspecto del amor, fuerte y sin falso, matices de gazmoñería, 
                  tal como lo sentimos en nuestra hora en que el límite que une 
                  el espíritu a la materia se ha hecho más vasto. Amor que es 
                  vibración de la naturaleza limpio de prejuicios y en libertad.
                Se 
                  ha tildado a Neruda de materialista, porque hace intervenir 
                  a la materia en todos sus poemas.
                Yo 
                  diría, sin embargo, que Neruda es esencialmente espiritual y 
                  que ha logrado percibir la vibración íntima que se esconde dentro 
                  de la materia; ha descubierto esa lucha interior de vida que 
                  palpita dentro de ella y la ha ennoblecido. Así, lejos de empequeñecer 
                  y desmedrar su obra poética, le ha dado grandeza al ensanchar 
                  los límites de lo espiritual. Espíritu y materia avanzan uno 
                  en sentido del otro y se confunden, dentro de su canto, en un 
                  todo armónico.
                 
                  Poema 
                    14.
                  
.
.
                    Ahora, 
                    ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
                    y 
                    tienes hasta los senos perfumados.
                    Mientras 
                    el viento triste galopa matando mariposas
                    yo 
                    te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
                  Cuánto 
                    te habrá dolido acostumbrarte a mí,
                    a 
                    mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
                    Hemos 
                    visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
                    y 
                    sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos 
                    girantes.
                  Mis palabras 
                    llovieron sobre ti acariciándote.
                    Amé 
                    desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
                    Hasta 
                    te creo dueña del universo.
                    Te 
                    traeré de las montañas flores alegres, copihues,
                    avellanas 
                    obscuras y cestas silvestres de besos.
                    Quiero 
                    hacer contigo
                    lo 
                    que la primavera hace con los cerezos.
                
                En 
                  seguida en el poema 15, siempre en ese tono diáfano y lejano.
                 
                  Me gustas 
                    cuando callas, porque estás como ausente
                    y 
                    me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
                    Parece 
                    que los ojos se te hubieran volado,
                    y 
                    parece que un beso te cerrara la boca.
                    
.
                  Déjame 
                    que te hable también con tu silencio
                    claro 
                    como una lámpara, simple como un anillo.
                    Eres 
                    como la noche, callada y constelada.
                    Tu 
                    silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
                
                No 
                  hay, en la simplicidad transparente de estas estrofas una sola 
                  palabra perdida y quedan vibrando entre los versos las frases 
                  no pronunciadas...
                En 
                  el poema 20 aparece el hombre y las frases se hacen más cálidas 
                  y más precisas. Dice en la primera línea:
                 
                  Puedo 
                    escribir los versos más tristes esta noche.
                    Escribir 
                    por ejemplo: La noche está estrellada,
                    y 
                    tiritan, azules, los astros, a lo lejos.
                
                Y, 
                  después de predisponernos, dice más adelante su grito dolorido.
                 
                  En las 
                    noches como ésta la tuve entre mis brazos.
                    La 
                    besé tantas veces bajo el cielo infinito.
                    Ella 
                    me quiso, a veces yo también la quería.
                    Cómo 
                    no haber amado sus grandes ojos fijos.
                    
                  Como para 
                    acercarla mi mirada la busca.
                    Mi 
                    corazón la busca y ella no está conmigo.
                    
                  De otro. 
                    Será de otro. Como antes de mis besos.
                    Su 
                    voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
                    Ya 
                    no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
                    Es 
                    tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
                    Porque 
                    en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
                    mi 
                    alma no se contenta con haberla perdido.
                
                |Finalmente, 
                  en la Canción Desesperada, quita la sordina para 
                  gritar su canto:
                 
                  Era la 
                    alegre hora del asalto y el beso.
                    La 
                    hora del estupor que ardía como un faro.
                    Ansiedad 
                    de piloto, furia de buzo ciego,
                    turbia 
                    embriaguez de amor, ¡todo en ti fue naufragio!
                    Te 
                    ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
                    Te 
                    tumbó la tristeza, ¡todo en ti fué naufragio¡
                  Hice retroceder 
                    la muralla de sombra,
                    Anduve 
                    más allá del deseo y del acto.
                  Oh carne, 
                    carne mía, mujer que amé y perdí,
                    A 
                    ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
                    
                  Era la 
                    sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
                    Era 
                    el duelo, las ruinas, y tú fuiste el milagro.
                  Ah mujer, 
                    no sé cómo pudiste contenerme
                    en 
                    la tierra de tu alma y en la cruz de tus brazos!
                    
                  Mi deseo 
                    de ti fue el más terrible y corto
                    el 
                    más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
                    
                  Oh la 
                    boca mordida, oh los besados miembros,
                    oh 
                    los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
                    Oh 
                    la cópula loca de esperanza y esfuerzo
                    en 
                    que nos anudamos y nos desesperamos.
                    Y 
                    la ternura, leve como el agua y la harina.
                    Y 
                    la palabra apenas comenzada en los labios.
                
                Y 
                  como en estas composiciones, en todas las de este pequeño volumen, 
                  la poesía de Neruda alcanza una transparencia vigorosa y un 
                  sentimiento hondo en un estilo nuevo, original, bordado de figuras 
                  y evocaciones que, a su belleza, agregan el mérito de su inteligencia 
                  y de su imaginación fresca y ágil.
                Ya 
                  en estos poemas se divisa la nueva personalidad que la vida 
                  va plasmando en Neruda. Su inteligencia, su imaginación y su 
                  talento artístico, lo llevan valerosamente al camino intransitado. 
                  Finalmente, ha aparecido el hombre que ha cruzado todos los 
                  mares bajo todos los vientos, y que se ha impregnado de la modalidad 
                  del siglo. Entra en la literatura pisando reciamente, consciente 
                  de la personalidad que se ha cristalizado en él como un valor 
                  definitivo. Todo lo leído, que hasta ayer le sonaba como cosa 
                  propia, ha desaparecido ante la presencia de sus propios medios 
                  y de su propio camino.
                A 
                  esta altura, y para juzgar de la originalidad y firmeza del 
                  poeta, para comprender la honradez de su masculinidad poética 
                  y de su modalidad expresiva, queremos referirnos a un poema 
                  inédito titulado Aquí estoy.
                Desgraciadamente, 
                  se trata de una composición que, por su índole personal, no 
                  puede ser dada a conocer totalmente y que, por el lenguaje crudo 
                  que en ella se emplea, debe quedar al margen de lo que puede 
                  publicarse. Sin embargo recurrimos a este poema, porque es de 
                  un interés extraordinario para valorizar a Neruda. El poeta, 
                  puesto frente frente de algunos de sus detractores, quienes, 
                  según él, han usado malas armas, deja brotar el caudal de su 
                  indignación y de su orgullo.
                Resulta 
                  extraño ver a Pablo Neruda, el hombre tranquilo por excelencia, 
                  levantarse ardiente de ira y de desprecio. Como un torrente 
                  que se despeña desde lo alto, rueda su imprecación.
                Y 
                  lo vemos cara al sol en la cima de la montaña.
                 
                  Aquí estoy 
                    con mis labios de hierro
                    y 
                    un ojo en cada mano,
                    y 
                    con mi corazón completamente,
                    y 
                    viene el alba y viene
                    el 
                    alba, y viene el alba
                    y 
                    estoy aquí a pesar
                    de 
                    perros, a pesar
                    de 
                    lobos a pesar
                    de 
                    pesadillas,
                    a 
                    pesar de pesares
                    estoy 
                    lleno de lágrimas y amapolas cortadas
                    y 
                    pálidas palomas de energías,
                    y 
                    con todos los dientes y los dedos escribo
                    y 
                    con todas las materias del mar,
                    con 
                    todas las materias del corazón escribo.
                    
                  tengo 
                    lleno de pájaros el pelo,
                    tengo 
                    poesía y vapores,
                    cementerios 
                    y casas
                    gente 
                    que se ahoga,
                    incendios,
                    en 
                    mis veinte poemas.
                    
                  a mí no 
                    me alcanzáis ni con anónimos
                    ni 
                    con saliva,
                    existo, 
                    entre los metales y la harina y las olas,
                    entre 
                    el mundo y el cielo, con un corazón lleno de sangre y de rocío.
                  No villanos,
                    a 
                    mí no me engañáis,
                    si 
                    el mundo se transforma,
                    caed 
                    a la ciénaga, al luto y a la lepra,
                    al 
                    francés y a la megalomanía,
                    vargas 
                    vilas con cabezas de zorras,
                    d'annunzios 
                    de a cuarenta,
                    a 
                    mí no me asustáis,
                    con 
                    pequeños insultos, que podéis repetir llenos
                    de 
                    gozo a vuestras enfermeras,
                    aquí 
                    estoy
                    echando 
                    hasta morirme poemas por los dientes,
                    hasta 
                    que me matéis,
                    a 
                    veneno y a sombra.
                    
                  Yo he 
                    conocido rebeldes. Artesanos,
                    poetas 
                    de frente limpia y de manos limpias,
                    seres 
                    humanos,
                    pero 
                    no peste y lepra y pus y callos
                    como 
                    vosotros.
                    Conocedme:
                    Soy 
                    el que sabe y el que canta, y no podréis matarme
                    aun 
                    cuando os partáis las venas
                    y 
                    volváis a nacer otra vez entre orines.
                    
                  Adiós 
                    a muerte,
                    adiós a vida,
                    fracasados,
                    Aquí estoy con harinas y cimientos,
                    aquí estoy haciendo pájaros,
                    aquí estoy solo.
                    Venid horribles seres muertos
                    a clavar cadáveres en mi alma,
                    para que en vuestra muerte,
                    en 
                    el horrible olor a muerte de vuestras muertes,
                    os 
                    ayude a salir de las tumbas amargas,
                    en 
                    que estaréis llenos de baba pútrida, con el olvido a cuatro 
                    labios,
                    y 
                    una víbora negra en la garganta. [6] 
                
                El 
                  lenguaje brutal del poema, y el estar dirigido contra personas 
                  a quienes no tenemos por qué lastimar, nos priva de dar a la 
                  publicidad el total.
                Sin 
                  embargo, de los fragmentos transcritos, fluye toda la fuerza, 
                  la rebeldía y la musicalidad natural e inconsciente de la poesía 
                  de Neruda. En este momento en que, fuera de sí, deja abiertas 
                  las compuertas de su indignación, nos da una obra que nos permite 
                  escudriñar y analizar en toda su plenitud la modalidad propia 
                  de su verso y la sinceridad de su forma expresiva.
                
                  _________________
                Estamos 
                  ya en la época de Residencia en la tierra; al llegar 
                  a esta fase de su trayectoria, el artista ha franqueado la cumbre 
                  de su ascensión y ha entrado al otro lado de la montaña, plenamente 
                  en el siglo amargo y desorientado en que vivimos, en este siglo 
                  lleno de anhelos imprecisos y enfermo de la lucha de clases.
                Y 
                  de entre todo ese conglomerado vulgar, vasto y sin rumbo, ha 
                  captado el despertar del espíritu, el ansia de liberación y 
                  ha comprendido la búsqueda de la vibración interior de la materia. 
                  Un camino nuevo se ha abierto ante el artista: una poesía más 
                  verdadera, que no excluye ni acepta nada deliberadamente, pero 
                  que se asimila a la vida y en la que las miserias del ser, y 
                  los detalles aparentemente innobles del diario devenir, van 
                  dejando su huella.
                Entra 
                  a tientas, tratando de explicarse sus propias sensaciones. Dice 
                  en el primer poema:
                 
                  Como cenizas, 
                    como mares poblándose,
                    en 
                    la sumergida lentitud, en lo informe,
                    o 
                    como se oyen desde el alto de los caminos
                    cruzar 
                    las campanas en cruz,
                    
                  Aquello 
                    todo rápido, tan viviente,
                    inmóvil 
                    sin embargo, como la polea loca en si misma,
                    esas 
                    ruedas de los motores, en fin.
                    
                
                Y 
                  más adelante en este poema:
                El 
                  día de los desventurados, el día pálido se asoma con un desgarrador 
                  olor frío, con sus fuerzas en gris, sin cascabeles, goteando 
                  el alba por todas partes: es un naufragio en el vacío, con un 
                  alrededor de llanto.
                |  Ya 
                  está solo, abiertos los brazos, mirando a lo lejos y lanzando 
                  su canto que es orquestación y sugerencia enorme.
                Y 
                  nos da todo ese conjunto maravilloso, un poco opaco y áspero, 
                  a primera vista, algo desconcertante por lo nuevo y lo atrevido, 
                  y que se adentra en nuestros problemas que creíamos tan ocultos 
                  a las miradas curiosas y que, sin embargo, resultan ahora universales.
                Sería 
                  reproducir todo el libro, o alargarnos demasiado, hacer su comentario 
                  completo. Sin embargo, para dar una primera impresión de la 
                  labor definitiva de Neruda, queremos referirnos a tres poemas 
                  especialmente representativos y, al mismo tiempo, sencillos 
                  y fáciles de asimilar desde el primer momento.
                Primero 
                  es El fantasma del buque de carga, poesía pura, 
                  sugerente a lo Edgar Poe, un poco trágica, de emotividad fascinante.
                 
                  
                    Y 
                    un olor y rumor de buque viejo,
                    de 
                    podridas maderas y hierros averiados,
                    y 
                    fatigadas máquinas que aúllan y lloran
                    empujando 
                    la proa, pateando los costados,
                    mascando 
                    lamentos, tragando y tragando distancias,
                    haciendo 
                    un ruido de agrias aguas sobre agrias aguas,
                    moviendo 
                    el viejo buque sobre las viejas aguas.
                  Bodegas 
                    interiores, túneles crepusculares
                    que 
                    el día intermitente de los puertos visita:
                    sacos, 
                    sacos, que un Dios sombrío ha acumulado
                    como 
                    animales grises, redondos y sin ojos,
                    con 
                    dulces orejas grises
                
                En 
                  esta forma maravillosamente musical y poética nos predispone
 
                  el ambiente se hace denso y más adelante llega:
                 
                  Olor de 
                    cuero y tela densamente gastados
                    y 
                    cebollas, y aceite, y aun más,
                    olor 
                    de alguien flotando en los rincones del buque
                    olor 
                    de alguien sin nombre,
                    que 
                    baja como una ola de aire las escalas,
                    y 
                    cruza corredores con su cuerpo ausente,
                    y 
                    observa con sus ojos que la muerte preserva.
                
                Habría 
                  que reproducir el poema todo, su conjunto admirable de descripción 
                  sugerida, de emoción que se nos mete entre cuero y carne... 
                  hay que leerlo lentamente y en voz baja, que las palabras se 
                  hacen pesadas y se arrastran.
                Más 
                  adelante...
                 
                  Sin gastarse 
                    las aguas, sin costumbre ni tiempo,
                    verdes 
                    de cantidad, eficaces y frías,
                    tocan 
                    el negro estómago del buque y su materia
                    lavan, 
                    sus costras rotas, sus arrugas de hierro,
                    
                
                ¡Qué 
                  poder de evocación, qué maestría y qué discreción en el uso 
                  del epíteto y de la idea nueva!
                Logra 
                  Neruda en esta composición hacer intervenir la emoción espiritual, 
                  a aquellos aspectos materiales de vida, aparentemente insignificantes 
                  y mezquinos. Toda descripción sugerida está formada por esos 
                  pequeños detalles, cuyas existencias propias marcan el fenómeno 
                  total un carácter determinado, e influyen, sin que nos apercibamos, 
                  en la vibración emocional del conjunto.
                Neruda 
                  huye de la frase total y presuntuosa y, entrando a la constitución 
                  íntima del fenómeno y de la emoción los reproduce, de lo simple 
                  a lo compuesto.
                 
                  Sin gastarse 
                    las aguas, sin costumbre ni tiempo,
                    verdes 
                    de cantidad, eficaces y frías
                
                Por 
                  un procedimiento nuevo y diferente nos da, en forma precisa, 
                  la sensación de inmensidad y de angustiosa grandeza del mar.
                Y 
                  dejamos al lector con el deseo de conocer el poema completo, 
                  una de las composiciones más profundamente poéticas de la literatura 
                  hispanoamericana.
                Iniciando 
                  casi el segundo tomo encontramos uno de sus poemas más fuertes 
                  y representativos, más impregnados de la cerebralidad de nuestro 
                  momento y de más valentía en el concepto.
                Sólo 
                  la Muerte, se llama.
                 
                  Hay cementerios 
                    solos,
                    tumbas 
                    llenas de huesos sin sonido,
                    el 
                    corazón pasando un túnel
                    oscuro, 
                    oscuro, oscuro,
                    como 
                    un naufragio hacia adentro nos morimos,
                    como 
                    ahogarnos en el corazón,
                    como 
                    irnos cayendo desde la piel al alma.
                
                En 
                  este tono gris y frío, que emociona y se adentra en el espíritu, 
                  sigue y dice más adelante:
                 
                  A lo sonoro 
                    llega la muerte
                    como 
                    un zapato sin pie, con un traje sin hombre,
                    llega 
                    a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
                    llega 
                    a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
                
                Hay 
                  un modo nuevo de decir todo lo viejo que llevamos dentro de 
                  nosotros:
                 
                  la muerte 
                    está en la escoba,
                    es 
                    la lengua de la muerte buscando muertos,
                    es 
                    la aguja de la muerte buscando hilo,
                    
                  La muerte 
                    está en los catres,
                    en 
                    los colchones lentos, en las frazadas negras,
                    vive 
                    tendida,
                
                También 
                  aquí Neruda usa su nuevo procedimiento. La muerte y las pequeñas 
                  miserias que la rodean, cobran ambiente sordo, de grieta por 
                  la cual se escapa la vida. Todas esas sensaciones inconfesadas 
                  y que tal vez no recordamos haber experimentado, vibran sutil 
                  y calladamente dentro de nosotros, al influjo de su verso.
                No 
                  es la frase ampulosa y generalizadora. Nuevamente el crecer 
                  de adentro a afuera, el componer de lo pequeño a lo macizo.
                Hay 
                  tragedia y dolor y sentimiento profundo en sus versos. Usa recursos 
                  valiosísimos para despertar en nosotros visiones o estados de 
                  alma imposibles de describir directamente.
                Llegamos 
                  finalmente a uno de sus poemas más discutidos:
                Rojas 
                  Jiménez, viene volando
                Por 
                  sobre todo, y sin tratar de entrar a sus detalles, este poema 
                  es eminentemente sinfónico y orquestal; el ritmo y la armonía 
                  brotan inconscientemente y hacen de él un conjunto grandioso. 
                  El poeta amigo ha muerto y su recuerdo y su espíritu y todo 
                  él se encuentran ligados al camino de la vida.
                 
                  Bajo las 
                    tumbas, bajo las cenizas,
                    bajo 
                    los caracoles congelados,
                    bajo 
                    las últimas aguas terrestres,
                    vienes 
                    volando.
                    
                  Más allá 
                    de de la sangre y de los huesos,
                    más 
                    allá del pan, más allá del vino,
                    más 
                    allá del fuego,
                    vienes 
                    volando.
                    
                  Junto 
                    a bodegas donde el vino crece
                    con 
                    tibias manos turbias, en silencio,
                    con 
                    lentas manos de madera roja,
                    vienes 
                    volando.
                    
                  Sobre 
                    dentistas y congregaciones,
                    sobre 
                    cines, y túneles, y orejas,
                    con 
                    traje nuevo y ojos extinguidos,
                    vienes 
                    volando.
                    
                  No estás 
                    allí, rodeado de cemento,
                    y 
                    negros corazones de notarios,
                    y 
                    enfurecidos huesos de jinetes:
                    vienes 
                    volando.
                    
                
                Oh 
                  amapola marina, oh deudo mío,
                  oh 
                  guitarrero vestido de abejas,
                  no 
                  es verdad tanta sombra en tus cabellos:
                  vienes 
                  volando.
                  
                 
                  No es 
                    verdad tanta sombra persiguiéndote,
                    no 
                    es verdad tantas golondrinas muertas,
                    tanta 
                    región oscura con lamentos:
                    vienes 
                    volando.
                    
                  Hay vapores 
                    y un frío de mar muerto
                    y 
                    silbato y meses y un olor
                    de 
                    mañana lloviendo y peces sucios:
                    vienes 
                    volando.
                    
                  Oigo tus 
                    alas y tu lento vuelo
                    y 
                    el agua de los muertos me golpea
                    como 
                    palomas ciegas y mojadas:
                    vienes 
                    volando.
                    
                
                Ya 
                  no es el dolor romántico y ponderado tan cantado por los poetas 
                  del siglo pasado; ahora es el dolor brutal y mantenido; el recuerdo 
                  engarzado a todos los detalles de la existencia; el vacío que 
                  golpea al corazón al choque de cada una de las realidades físicas 
                  y espirituales de la vida, cuyas etapas el poeta se había acostumbrado 
                  a recorrer al lado del ser desaparecido.
                Y 
                  como las cosas hondas y como la música verdadera, hay dentro 
                  de este poema tanta sugerencia escondida, tanta emoción almacenada, 
                  que, lentamente, cada vez con más fuerza nos subyuga y nos atrae. 
                  Cada estrofa; algunas aparentemente vulgares o frívolas, ayuda 
                  a dar la impresión de conjunto, a sentir ese dolor y esa tristeza 
                  del hombre de la calle, trivial y gris, de nuestros días.
                Este 
                  poema constituye el homenaje más hondamente humano que el poeta 
                  pudo hacer al amigo desaparecido, caído en el camino.
                Pero, 
                  para comprender y ahondar en la obra de Neruda no bastan estos 
                  comentarios casi descriptivos de su obra; en un estudio más 
                  serio deberíamos entrar a analizar su ideología, las características 
                  de los distintos temas, su curiosa concepción de la materia 
                  y el papel que ella juega junto al espíritu. Recordemos sólo 
                  sus tres cantos materiales al apio, a la madera y al vino. Estos 
                  poemas son, indiscutiblemente, más originales, más nuevos, más 
                  artísticamente verdaderos. Pero en cambio se necesita para comprenderlos 
                  y gustar su sutil y casi subterráneo sentido, una acomodación 
                  y acostumbramiento mayor. Referirnos a esto significaría alargarnos 
                  demasiado y salirnos del sencillo propósito que tuvimos en vista 
                  al iniciar este estudio. Será para otra oportunidad.
                
                  * * *
                Comprendo 
                  que la labor que me propuse al iniciar este ensayo, ha resultado 
                  mucho más ardua de lo que pensé en el primer momento; y no tengo 
                  la pretensión de haber conseguido mi intento.
                Me 
                  daría por satisfecho si, alguien que leyera este estudio, un 
                  tanto deshilvanado, sintiera nacer dentro de si curiosidad por 
                  conocer este nuevo arte poético, y al internarse en el bosque, 
                  aparentemente impenetrable, que lo oculta, descubriera alguno 
                  de los senderos que llevan a la emoción artística recia y hondamente 
                  humana creada por los poetas de nuestra generación.
                Santiago, 
                  Nascimento, 1936
                
                   
                 
                   [1]  Pablo Neruda,El Hondero Entusiasta.
                   [2]  No resisto a referirme a la exigencia 
                    de muchos de rima y ritmo para las composiciones poéticas.
                    Hay 
                    quienes parecen creer que la poesía está en la forma exterior 
                    del verso y que la musicalidad y armonía sólo pueden obtenerse 
                    dentro de determinadas reglas. La poesía nueva, por lo mismo 
                    que es inquieta y multiforme, rompe todos los moldes y no 
                    se acomoda dentro de un marco tan artificial como la rima 
                    y el ritmo clásicos, las nuevas creaciones tienen un ritmo, 
                    pero cambiante, identificado con la emoción y la idea del 
                    verso, un ritmo que forma parte integrante de la composición 
                    misma, y que el poeta no ha fijado de antemano.
                 
                 
                   [3]  En un resumen de un estudio de 
                    la poesía, publicado en el volumen del mes de noviembre de 
                    1935 de la revista francesa «Les Mois», encontramos el siguiente 
                    párrafo que confirma nuestra impresión:
                  Puede 
                    asegurarse que en ningún país de Europa la poesía está tan 
                    próspera hoy en día como en España y América Latina. La joven 
                    pléyade de poetas castellanos que se han agrupado alrededor 
                    del maestro Juan Ramón Jiménez, es más verdadera en talentos 
                    de primer orden que ninguna otra....».
                 
                 
                   [4]  Dice «Les Mois» de noviembre 
                    de 1935:
                  Sin 
                    embargo, la publicación poética más importante del año, es 
                    incontestablemente el conjunto de dos volúmenes del chileno 
                    Pablo Neruda, «Residencia en la tierra», libro admirable, 
                    obra de un grande y verdadero poeta, de un poeta de 
                    poderoso aliento, de visión amplia y profunda, soberano maestro 
                    de un verso libre cuya técnica recuerda a Whitman, pero cuya 
                    música orquestal, está mucho más cerca de aquella del verso 
                    claudeliano. Limitémonos, por el momento, a saludar a Pablo 
                    Neruda; nos guardamos para hablar más largamente de su obra 
                    más adelante».
                 
                 
                   [5]  Fue mi primera inclinación, complementar 
                    esta charla con un recitado hecho por una persona calificada, 
                    de las poesías de Neruda que me servirían para mis comentarios.
                  Pensándolo 
                    más sosegadamente, desistí de este propósito y preferí presentarlas 
                    sencillamente leídas por mí.
                 
                Es 
                  que la poesía de Neruda se resiste a ser recitada, y así como 
                  se ha librado del preciosismo de las formas y de las normas 
                  académicas del ritmo preestablecido y de la rima, así también 
                  necesita alejarse de esa influencia artificial que la persona 
                  que recita ejerce la que escucha.
                La 
                  presencia material del recitador, que trata de interpreta, resulta 
                  siempre en los versos de Neruda en desmedro de su valor artístico.
                 
                  Con este 
                    convencimiento, trataré sencillamente de leerlos, quitando, 
                    hasta donde sea posible, todo intento de interpretación: En 
                    otras palabras, leeré monótonamente.
                   [6]  Para dar una idea aproximada 
                    de este poema, hemos debido recortar gran parte, y ajustar 
                    diversos trozos, unos a continuación de otros, suprimiendo 
                    algunos versos y tratando de mantener cierta continuidad en 
                    las ideas.
                 
                  
                  Pedimos excusas a su autor por esta mutilación irrespetuosa 
                  y por este trabajo de acomodación artificial.