Poética
y Poesía de Pablo Neruda
por
Jaime Alazraki
4.
Concepción de la vida
Recorriendo
en orden cronológico la producción poética de Pablo Neruda advertimos
que toda su obra está engarzada por una unidad temática que
constituye la espina dorsal de su poesía. Esta unidad está lejos
de ser unicidad; por el contrario, su peculiaridad más sobresaliente
es la diversidad de temas, pero esta diversidad no es anárquica
ni fortuita, corresponde más bien a la accidentada evolución
poética de Neruda. Atendiendo al carácter romántico de su poesía,
es decir una poesía atenta siempre al oleaje de sus sentimientos
y que jamás usa la máscara, el sueño o la evasión de su sensibilidad,
podemos ayudarnos de los elementos biográficos que disponemos
para estudiar el desarrollo y la maduración del arte de Neruda.
Desde este punto de vista la conversión poética de Pablo Neruda
con la publicación de Tercera Residencia, o más propiamente
de España en el corazón (1937), puede facilitarnos la tarea
de definir esta unidad poética que envuelve su obra. Al trazar
este cerrado viraje en su poesía, Neruda puede asomarse, y así
lo hace, a su obra anterior, y desde esta nueva perspectiva
autocontemplarse con la sensación del adulto que ve su retrato
de adolescente; apenas en la víspera del viraje y comentando
sus poemas anteriores a España en el corazón, nos dice: "¡Cuántas
cosas han sobrevenido desde entonces!”110 Al iniciar
un nuevo período en su poesía Pablo Neruda irá tomando conciencia
del anterior a la luz de su nuevo credo: toda la poesía escrita
anteriormente se transforma, de la noche a la mañana, en pasado,
y el poeta puede auscultarla con esa objetividad médico-paciente
o maestro-alumno; es claro que esta objetividad actúa dentro
de una subjetividad, el trastrueque de valores -especialmente
cuando los valores son radicalmente opuestos- lo llevará a despreciar
y rechazar lo viejo, o para decirlo más claramente: medirá su
vieja poesía con el metro de la nueva. Esta actitud reflexiva,
casi siempre de autocrítica o evocación, es una constante en
los libros que siguen a España en el corazón: el poeta combativo
no puede avenirse con el poeta contemplativo y ensimismado.
La querella entre el ayer metafísico y el hoy político se resuelve
en poemas de auto-exégesis, en los cuales la nueva actitud es
explicada y la vieja es reprendida. A veces este automedirse,
este iluminar el pasado con la nueva luz encendida en la conciencia,
nos va descubriendo rincones apartados y recodos distantes de
sus primeros años: reexamina su infancia, pasea por Temuco,
retorna al muchacho de "dedos afilados", nos cuenta
de su vieja casa de madera fresca, de su padre, de su primer
viaje a Santiago. De esta manera reconstruye Neruda en sus poemas
tardíos el ambiente y las circunstancias de sus primeros libros
y para nosotros tienen, ahora, el valor de documentos para una
mejor, comprensión de su poesía. Lo biográfico nos interesa
no para identificar este o aquel amor que ha trascendido en
sus poesías, sino más bien para determinar la atmósfera en la
cual vive el poeta y que al influir en su sensibilidad se hace
material poético en sus versos. Así, por ejemplo, la soledad,
que llena muchos de los poemas de Crepusculario, es más que
un tema literario para tejer un poema, una vivencia que al agazaparse
del poeta le deja el dolor ácido de la experiencia vivida, sentida;
de esta soledad irá el poeta hilando su tristeza. ¿Por qué buscar
consuelos mezquinos, egoístas o bajos a la vida? ¿No es más
agradable hablar de sus tristezas, que Maeterlinck había ensalzado
por "nobles, grandes y llenas de un misterio irrecusable?”
111 Por otro lado, cuando la tristeza nos llena el
corazón, ¿puede ningún consuelo soslayarla o disolverla. Si,
el amor, cuando es todavía una ilusión indecisa, insegura, ofrese
al muchacho poeta de Temuco "una sombra", "una
herida adorada", "una luna indomable"; y por
esta sombra trepará su soledad desnuda:
Yo deshojé
las constelaciones, hiriéndome,
afilando los dedos en el tacto de estrellas,
hilando hebra por hebra la contextura helada
de un castillo sin puertas,
oh estrellados amores
cuyo jazmín detiene su transparencia en vano,
oh nubes que en el día del amor desembocan
como un sollozo entre las hierbas hostiles,
desnuda soledad amarrada a una sombra
a una herida adorada, a una luna indomable.112
Con
el corazón mordido por la soledad y "el deseo levantando
sus crueles tulipas" llega Ricardo Reyes a Santiago "impregnado
de niebla y lluvia"; la ilusión del amor había "levantado
los sueños" del joven poeta "como una levadura de
panes tenebrosos".113 Tenía espantado del ambiente
montaraz de Temuco, pero en la capital era diferente; allí estaba
la Universidad de Santiago, la vida literaria y amorosa, el
cambio de vida ..."114 ¿Fue diferente Santiago
-de Temuco para el joven devorado por los sueños
y transido de soledad? La respuesta no se deja esperar. La Universidad
y los estudiantes sólo irritaron su soledad y, como en Temuco,
otra vez la poesía lo defiende. ¿Cómo? Como "un castillo
sin puertas". Entre paredes "reconcentradas"
buscará "las gaviotas de un mar abandonado", "las
ramas, las gotas y la luna que se habían perdido" y con
estas sustancias teje sus versos, mientras entre tinieblas y
naufragios siente que " la muerte del mundo cae sobre su
vida":
Entre los
estudiantes pasé sin comprender,
reconcentrando en mí las paredes, buscando
cada tarde en mi pobre poesía las ramas,
las gotas y la luna que se habían perdido.
Acudí al fondo de ella, sumergiéndome
cada tarde en sus aguas, agarrando impalpables
estímulos, gaviotas de un mar abandonado,
hasta cerrar los ojos y naufragar en medio
de mi propia sustancia.
Fueron tinieblas, fueron
sólo escondidas, húmedas hojas de subsuelo?
De qué materia herida se desgranó la muerte
hasta tocar mis miembros, conducir mi sonrisa
y cavar en las calles un pozo desdichado?115
Pero
Neruda tiene un apego vegetal a la vida, un apega doloroso a
la vida que con cada día se va haciendo muerte en un existir
y cesar de existir; está hambriento por vivir y esta hambre
es el acicate para probar todas las realidades: "noches
dolorosas", "paredes con interrogantes colgados” “el
hollín y la venganza de las ciudades", "la cochinada
gris de los suburbios", "la oficina que encorva las
espaldas", "el jefe de ojos turbios", "prostíbulos",
"las almas de las putas", "la carne doliente
y machacada” "látigos y... muerte". Puede resultar
paradójico que el poeta, apenas asomado a su juventud, haya
visto tanta muerte; pero allí está la muerte, desde sus primeros
poemas, nutriéndose de la vida, coexistiendo con los nacimientos,
hormigueando bajo el "jergón malsano", corriendo "como
la sangre bajo las venas". Amado Alonso ha señalado la
posible lectura directa de Schopenhauer para explicar el concepto
"del vivir como un constante morir" en la poesía de
Residencia en la Tierra;116 pero esta visión de la
muerte vitoreando entre los entes vivos y devorándolos, está
presente ya en los primeros libros de Neruda. En Crepusculario,
por ejemplo, en su poema "El estribillo del turco"
dice:
Que se te
vaya la vida, hermano,
no en lo divino sino en lo humano,
no en las estrellas sino en tus manos.117
En
"Maestranzas de noche":
Y entre
la noche negra -desesperadas-corren
y sollozan las almas de los obreros muertos.118
En
"Aromos rubios en los campos de Loncoche":
Yo
soy una palabra de este paisaje muerto119
Los
versos de "Oración" citados por Alonso:
de los que
van hacia la muerte
como la sangre por las venas. 120
Y,
finalmente, la muerte cayendo sobre el joven poeta de Crepusculario:
Y
la muerte del mundo cae sobre mi vida.121
Esta
visión de la muerte adquirirá su formulación definitiva en Residencia
en la Tierra pero está ya esbozada en Crepusculario.
Pero
retornemos a la vida de Neruda en sus primeros años en Santiago;
hablábamos de su apego a la vida y de su braceo denodado por
alcanzar una orilla. Allí está, pues, el poeta participando
del vaivén de estas aguas que a veces lo arrastran a lo lóbrego
de los suburbios, a "barrios sin luz", a ciudades
enhollinadas, a "casas donde se esconden los deseos detrás
de las ventanas luminosas", a "puentes que mueren
con los brazos abiertos", a "una tierra ya muerta
como un inmenso cadáver", a "estrellas que no alumbran",
a "trenes ululando como tigres" y que finalmente lo
empujan hacia un "crepúsculo de cobre- para
hacerlo caer de nuevo en la soledad donde había nacido:
Salí a vivir:
crecí endurecido
fuí por los callejones miserables,
sin compasión, cantando en las fronteras
del delirio. Los muros se llenaron de rostros:
ojos que no miraban la luz, aguas torcidas
que iluminaban un crimen, patrimonios
de solitario orgullo, cavidades
llenas de corazones arrasados.
Con ellos fui: sólo
en su coro mi corazón reconoció las soledades
donde nació .122
En
esta remembranza de los primeros años en Santiago que aparece
en Canto general, Neruda ha resumido la atmósfera que
acompaña a los poemas de Crepusculario, y más tarde,
desde la escalera de una oda, nos explicará:
Escribí,
escribí sólo
para no morirme.123
Cuando
la soledad y la tristeza ahogaban a nuestro poeta, el amor es
el leño que lo salva del naufragio. Amor sin empaques y sin
galanteos, amor derramándose sobre la carne sedienta que se
abre en "nácar soleado", en "un velero derosas",
en "leche ávida y firme", en "incendio".
Este amor que se pide con delirio en El hondero entusiasta:
Ansíame,
agótame, viérteme, sacrifícame.
Pídeme. Recógeme, contiéneme, ocúltame.124
es
alcanzado en Veinte poemas de amor y una canción desesperada:
Aguas arriba,
en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.125
Este
amor dura veinte poemas y después sonará la `hora de partir".
¿Adónde? Todavía no nos lo dice. 25 años más tarde evocará Neruda
desde las páginas de Canto general a aquella estudiante
que inspirara el poemario:
Oh tú, más
dulce, más interminable
que la dulzura, carnal enamorada
entre las sombras: de otros días
surges llenando de pesado polen
tu copa, en la delicia.126
Y
en el mismo poema que lleva el sugestivo título "La estudiante"
traza la silueta de aquel amor que se deshace en las "redes
del jazmín para desaparecer repentinamente "cuando ha llegado
al vértice más atrevido y frío", pues entonces "su
corazón se cierra como una flor nocturna". Es un amor de
ígnea intensidad pero que naufraga en el mar de la piel "suave
como las uvas"; vive el estrépito y la fuerza incontenible
de todas las mareas en aquellas aguas de "leche ávida y
firme", y cuando se hace la calma, aquel amor exangue,
se ahoga irremisiblemente, sin que nada pueda salvarlo;
Ese fue
mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en tí fue naufragio.127
Veinte
poemas es la realización de lo que el poeta de "Farewell"
había solo anunciado en Crepusculario:
Fui
tuyo, fuiste mía. ¿Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasé. 128
Los
temas, pues, de la primera poesía de Neruda han nacido de la
soledad, de la tristeza, cuyo diente le arranca gotas de dolor
cuando no le deja rasguños de melancolía, y del amor, en el
cual el poeta busca un refugio, una tangente para salir del
círculo de realidades grises y abrumantes que lo aprisionan
como "araña peluda" -así llamará a la soledad en la
oda que le dedica, execrándola- entre "sus patas de camello
con ventosas de serpiente submarina".121
Los
temas: soledad y tristeza
Esbozado
el manantial de cuya fuente aflora la soledad y la tristeza,
veamos el trayecto que recorre cuando se hace reguero en su
poesía.
Sus
poemas "Morena, la besadora" y "Oración"
son un intento de poetizar la vida aireada del lupanar; a través
del primero nos llega la imagen de Morena en toda la voluptuosidad
de sus desnudeces, descriptas sin amilanamientos ni recatos:
Uñas
duras y doradas,
flores curvas y sensuales,
uñas duras y doradas.
Comba de vientre, escondida
y abierta como una fruta
o una herida.
Dulce rodilla desnuda
apretada en mis rodillas,
dulce rodilla desnuda.
Enredadera
del pelo
entre la oferta redonda de los senos.130
"Oración",
en cambio,, es una expresión de simpatía y solidaridad humana
hacia "aquellos que van desde la vida/rotas las manos doloridas/
en todas las zarzas ajenas;/ de los que en estas horas quietas,/no
tienen madres ni poetas/para la pena". El será pues su
poeta y cantará sus desmayos y sus muertes; sus quimeras se
encantarán y descenderán "sobre las almas de las putas/de
estas ciudades del dolor":
...vuela
mi espíritu intocado
y va enredando en su camino
el mal dolor, el agrio sino
y desnudando la raigambre
de las mujeres que lucharon
y que cayeron
y pecaron
y murieron
bajo los látigos del hambre.131
Más
que poesía social, estos versos reflejan un desamparo que lo
ha acercado a aquellas mujeres que en diferentes proporciones
y naturaleza también lo padecen. ¿No es él mismo uno de aquellos
que no tienen madre para la pena? En la última estrofa más que
llorar el mal ajeno parece estar llorando el suyo propio, o
tal vez el ajeno envolviéndolo hasta penetrarlo:
Porque la
frente en esta hora
se dobla y la mirada llora
saltando dolores y muros
en esta hora en que las lilas
sacuden sus hojas tranquilas
para botar el polvo impuro.132
En
el poema "Castillo maldito" la soledad aparece dibujada
como una "ruta sin fin" y por ella camina el poeta
con los "ojos rotos"; en la estrofa siguiente la soledad
es "un castillo sin ventanas y sin puertas" y allí
el poeta beberá los tragos de dolor que le entristecen
el alma:
Alto de
mi corazón en la explanada desierta
donde estoy crucificado como el dolor de un verso.
...Mi vida es un gran castillo sin ventana y sin puertas
y para que tú no llegues por esta senda,
la tuerzo.133
Ya
está el poeta crucificado en la soledad ("explanada desierta")
y desde esta cruz nos describirá los padecimientos y los tormentos
de su "pasión". Su “pasión” es inconducente – “No
se hacia donde voy”- y su por qué incognoscible:
Después...Pregunta
a Dios por qué me dieron
lo que me dieron y por qué después
supe una soledad de tierra y cielo.134
Allí
va el poeta, "en la noche inmensa, con sus llagas";
su conocimiento del dolor, de su propio dolor, lo ha dotado
de una capacidad para percibir el dolor de los otros; cuando
encuentra "un ciego con una pandereta pobre que le estremece
sus manos crispadas" puede decirle:
Yo pasé
ayer y supe tu dolor,
dolor que siendo yo quién lo ha sabido,
es mucho mayor.135
¿Por
qué nos dice que conoce el dolor de los ciegos? El mismo es
un ciego: la soledad ha nublado sus ojos hasta privarlos de
imágenes. ¿Qué valor tienen estos ojos videntes que nada pueden
ver, o que ven sólo lo que no merece ser visto? Entonces propondrá
al ciego de la pandereta:
¡Por tus
ojos que nunca han mirado
cambiara yo los míos que te ven!136
¿Qué
ven sus retinas para que el poeta quiera permutarlas por las
opacas de un ciego? Primero "un barrio sin luz" que
él nos describe:
Las ciudades
-hollines y venganzas-
la cochinada gris de los suburbios,
la oficina que encorva la espalda,
el jefe de ojos turbios.
... Sangre
de un arrebol sobre los cerros,
sangre sobre las calles y las plazas,
dolor de corazones rotos,
pobre de hastíos y de lágrimas.
Un río abraza
el arrabal como una
mano helada que tienta en las tinieblas;
sobre sus aguas
se avergüenzan de verse las estrellas.
Y las casas
que esconden los deseos
detrás de las ventanas luminosas,
mientras afuera el viento
lleva un poco de barro a cada rosa.137
Visión
lúgubre pero de fuerte realismo; lo feo no ha sido mezquinado
y no se han escatimado las palabras ásperas. Es éste un paisaje
construido con fealdades que ningún ojo miraría con recreación,
como encarnación de belleza, y el poeta se pregunta: "Se
va la poesía de las cosas/o no la puede condensar mi vida?"
Sobre aquel crepúsculo que recorta la silueta de tales fealdades,
haciéndolas más tétricas, el poeta se siente "un manchón
de musgo entre las ruinas"; cerrará el poema con una estrofa
que ya rezuma en cada palabra toda la tristeza que su alma ha
absorbido como esponja:
... Y aquí
estoy yo, brotando entre las ruinas,
mordiendo solo todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra.138
Ahora
todo aparece teñido de tristeza. La tristeza, como ácido corrosivo,
va royendo todas las cosas y hasta aquellos objetos que aparentemente
viven dentro de una frialdad metálica, mudos y sordos a los
dolores del poeta, participan ahora de este dolor y se van cubriendo
de tristezas o de angustia. Ahora llega el turno a los "puentes"
que "como niño que muere a la llegada de su hermana/abren
los brazos y esperan en la noche densa y larga..."
¿Qué voz
de maldición pasiva y negra
sobre vosotros extendió sus alas,
para hacer que siguieran
el viaje que no acaba
los paisajes, la vida, el sol, la tierra,
los trenes y las aguas,
mientras la angustia inmóvil del acero
se hunde más en la tierra y más la clava?139
Estos
puentes malditos hunden su acero en la tierra y le inyectan
una "angustia inmóvil"; el "fierro negro de la
maestranza gime por cada poro un grito de desconsolación"
y la muerte aflora en el paisaje; el poeta contemplándolo nos
dice: "Yo soy una palabra de este paisaje muerto".
Todas las cosas pues, se han asociado para dibujar el rostro
de la tristeza que de poema en poema se torna más fiero; allí
donde el poeta dirige su mirada, está la tristeza con un rictus
más espantoso. Cambiando el sujeto "belleza" por "tristeza"
podríamos repetir aquella célebre cuarteta de Miguel Ángel y
obtener una imagen de este momento de la poesía de Neruda:
Dime oh
Dios si mis ojos
la fiel verdad de la "tristeza" miran,
o si ella está en mis ojos
y ellos la ven doquier que giran.
Estuviera
donde estuviere, la tristeza nacida de la soledad es uno de
los temas dominantes que corretea por la poesía de Crepusculario;
en todos los objetos o sujetos que poetiza asoma la mirada
amenazante de la tristeza y poco a poco va devorando la vida.
Así, al describir aquellos jugadores que "juegan agachados,
arrugados, decrépitos y pálidos, entre la vaga bruma del gas
y el humo", concluye él mismo abrumado:
Y
mirando estos hombres sé que la vida es triste.140
La
tristeza, obsesión ya, aparece en otro poema bajo el nombre
de "Saudade", pero ahora no devorando cosas o vidas,
sino como una palabra cuya acepción le fascina; aquí puede captarse
con claridad esa sensación de complacencia en la entrega a la
tristeza, ese embotamiento que se recrea en el dolor dulce,
que a veces le arranca la tristeza. ¿Debemos citar otra vez
a Maeterlinck...? Casi alucinado busca la palabra saudade "en
los diccionarios y otros libros" y, mientras lo
ocupa la búsqueda, va bordando su poema con lírica delicadeza
y en el último verso la palabra le queda temblando en la boca.
En
"Mi alma es un carrousel vacío en el crepúsculo" alcanzamos
el punto más alto de esta soledad y su hija la tristeza; a la
hora en que "se muere el universo de una calma agonía/la
Tierra es una fruta negra que el cielo muerde", todas las
cosas se han ido vaciando hasta exhalar el último estertor y
el poeta es una mancha de tristeza que las contempla impasible,
viéndolas morir impávido, en medio de "una soledad que
lo lleva hacia el fin de la tierra como el viento a las nubes";
"los dolores le caen todos/como al camino caen todas las
hojas muertas". La tierra muerta aparece como "un
inmenso cadáver" y el poeta va saliendo de su impavidez
y nos confiesa:
Tengo miedo.
La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidado en el fondo de un palacio desierto.141
Véase
como el tema de la soledad se repite, como en una sinfonía,
en nuevas y sugestivas variaciones: "ruta sin fin",
"explanada desierta", "castillo sin ventanas
y sin puertas", "soledad de tierra y cielo",
"un barrio sin luz", "paisaje muerto", "fuente
lejana", "carrousel vacío", "gruta de recuerdos"
y ahora: "princesa olvidada en el fondo de un palacio desierto".
Todo este mundo que agoniza, este mundo de muerte crepuscular
cae sobre el poeta que también agoniza de soledad:
Y
la muerte del mundo cae sobre mi vida 142
El
dolor de la soledad aparece también en El hondero entusiasta,
aunque aquí con menor intensidad; sentimos el interés del
poeta en transformar la soledad en materia poética y por eso
pierde en espontaneidad y fuerza lírica. Los versos de El
hondero no tienen el cuidado y la elaboración puestas en
Crepusculario, y esta sensación trasciende a sus versos
que salen agolpados, a veces chocando unos contra otros. Sin
ser el tema principal del poemario, la soledad se escurre por
algunos de sus versos:
solo, en
la cima de los montes,
solo, como el primer muerto
rodando enloquecido, presa del cielo oscuro
que mira inmensamente, como el mar en los puertos.143
También
el tenor de la voz ha cambiado; la intimidad de Crepusculario
en El hondero se torna declamatoria; proclama su
dolor y más que sensaciones nos llegan anuncios:
Todo de
sueños vastos caídos gota a gota.
Todo de furias y olas y mareas vencidas.
Ah, mi dolor, amigos, ya no cabe en mi vida.
¡Y en él cimbro las hondas que van volteando estrellas!
¡Y de él suben mis piedras en la noche enemiga!144
Podemos
creerle a Neruda que el libro fue escrito en una noche cuando
tenía dieciocho años.
El
amor
Hemos
visto ya que el amor será un camino para salir de la soledad.
Hemos dicho, asimismo, que en la poesía de Neruda el amor aparece
sin remilgos románticos. Ampliemos la imagen. En Crepusculario
hay un buen número de poemas de amor. En "Farewell"
se proclama un amor de marineros "que besan y se van";
es decir un amor que huye de lo permanente y se complace en
un constante echar y levantar ancla. Esta concepción del amor
sin compromisos a largo plazo está expresada en sus detalles
en el poema "Grita"; no quiere el poeta ver en el
amor la superación de la tristeza que lo oprime, quiere sentir
a la soledad apretándole la garganta hasta ahogarlo: esa soledad
representa la cantera de su verso:
Amor, llegado
que hayas a mi fuente lejana,
cuida de no morderme con tu voz de ilusión;
que mi dolor oscuro no se muera en tus alas,
que en tu garganta de oro no se ahogue.145
Sorprende
la susceptibilidad del joven poeta para rechazar todo amor que
pueda embarcarlo en una ilusión, que pueda hacerlo olvidar los
estragos de la soledad; por el contrario, exige del amor "ser
el dolor que retiembla y que sufre, ser la angustia que se retuerce
y grita", y le pide:
No me des
el olvido.
No me des la ilusión.146
También
aparece el anhelo de un amor que se realizará totalmente en
Veinte poemas de amor; un amor que se embeleza en lo
físico y quiere sumergirse en la carne hasta sentir en las venas
sus palpitaciones:
Mujer, yo
hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos-como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y en la voz de cristal.147
En
este poema -"Amor"- hace ya votos por un amor desorbitado
y nos promete esa avidez insaciable que recorre los Veinte
poemas:
...Cómo
sabría amarte, mujer, como sabría
amarte, amarte, como nadie supo jamás.
Morir y
todavía
amarte más.
amarte más.148
En
El hondero entusiasta el deseo aparece mezclado con el
dolor; pero este dolor más que de ninguna soledad parece provenir
de la insatisfacción del deseo. Cada vez que el poeta lanza
la palabra "dolor" o "lloro" o "sufro"
o "grito" o "clamo", enseguida le acopla
la palabra "deseo" que recorre su primer poema como
tema dominante:
Quiero abrir
en los muros una puerta. Eso quiero.
Eso deseo. Clamo. Grito. Lloro. Deseo.
O
bien:
Sufro,
sufro y deseo. Deseo, sufro y canto
para
concluir:
Soy el más
doloroso y el más débil. Deseo.
Deseo, sufro, caigo. El viento inmenso azota.
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En
los poemas que le siguen el poeta define más claramente la naturaleza
de este deseo que lo devora:
El que te
llama desde las llanuras brotadas.
Yo soy el que en la hora del amor te desea.150
El
clamor se prolonga a lo largo de todo el breve poemario, y aquel
primer deseo indefinido se ha exacerbado ahora hasta hacerse
tempestad:
Es la tempestad
de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
¡Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
¡Es el incendio!151
Este
deseo afiebrado no necesita de la copa del amor para ser vertido;
prefiere quedarse en el deseo abrazador rechazando el amor:
¡Yo sólo
te deseo, yo sólo te deseo!
No es amor, es deseo que se agota y extingue ...152
Anhela
solo la satisfacción del deseo en su desborde vegetal, en el
hervor de la sangre y la fiebre de la carne:
¡Déjame
suelta las manos
y el corazón, déjame libre!
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.
La pasión -sangre, fuego, besos-
me incendia a llamaradas trémulas.
¡Ay, tú no sabes lo que es esto!153
Pero
este deseo, a pesar de la vehemencia con que infla las velas,
se quedará en la travesía, en una "loca sed", sin
llegar a la fruta. En el penúltimo poema del libro -"Sed
de ti que me acosa"- la palabra sed se repite con una obsesión
rayana en morbidez:
Sed de tí
que me acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta tu vida se alza.
Ebria sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas.154
Y
más adelante:
Sed de tí,
sed de tí, guirnalda atroz y dulce.
Sed de tí que en las noches me muerde como un perro.155
Por
eso podemos definir a El hondero entusiasta, desde el
punto de vista del tema, como el poema de la sed y el deseo
que aún no llegan a saciarse; el deseo se queda en la sed, "la
mano roja" en los manoteos, sin alcanzar el agua ansiada
para apagar el incendio. Como el convalesciente abrasado por
la fiebre, que solo tiene palabras para su dolor -quejas o delirios-,
el hondero al quedarse en la calentura del deseo no encontrará
palabras para la exquisitez del amor o del deseo satisfecho;
con tono de reconocimiento dirá en el último poema que
cierra el libro:
¡Es cierto,
amada mía, hermana mía, es cierto!
¡Como las bestias grises que en los potreros pastan
y en los potreros se aman, como las bestias grises!156
Veinte
poemas es el amor realizado, "la fruta mordida".
Es el amor que corre entre "blancas colinas", "muslos
blancos", y cuando alcanza su desembocadura pareciera que
todas sus aguas se agotaran y el cauce seco no tuviera ya nada
que ofrecer:
Cuando he
llegado al vértice más atrevido y frío
Triste ternura mía, ¿qué te haces de repente?
mi corazón se cierra como una flor nocturna. 157
En
este punto nos parece tan acertada como oportuna la observación
de Silva Castro cuando dice que "el poeta no ha buscado
el amor para obtener de él una pálida satisfacción, un bienestar
epidérmico y liviano. Al contrario; ha ido a su encuentro con
el alma en tensión, ansioso de sufrir, de ver desgarradas sus
ilusiones de lamentar en la lejanía, en la ruptura,
en el olvido y en la saciedad, la experiencia renovada-
siempre.158 El poeta hacia el amor en una absoluta
actitud de entrega, huyendo de la soledad y la tristeza; antes
"sólo palabras tristes poblaban su guarida oscura",
pero ahora: "Todo lo llenas tú, todo lo llenas". Esas
mismas palabras acostumbradas a la soledad y que solo tenían
boca para la tristeza, ahora:
... se van
tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Pero
aún "el .viento de la angustia las suele arrastrar"
y se escuchan otras voces en su voz dolorida, huracanes de
sueños, llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas",
por eso el verso se deshace en ruegos:
Amame compañera.
No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Hay
un momento en que el amor parece llenarlo todo, como si el poeta
hubiera alcanzado la plenitud del amor:
Como todas
las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.159
Identidad
frizando la plenitud, pero siempre remando en un mar de melancólica
tristeza, por eso sus "redes son tristes" y, a veces,
sobre este "estanque en calma" caen pedradas de angustia
provocando sobresaltos:
Ay seguir
el camino que se aleja de todo,
donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno
con sus ojos abiertos entre el rocío.
Pero
mientras esta boya de rosas le ofrece un asidero, a él se aferrará
el poeta con la fuerza del desesperado:
Ultima amarra,
cruje en tí mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la única rosa.
Pero
en el poema 17 la presencia de la mujer amada "es ajena,
extraña al poeta como una cosa" y aquel amor tan pródigo
inicia su partida y se aleja; al final del poema esa extrañez
se hace pregunta: "¿Quién eres tú, quién eres?" Hay
una frialdad que prospera, pero, desbrozándola, continúa el
poeta recorriendo el camino del amor:
Te
estoy amando aun entre cosas frías (poema 18)
Aún
tiene fuerzas para "forcejear el hastío de los lentos crepúsculos"
y alcanzar la noche, allí encontrará la luna que le canta; y
sin embargo ya se define un sentimiento:
Amo lo que
no tengo. Estás tú tan distante (poema 18).
Y
luego un reconocimiento:
Todo de
tí me aleja, como del mediodía (poema 19)
que
se hace explosión en el poema 20:
Qué importa
que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Finalmente
viene la "Canción desesperada" donde las sombras ocupan
el lugar del amor; había hecho "retroceder la muralla de
sombra", pero perdido el amor:
Sobre mi
corazón llueven frías corolas.
¡Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
Luego
vienen evocaciones de aquella historia de amor y la palabra
"naufragio" es el péndulo que recorre todo el poema.
Un último resumen del camino que había recorrido entre dos estaciones
de la soledad:
Era la negra,
negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me cogieron tus brazos.
Era la sed
y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.160
Otra
vez entre los escombros de la soledad, entre las ruinas de la
tristeza. Había llegado al amor por las "lianas húmedas"
del deseo, "devorando con labios devorados"; muy pronto
encontró el cabo, y en este extremo vacío lo esperaba de nuevo
la boca desdentada de la vieja soledad, esta vez para tragarlo
en "sus mármoles negros". Aquel amor se había cortado
porque, aún siendo como fue: un remanso, no tenía la firmeza
de ninguna construcción. ¿Cuánto puede durar el encanto de una
burbuja? La respuesta la encontramos en aquel poema de Canto
general donde se evoca a la dulce estudiante:
Amor sin
nada más, en el vacío
de una burbuja, amor con calles muertas,
amor, cuando murió toda la vida
y nos dejó encendiendo los rincones.161
Otros
temas
En
Crepusculario aparecen otros temas aparte de los citados;
son temas de tono menor y que no se prolongan más que en un
poema: "una iglesia", "un pedazo de miseria",
un viejo ciego", "una sensación de olor", a veces
la sonrisa de la alegría, "una playa del sur", "la
trilla", "una campesina "un pueblo", en
los cuales domina más bien la descripción prescindiendo del
tono lírico-personal; finalmente el poema "Pelleas y Melisinda"
que trata el tema del amor sublime, espiritual, trágico: antítesis
del amor nerudiano. Por último, nos interesa señalar aquí que
aquel mundo de materias desvencijadas de Residencia en la
Tierra, donde todo se deshace y desintegra, comienza a romperse
ya en Crepusculario, de la misma manera que la tristeza
en esta primera poesía de Neruda que se complace en la melancolía,
se hará angustia hermética en Residencia en la Tierra. En
Crepusculario aparecen "manos rotas "ojos rotos",
"corazones rotos", "cuerda rota del violín";
son visiones aisladas dentro de una realidad aún firme, pero
que junto a "las ruinas", "las noches negras",
"los cielos vacíos" y "los paisajes muertos"
que también aparecen en el libro, constituyen insinuaciones
de la ruptura y disgregación totales que vendrán con Residencia
en la Tierra.
110.-Pablo
Neruda, ob. cit., p. 244.
111.-Roger
Bodart, ob. cit., p. 51.
112.-Pablo
Neruda, ob. cit., p. 649.
113.
Ibídem.
114.-Cardona
Peña Alfredo, ob. cit., pp. 259-260.
115.-Pablo
Neruda, ob. cit., p. 651
116.-Amado
Alonso, ob. cit., pp. 300-301.
117.-Pablo
Neruda, ob. cit., p. 39.
118.
Ibídem., p. 48.
119.-Ibídem.,
p. 49.
120.
Ibídem., p. 38.
121.
Ibídem., p. 59.
122.
Ibídem., p. 651.
123.-Ibídem.,
p. 984.
124.
Ibídem., p. 154.
125.-Ibídem.,
p. 83.
126.
Ibídem., p. 652.
127.
Ibídem., p. 94.
128.-Ibídem.,
p. 43.
129.
Ibídem., pp. 1095-1096.
130.
Ibídem., pp. 36-37.
131.-Ibídem.,
p. 38.
132.-Ibídem.,
pp. 38-39.
133.-Ibídem.,
p. 41.
134.-Ibídem.,
p. 44.
135.-Ibídem.,
p. 45.
136.-Ibídem.
137.-Ibídem.,
p. 46.
138.
Ibídem., p. 47.
139.
Ibídem.
140.
Ibídem., p. 50.
141.-Ibídem.,
p. 59.
142.-Ibídem.
143.
Ibídem., p. 145.
144.-Ibídem.
145.-Ibídem.,
p. 49.
146.-Ibídem.
147.-Ibídem.,
p. 45.
148.
Ibídem., p. 46.
149.--Ibídem.,
p. 147.
150.-Ibídem.,
p. 152.
151.
Ibídem., p. 152.
152.-Ibídem.,
p. 153.
153.-Ibídem.,
p. 152.
154.
Ibídem., p. 157.
155.-Ibídem.
156.-Ibídem.,
p. 158.
157.-Ibídem.,
p. 86.
158.-Raúl
Silva Castro, Retratos literarios, p. 208.
159.-Pablo
Neruda, ob. cit., p. 87.
160.
Ibídem., p. 94.
161.-Ibídem.,
p. 652.
Poética
y poesía de Pablo Neruda
Jaime
Alazraki
Las
Américas Publishing Company
New
York
1965