Del Surrealismo a Macchu-Picchu

CAP. IV

El mundo se convierte en sueño,
el sueño se convierte en mundo.
                                
NOVALIS

A juzgar por el resultado obtenido en las páginas anteriores, el surrealismo parece añadir una prueba de calidad a las que ya militan en pro de una posible identificación histórica entre el llamado mundo nuevo, a que aspiran por múltiples derroteros subjetivos los hombres de hoy, y el objetivo Nuevo Mundo de América. Quiere ello decir que se vislumbra aquí una copulación inminente entre dos series de términos disociados: objetivo y subjetivo; intuición y razón, realidad geográfica concreta y representación ideológica abstracta; y hasta en cierto modo, entre los dos pretendidos sexos complementarios sueño y realidad.

Más aún; si al descubrirse América soñó el mundo occidental que sobre el futuro del hombre gravitaba un terrestre mundo nuevo llegando a ubicar en ella sus proyecciones utópicas y a conocerla en apariencia injustamente, en realidad reveladoramente con el nombre de quien primero dio a conocer su cualidad de Nuevo Mundo, la tesis surrealista de identificación de realidad y sueño exige, para resultar exacta, que tales supuestos respondan a una verdad efectiva, único modo de que se resuelva en forma humanamente valedera la tan decantada antinomia constituida por el fenómeno subjetivo del sueño y el objetivo de la realidad histórica.

No es éste el momento de volver sobre una tesis ya defendida por quien esto escribe en otras ocasiones. [1] Más bien procede advertir cómo dicha tesis concuerda en sustancia con el credo surrealista, al tiempo que se ve corroborada por el hecho de que en el actual sombrío naufragio de Occidente, las corrientes históricas hayan empujado a varios de los miembros más representativos del grupo a estas riberas y amaneceres americanos. Presentan, sin embargo, ambas tesis diferencias que cabe no desconocer. Porque cuando Nerval inconsciente promotor del surrealismo, pretende conciliar sueño v realidad, lo hace en el seno de un sistema individualista y, conforme a su fenomenología, bajo especie individual. Planteado en este terreno el problema no ofrece solución. Mientras que aquí, traspuesta incluso la zona antitética que ha dado origen al grupo u organismo embrionario, esa conciliación se afirma en pleno orbe histórico, en el despertar del gran sueño del mundo. Cosa que dista de constituir una desventaja puesto que atañe a lo universal y, por tanto, al Nuevo Mundo que, para serlo de veras, requiere una conciencia de este orden específico.

Desde tiempo inmemorial función del poeta ha sido meterse en ulterioridades. Su facultad vaticinante y creadora de metáforas y mitos transferidores le distingue de los demás mortales que pasan por la vida precintados en estrechos compartimentos históricos. En particular parece hallarse conexo a la realidad dinámica de la Historia por cuanto su aptitud responde a la necesidad de inventar aquellos espejismos que instan a hombres y a pueblos a ponerse material o espiritualmente en marcha hacia nuevas abras y confines. La ciencia que prevalece en su situación de vigía es una panoramática, esto es, un grado orgánico de conciencia. Dicha facultad previdente postergada tan pronto como la poesía se convierte en literatura al servicio de cualquier contrato social constituye la bandera y el postulado básico del surrealismo cuyas flechas indicadoras apuntan, según se ha circunstanciado, hacia el nuevo hemisferio. Mas he aquí que alguno por lo menos de sus modos de pensar y sentir concuerdan, congruentemente, con ciertos puntos de vista que, mantenidos por quien los mantuvo, parecen consustanciales al Nuevo Mundo de América. Verdad es que Rubén Darío, aludido en la frase anterior, bebió gran parte de sus conocimientos en Francia donde frecuentó las obras de los poetas malditos v respiró la atmósfera que ellos respiraron. Mas también es cierto que ningún otro poeta hispánico, aun los más familarizados con la literatura francesa del siglo XIX, ha sido capaz como él de preterir los tonos gustosos para los que tan asombrosas dotes poseía, a fin de cargar el acento poético en la Videncia. Afirma así en su famoso prefacio al Canto errante que "el poeta tiene la visión directa e introspectiva de la vida y una supervisión que va más allá de lo que está sujeto a las leyes del general conocimiento". (Adviértase al pasar cómo el sentido de esta proposición es el mismo que desprende la figura de Brauner.) Esa "supervisión" y ese "más allá" son característicos de su persona lírica. Ellos cimentan el criterio que legitima técnicamente la enunciación de sus sentencias capitales: "América es el porvenir del mundo", y "aquí está el foco de una cultura nueva"... Todo lo cual coincide en sustancia con los dogmas y la trascendencia surrealistas. Como coincide otra de sus proposiciones mayores: "La actividad humana no se ejercita por medio de la ciencia y de los conocimientos actuales, sino en el vencimiento del tiempo y del espacio. Yo he dicho: es el Arte el que vence el espacio v el tiempo." No traducen estas máximas unas posición superadora de las cavernas del sueño? La misión poética renovadora que Darío legó deliberadamente a los poetas hispánicos se endereza por estos rieles, paralelos a los que traza intencionalmente el surrealismo. Parentesco no desdeñable como haremos sobre ello hincapié después.

Ahora bien, la posición del gran, poeta hispanoamericano difiere de la del surrealismo en cuanto que éste enfoca su objeto de abajo para arriba, en un escorzo de perspectiva correspondiente a un cambio de nivel, mientras que la "supervisión" de Rubén Darío se encuentra ya encarada con la Realidad, de suerte que su actitud es la propia de un Realismo avant la lettre con su relativa  exención del tiempo y del espacio. Fenómeno lógico por cuanto la personalidad inspirada de Rubén es proyección poética del Nuevo Mundo, solar ya no de Occidente sino del Universo.

Infiérese de aquí que, también por este camino, el destino americano se acusa con nitidez. Puede decirse en principio que éste es el mundo donde sueño y realidad están llamados a resolver su antinomia, donde ha de realizarse la Videncia o supervisión necesaria para alcanzar un nuevo conocimiento. Aquí, en el cenit de la esfera, es donde tiene lugar la encumbración conjunta de las dos vertientes, Asia y Europa; Oriente y Occidente. Aquí el individuo y su término antagónico, el aglomerado plurindividual, son figuras de proyección o metamorfosis, signos o trasuntos simbólicos, mas no corresponden al complejo constitucional característico del Nuevo Mundo.

Más exactamente: lo que en la individualista Europa se producía bajo forma solitaria de individuo y problema particular germen o semilla v luego, antinómicamente, en la de enjambre apretado concreción intermedia ha de ciarse aquí en forma de área o expansión universal que es síntesis pues que abarca a uno y a todos. No puede un hombre despertar de su sueño, porque su sueño no es sino una nimia parcela del gran sueño terráqueo. Su verdadero despertar lleva aparejado el de los demás hombres en cuya universalidad desemboca su problema individual, lo que hay en él de uno. Y esta creación de un ámbito redimido por la luz, como resultado de la conciliación de la antinomia histórica dentro del juego orgánico del universo, constituye el requisito indispensable para que el género humano, identificado por fin con la necesidad creadora, pueda en algún sitio para empezar tener conciencia viva de la Libertad sin más dictados que los de la conciencia universal resuelta en cada individuo por la libre función del pensamiento.

Desde este punto de vista cabe decir de modo en apariencia metafórico que el destino universal de América ha contribuido a causar y modelar, corno la atracción de nuestro satélite galvaniza las mareas, algunos de esos postrimeros epifenómenos occidentales. Se diría por lo pronto que ha condicionado el desarrollo de la poesía francesa y en especial la formación del surrealismo, el cual, como quedó implicado en párrafos anteriores, confirma aquí también su posición de antítesis entre la tesis individualista europea de Nerval y la esencia universal americana con su geográfica e histórica realidad de síntesis. Mas este modo de decir es sólo en apariencia metafórico, pues que se ciñe a la gestión viva de la Historia. Recuérdese que desde mediados del siglo XIX la poesía francesa ha recibido influencias de origen americano. Si Poe contribuyó a promover las pesquisas lúcidas del simbolismo, sobre todo a través de sus mayores eminencias, Baudelaire y Mallarmé, los dos movimientos poéticos que han aspirado últimamente a la conciencia colectiva uno por el anverso, otro por el reverso el unanimismo y el surrealismo, se hallan en parte suscitados por dos poetas oriundos de América que injertan su glaive nu en el flanco de la poesía gala: Walt Whitman e Isidore Ducasse, [2] ambos defensores, cada cual por su estilo, de una conciencia poética generalizada. Por lo que se refiere al surrealismo, es evidente que aunque su semilla y algunos de sus principales métodos sean nativos de Europa, la presencia del poeta francés americano Lautréamont, a juzgar por el culto máximo de que este movimiento le hace objeto, ha intervenido no sólo en el desarrollo del estilo surrealista sino en el moldeo de sus propensiones. Para atestiguarlo siempre estará ahí su tan citada frase: "La poésie doit étre faite par tous. Non par un", en cuyo "uno" puede reconocerse a Nerval y en el "todos" a la nueva v universal "ciudad" de América. [3]

Más: el gran renovador de la lírica española, Rubén Darío, personifica asimismo la ingerencia del Nuevo Mundo en el destino poético de España. Es el genio que hace profesión de vida intuitiva declarándose investido de una misión creadora que, si no acertó a definir directamente, legó a la posteridad asociada a ciertas sugerencias y a algunos enunciados teóricos. E incluso aquel conato de aspiración superadora que años después levantó el paso por Madrid del poeta chileno Vicente Huidobro, [4] por más que muchos de sus ingredientes fueran franceses, responde al mismo proceso de catálisis. Movimiento inconcreto y efímero que nunca llegó a cuajar en grupo coherente porque el destino colectivo de España iba, según se vio luego, por otros rumbos... En su nombre mismo de ultraísmo, alusivo a la divisa del escudo español nombre anterior al surrealismo y tan dentro como él en un orden de intenciones exorbitantes, metafóricas, no dejaba este movimiento de presentar indicios de una prerreminiscencia americana. Por ser, ¡ay!, otro el destino de la península, el andalucismo íntimo o popular de los epígonos de Juan Ramón Jiménez, en los que la oración poética tendía a volverse por pasiva, se sobrepuso en seguida a aquel fuego indeciso que agitando apenas las inquietudes superficiales, sirvió más que nada para dejar una huella autenticatoria. [5] Lo que no quita para que el ultraísmo fuera contestación genuina al llamamiento de Rubén Darío. A posteriori resulta evidente que el "más allá" de su nombre se relacionaba con el "más allá" propuesto a los poetas hispánicos por Rubén en su Canto errante, el cual no era ni podía ser otro que el "más allá" propio del Nuevo Mundo.

Este cuerpo de indicios sirve para orientar la comprensión, en un acto de sindéresis, a través del revoltísimo mare mágnum en que zozobran los presentes días. No puede olvidarse que la poesía en su ejercicio auténtico, es manifestación del genio de los pueblos a través de la intuición de ciertas individualidades. Encontrar el vértice en que esa intuición se coyunta con la razón histórica, es ascender al conocimiento de la Realidad desvirtuando una de las antinomias irreductibles. De su éxito depende en buena parte el tan apetecido despertar, y a que sin ese aprovechamiento de la intuición no hay despertar ni mundo nuevo ni superrealidad que valga. Siguiendo el atajo trillado por esta serie de presunciones se llega a la conclusión de que el surrealismo, dentro del automatismo histórico, ha sido corno es en virtud de la inminencia americana, pudiendo comprenderse como una transacción entre los polos extremos, individual y universal, este último representado por América. El método automático de exploración surrealista no pasa de ser un reflejo del automatismo universal, cargado sobre todo de valor simbólico y por tanto con función de rito. Sueño y realidad se concilian aquí, no en el ámbito ni en la vida del individuo, ni en los del grupo, sino en los de los continentes o grandes entidades históricas. El "azar objetivo" es trasunto de la Voluntad creadora que preside al trenzado de los sucesos y que se compone de las dos voluntades subalternas: objetiva y subjetiva. Los mitos a cuya captura y domesticación tiende el surrealismo, son resonancias intuitivas de la estructura de la Realidad en su plenitud significante. Etc. Todos estos segundos términos, desarrollados a su tamaño natural, son propios de la Realidad, mientras que los principios surrealistas se contraen estrictamente al plano subReal de donde proceden. Merecerían tales conceptos ser ampliados, mas no se podría intentarlo aquí sin descarrío.

 Más vale por el momento agotar en lo posible el examen de los indicios que ayudan a la comprensión. Y en este orden de fenómenos, América posee hoy día un exponente sintomático que convendría entender, con sus más y sus menos, como acaba de intentarse con el surrealismo. Me refiero al fenómeno significado por la personalidad y las actividades de Pablo Neruda. Su voz es la que mejor parece responder al hálito del actual clima hispanoamericano ya que ha ido adquiriendo, con un prestigio un poco misterioso y general de que ningún otro poeta dispone y bajo su favor, un desarrollo pleno. De otra parte, en lo externo, su personalidad guarda no pocas afinidades con el surrealismo. Por lo pronto, la ascendencia nerudiana, como la de éste, es notoriamente romántica. [6] Si sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de la cepa más romántica y declamatoria, levantaron eco en la juventud de América se debe sin duda a que este continente, en gran parte todavía a remolque de Europa, vive en alguno de sus estratos subconcientes una hora retrospectiva donde fermenta a oscuras, en estado de emoción, cierto explosivo légamo romántico. [7] Equivale en alguna medida al estrato y hora que en Europa ha dado origen al surrealismo aunque el tono del fenómeno americano, por sus carencias y por sus excesos, sea frente al europeo visiblemente infantil. Todos los ismos que conocían a la sazón boga en Hispanoamérica han ido siendo poco a poco desbancados por esta ululación angustiosa de lo informe, que se resuelve en una espesa elocuencia desordenada y monótona como la de las inundaciones. Como ellas, su corriente arrastra un sin fin de objetos arrancados a su coherencia natural, dejando a su paso una impresión de arbitrariedad, desesperación y catástrofe. El caudal imaginativo es ciertamente americano y propio de la personalidad de Neruda. Tras la desarticulación tanto verbal como conceptual fueron tomadas directa o indirectamente por éste a partir de su Tentativa del hombre infinito, de las vanguardias francesas, aunque sin el afán de integrar palabras y nociones en una coherencia distinta. Puede llegar a decirse que la personalidad del poeta chileno es el primer dominio establecido por el surrealismo en América así como la contraprueba de la efectiva correlación que existe entre este continente y aquel movimiento artístico.

Ahora bien, la poesía de Neruda carece de la fuerza medular que vertebraba al Romanticismo en su crecimiento hacia la Luz y en la que el surrealismo estriba su razón de verticalidad. No hay rastro en ella de la dimensión orgánica, en punta de diamante, que pugna por horadar camino a la conciencia. Al contrario. La voz de Neruda, opaca y purulenta, como de negro engrudo, gusta de redundar en oscuridades de cripta que ahueca cuanto puede para que giman lenta y lúgubremente, al modo corno en las soledades andinas gusta la angustia de oír retumbar la quena en tinaja. La presencia poética se acusa en la sustancia imaginaria de sus poemas, intensamente enjundiosa y fértil, como queriendo suplir la referida carencia mediante una sobresaturación de materia fosfórica. Puede decirse grosso modo que la poesía de Neruda, si inorgánica, dragonea de ser verdadera olla podrida una de las más sustanciosas y más románticamente truculentas que se hayan visto. Mas también que no acierta a encumbrarse al plano de lo significante, propio del Mundo Nuevo. Su postura es aquí contraria en orientación a la del surrealismo, cosa que nos permite comprenderla como una poesía subRealista, por bajo de la luz de flotación de la Realidad. Mientras el surrealismo mira de abajo para arriba tendiendo al despertar, la segunda se dirige de arriba hacia abajo sumiéndose en las fosas iliacas del sueño. [8] Son pues, más que antípodas, anticéfalas. La ubicación de la poesía de Neruda en la subRealidad se ve clarísimamente confirmada por el hecho de que, desatendiendo sus problemas específicos y para compensar la suma dimensión poética de que carece, se ha subordinado, en abrazo parasitario, a la dimensión política, la cual se halla a su vez subordinada a la Realidad creadora de la Poesía. Sólo lo verdaderamente poético no necesita apoyos para sostenerse en el aire.

La poesía de Neruda es eminentemente sustantiva, he afirmado, e idéntica calidad ostentan los atributos de su persona. Porque si América, según se expuso, representa la coyuntura síntesis en que se articulan universalmente Asia y Europa, la vida de Neruda atestigua con admirable precisión su autenticidad americana mediante el puente que ha tendido hacia los dos antiguos territorios, viviendo en ellos y tomando de ambos importantes elementos poéticos, tanto del tagorismo como del surrealismo sin olvidar el lorquismo. Su mismo seudónimo, conforme se explicó en nota anterior, es proyección verbal de dicho puente traduciendo una concentración simbólica de Europa y de Asia. Ésta su precisa ubicación corresponde con exactitud al esquema americano significado por Walt Whitman cuyos brazos insaciables se abalanzaron a los dos mundos oriental y occidental y cuya influencia se percibe también en la obra del poeta chileno. La sustantividad de éste adquiere su definitivo esplendor con la pasión oscura y elemental pero hondísima que ha despertado en su ser la tragedia de España, pasión conmovedora como los sismos hasta cambiar el curso de su vida poética. Su sensibilidad, redimida en parte de aquel estado de gangrena gaseosa en que por entonces se encontraba, se sitúa así en la estrella formada por la intersección de los poetas mutacionalmente perentorios: Nerval, Walt Whitman, Rubén Darío, el surrealismo, Vallejo... todos los cuales han escrito o actuado proféticamente y sobre España, y con el consorcio de los poetas españoles e hispanoamericanos de valor y signo positivos. [9]

He sustentado que la poesía de Neruda, por más que eche a volar las campanas neumáticas del sueño, se modula en el plano poético de lo no-significante y subRealista por bajo la línea demarcatoria de la Realidad. Y que como consecuencia se ha subordinado a la dimensión política. Nada más revelador, ya que si la persona de Neruda afirma sus plantas en América, su espíritu no reside en el Nuevo Mundo. Vuelta su cabeza hacia abajo como algunos condenados del infierno del Dante, tiene la conciencia supeditada, cosida a las raíces, pretendiendo resolver la dualidad propuesta en la Historia y en su propia vida entre Oriente y Occidente, no por el Mundo Nuevo, por la exaltación de la esfera y de su síntesis mutativa, sino por su dimensión plana y su fórmula transaccional, representada en la actual circunstancia histórica por la estructuración política, entre Europa y Asia, de la URSS. Compruébase al detalle la situación anticéfala: el surrealismo con el pie en el viejo mundo, en virtud de la dimensión poética que le subleva, tiende hacia América, mientras que el subRealismo de Neruda, con los pies en América, señala, según corresponde a su falta de suprema dimensión, hacia el continente antiguo. De aquí que no defienda las doctrinas revolucionarias con argumentos capaces de mover la humana conciencia lúcida, sino que esgrima la oscura gama de sentimientos romanticoides para ganar la simpatía hacia una iglesia política extraterritorial, reclamando una subordinación a lo antípoda en vez de defender la Libertad consustancial a América; un determinado internacionalismo en vez de la Universalidad. Su pensamiento, aferrado al principio de autoridad característico del viejo mundo de la autoridad que en su sentir le confiere su calidad personal de símbolo, es utópico, fuera de lugar, posición típica del subRealismo de Occidente.

(Entiéndase: no hay poeta verdadero que en el actual conflicto no ansíe y esté dispuesto a laborar por el triunfo soviético, puesto que representa un paso adelante en la liberación del hombre así como en el curso de la Historia hacia su expresión suprema. Es además necesario técnicamente para la construcción de nuestro Nuevo Mundo. Mas ello no quiere decir que, para conseguir esa victoria, sea preciso olvidar el problema sustancial de América ni someterlo a las conveniencias de la propaganda de aquel Estado, ya que, mientras tal suceda, América se encontrará fuera de sí misma, hundida en la subRealidad, esto es, aspirando a la Realidad no directamente como le corresponde, sino reflejamente por medio de un símbolo interpuesto. O sea, en situación onírica. Ni mucho menos quiere decir que para lograr dicha victoria se requiera dejar de resolver los problemas específicamente poéticos imprescindibles para la creación de la ciudad universal o Mundo Nuevo. Difícil es creer, por otra parte, que un grito, mil gritos, puedan contribuir lo más mínimo al triunfo de una causa tan alejada en el espacio y tan segura de sí misma como lo es la de la URSS. Al contrario, la desaforada exasperación vociferante favorece aquí además de a algunas situaciones individuales que con la asistencia de lo cuantitativo se benefician, el crecimiento de la reacción. Sin duda el espíritu de propaganda, típicamente mágico y tarado por sus terribles inherencias de lesa verdad, representa con su supeditación de la calidad a la cantidad, una de las mayores calamidades del siglo.)

Si algo significa en el campo de la fenomenología poética el vasto prestigio continental alcanzado por Neruda, su relativa grandeza y las circunstancias que en su personalidad concurren, puede pensarse a mi juicio rectamente que nos hallamos ante un índice auténtico del subconsciente o alma americana. Lo que querría decir que ésta se encuentra hoy en el nivel del mundo antiguo, esto es, en la situación del adolescente que modelado por la mentalidad anticuada de sus progenitores, no asume todavía su personalidad ni su estatura propias. De un modo definido: tomando como punto de referencia las tesis entusiastas y gloriosas de Rubén Darío así como las de Walt Whitman, América, mecida por los vaivenes de la dialéctica histórica, se encuentra actualmente en situación de antítesis. Tan así es esto que la personalidad de Neruda se nos define como antítesis de la de Rubén Darío en todos los órdenes, de manera que si al uno se lo concibiese, en presencia de la esfera, como algo convexo, al otro habría que comprenderlo como cóncavo. Véase, si no, la siguiente lista que fácilmente podría enriquecerse con otros muchos términos:

Darío                                       Neruda
entusiasmo                              desanimación
exaltación                                abatimiento
esperanza                                desesperación
aurora                                      crepúsculo
luz                                           tinieblas
belleza                                     fealdad
vida                                          muerte
acento en lo noble                     complacencia en lo inmundo
supervisión                               soterramiento
Realismo                                  subRealismo
superpolítica                             subpolítica
Nuevo continente                      antiguo continente
"yo" sublimado                         "yo" degradado
paz                                          guerra
profecía                                    propaganda
etc.                                          etc.

Como corolario: la situación de la poesía de Neruda y del mundo o medio a que corresponde, es una situación subPoética, contraria al alba de oro que el Poeta, a través de Darío, reclamaba para sí y que no es otra que la futura Edad de Oro sobre que tanto insistiera Novalis, impropia de la plenitud del Nuevo Mundo. Más aún, por su patente identidad con lo mortecino, disgregado y corrupto, por su indiscriminación consciente, por su carácter inorgánico y carencia de dimensión específica, la poesía de Neruda, en quien ha hecho presa la descomposición avanzada del siglo, corresponde a la crisis apocalíptica anunciada por Rubén, o, si se prefiere, al complejo histórico que en América se desvencija y sucumbe como proyección de un viejo mundo en ruinas. La presencia obsesiva de la muerte en lo que coincide aunque en grado escatológicamente superlativo con la poesía hispanoamericana en general y por consiguiente con la europea de estos últimos tiempos y de los anteriores, de una muerte venida a menos y apenas pródiga en terrores de pacotilla, confiere indirectamente a su testimonio un patetismo profético que trasciende por sobre su romanticismo grandirretórico, el patetismo miserable de un verdadero fin de mundo. [10] El cual es, negativamente, testimonio de la inminencia del Mundo Nuevo: lugar de cita de todos los poetas.

Si se compulsa su testimonio, para precipitar su sustancia, con el de los demás fenómenos poéticos reseñados, brota de su multiplicidad, sincréticamente, una razón cualitativa: la trascendencia hacia la meta americana de los sucesos españoles. Por otra parte, tomando la afirmación de Darío como tesis y la posición de Neruda como antítesis, el resultado de su confrontación deslumbra por su evidencia. La síntesis en que se reúnen la materialidad del autor de Tres cantos materiales y la espiritualidad cósmica del de Cantos de vida y esperanza supone la creación en América de una cultura nueva y universal basada en la utilización técnica de los valores socialistas, al modo como se han de dominar las máquinas, para alcanzar el esplendor sin restricciones en lo individual y en lo comunal de lo humano, la consecuencia de cuanto los hombres han creado hasta hoy y padecido: de cuanto se ha gestado a través de la complejisima experiencia genérica. Por algo la actividad humana se ejercita, según Rubén, en el vencimiento del tiempo y del espacio. Supone abrir el broche o florón de la universalidad que abarca tanto a Europa como a Asia con la erección de la divina, de la cósmica ciudad del Hombre en la que encuentren cabida todos los hombres. [11] He aquí un resultado al que se llega por unanimidad: por el alma única de la Tierra el cielo o cosmos que llama al postigo de la conciencia a través de los poetas que poseen esa supervisión que va más allá de lo que está sujeto a las leyes del general conocimiento. Por el tumulto del Amor. Dicho con las palabras de otro de los poetas claves:

¡Oh unidad excelsa! ¡Oh, lo que es uno
por todos!
¡Amor contra el espacio y contra el tiempo
! [12]

Pónese así el dedo en la verdadera llaga y en su mecanismo de desenlace. El Mundo Nuevo, entidad poética, figurada intrínsecamente por personas poéticas y requiriendo para establecerse un fundamental conocimiento poético, se dispone a alborear en nuestra vida. La actual situación de América está llamada a ser vencida prontamente. Pronta está a superarse la etapa representada por la poesía subRealista y antimítica de Neruda, en cuyo fértil limo sobresaturado y descompuesto sepulta ya sus raíces el rosal luminoso de la Conciencia. Esto es, traspuesto el actual diluvio de cieno y podredumbre ha de entrar en vigor el concepto inmarcesible de Realidad.

Una vez más parecería desmesurado este fundamental hincapié que se hace aquí en la geografía si no se tuviera presente que el pensamiento está moviéndose en el destino profundo y universal de la Tierra dentro del cual la distribución geográfica juega papel tan señero como en el hombre la configuración corpórea. También la antinomia constituida por la materialidad geográfica y la abstracción metafísica tiene que resolverse si el ser humano ha de izarse desde su individualizado nivel ínfimo hasta la presencia síntesis de la Realidad, allí donde necesidad v libertad se confunden. Esto es, a la conciencia del Cosmos.

He aquí la clave del firmamento americano. La actitud específica del Nuevo Mundo el contenido que justifica su plenaria calidad de continente verdadero ha de ser, por primera vez en la Historia de la humanidad y como consecuencia de esa Historia, un Realismo con mayúscula en cuyo seno se convenzan orgánicamente las antinomias polares. Rubén Darío y el surrealismo entran aquí en conjunción. La Videncia simbolizada por la figura de Brauner y preconizada ante los nuevos poetas hispánicos por Rubén, se convierte en función propia de aquellas individualidades que forman parte del aparato periscópico que la humanidad emerge hacia el reino de la Luz desde sus abismos oscuros. Único nodo de que la Poesía la Creación, dimensión de Realidad, pueda, según pretendían el Romanticismo y Gérard de Nerval, ser vivida.

Evidentemente, éste es el punto donde el surrealismo, pasando de lo particular a lo general, se funde con su objeto. No en balde estaba animado por una levadura mística análoga a la de las individualidades religiosas que, en las mazmorras de un individualismo hecho sistema, anhelaban su unión, a través de las potencias superiores, con Dios o espíritu de universalidad. Realizar esta operación unitiva en las esferas genérica y planetaria creando en diversas etapas pluriseculares la materia y el ámbito precisos para construir la ciudad universal, ha sido el designio constante que ha determinado y determina la progresión histórica del hombre sobre la Tierra. A esta luz revelan su significado y razón de ser los más remotos sueños o mitos, tales como los registrados en el Génesis, y entre todos, por la exactitud de su representación, el sueño de Jacob con su escala mística, que realiza la unión del hombre y de Dios, del individuo y de la universalidad. Una vez más puede comprobarse en este punto cómo la Historia se comporta como un sueño, lo que permite definirla como la realización de los deseos subconscientes de la Humanidad deseos emitidos a través de aquel individuo que, dormido, fuera de sí y de su inmediato mundo, entra en contacto con la realidad genéricocósmica. Corrobórase, por consiguiente, aquí, en el umbral de la síntesis, la sentencia que el Romanticismo pronunció por boca de Novalis: "El mundo se convierte en sueño, el sueño se convierte en mundo."

El llamamiento de Rubén Darío a los poetas hispánicos viene así a confundirse con la propensión que despliega el surrealismo hacia los francos confines donde reina, como un nuevo elemento psíquico, la dimensión poética. Se abre aquí un campo inmenso para la actividad de los hombres que identifican su vida con el florecimiento de esa dimensión. El "caso Brauner" da la tónica de las posibilidades maravillosas con que en adelante la humanidad se encara. Tan pronto como, psicoanalíticamente, gracias a su paulatina comprensión, vayan desapareciendo las represiones que hoy modalizan en forma rudimentaria la vida del espíritu, y en particular las nociones absolutas de "yo", de tiempo y de espacio, la Realidad suprema podrá abrirse paso maravillosamente a través de cada individuo, hacer acto de presencia, siguiendo su línea creadora, en nuestras vidas. La poesía debe ser hecha por todos, a través de todos construida automáticamente la apetecida Ciudad del Ser humano.

Se dijo antes que la Voluntad de la naturaleza creadora se constituía por la suma acoplada de las voluntades objetiva y subjetiva, esto es, por la conexión de la resultante dinámica en que se conciertan polarmente las complejas circunstancias exteriores al sujeto agente (voluntad objetiva) con la resultante transaccional fraguada en el interior de ese mismo sujeto (voluntad subjetiva). La copulación de ambas tensiones con su intercambio de sustancias ocasiona los hechos históricos voluntarios o involuntarios, con su tanto por ciento de frustración de deseos y el de "casualidades" o "azares objetivos" en los que, entrando en imaginaria conjunción los sistemas mediato e inmediato, se filtra como en sueños la naturaleza profunda. Ahora bien, esta operación puede efectuarse, por lo que al aspecto subjetivo se refiere, en los oscuros sótanos de la individualidad, al influjo de pasiones e intereses más o menos rastreros o levantados, o puede tener lugar en la zona elucidada con el conocimiento de la índole, personalidad y alcance de los valores que intervienen en el proceso. En este último caso puede ya decirse que la descarga creadora se efectúa en alguno de los escalones de la conciencia en cuya cúspide, llevada a cabo la desintegración del ojo que percibe y del mecanismo que opera, o sea la desintegración del yo, acaba por hacerse visible la integración de sueño v realidad en la sinfonía dinámica inherente a la Realidad en sí.

Mas para que la operación decisiva que dé lugar al Mundo Nuevo se realice, requiérese técnicamente, siendo como es este Mundo Nuevo esencialmente consciente, que la tensión de la voluntad subjetiva solicitada por el Amor salga en busca del complejo complementario, el cual, cargado de energía vital diferenciada, espera en el exterior la copulación que haga saltar la chispa o corriente creadora. En la práctica es necesario que, bajo la claridad nueva, las voluntades subjetivas de los poetas que lo son a fondo, de aquellos que no buscan poder ni bienes ni honores ni ninguna especie de supervivencias, los místicos de la universalidad que aspiran únicamente a fundirse con ella, se pongan en movimiento. Con este fin, predicando con el ejemplo, con un ejemplo todavía rudimentario, pero ya preciso, tocó Rubén Darío la trompeta de su juicio final. A los poetas incumbe inundir aquella libre claridad que ponga en evidencia los valores universales de manera que, establecida una conciencia genéricocósmica, las actividades eficientes se deslicen por las laderas del automatismo creador que nos convierten a la construcción de la Ciudad Humana. El llamado de Rubén a los poetas hispánicos se completa, esclarece y. perfecciona merced al tácito requerimiento que a través del surrealismo hace la Poesía a sus elegidos en Occidente. Con una puntualización específica y sumamente reveladora. Porque siendo como es tanto heredero del Romanticismo como de la. Revolución francesa, las promesas que hoy enciende el surrealismo son las mismas que irisó ante los ojos humanos aquel intensísino instante de enajenación y ruptura, aquel orgasmo violento que sacudió física y psíquicamente al mundo occidental en las postrimerías del siglo XVIII. En tan vivísimo entonces, concibióse en la Tierra la plenitud que engloba unívocamente la revolución material ofrecida por el fenómeno objetivo francés y la revolución espiritual significada por el fenómeno subjetivo alemán. [13] La suprema esperanza de mutación psíquica, de deificación o universalización sustantiva del hombre con su ascesis a la Videncia ver y ser visto, intuida por el Romanticismo al tiempo que realizaba su exaltación de la Poesía, se asocia a la decisión de gestar un cuerpo social nuevo donde los derechos humanos, tanto los del individuo cono los de la especie, lo mismo los materiales que los espirituales, sean no sólo salvaguardados sino multiplicados entre sí, mediante una fórmula dinámica que equilibre en transacción justa el presente y el futuro. Bajo esta estrella doble, esclarecedora de su destino, nació a la libertad del Universo América. He aquí por qué el surrealismo, portador inconsciente del mensaje europeo, se acerca a este Nuevo Mundo en el actual momento crítico allegándole los medios para comprender realmente incluso los fenómenos poéticos de última hora como es el caracterizado por la persona de Pablo Neruda. La transformación humana en su íntegro esplendor, individual y social, viene a reconocer y a abogar por lo suyo. Porque así como la. Unión Soviética representa la proyección histórica del solo término racional y materialista de aquel potencial revolucionario franco-alemán, según, la subversión operada totalitariamente en él por Hegel, cuyo racionalismo avasalló a la poesía, y continuada dialecticamente por Marx respondiendo a las necesidades inmediatas de una porción limitada del planeta y a las mediatas y generales de éste, América, considerada no en su estado presente sino en la plenitud de su destino, potencializa el desarrollo de aquel preludio formidable en su doble designio material y espiritual, sirviendo de síntesis a los dos fenómenos históricos representados por la Revolución occidental francoalemana y su antítesis necesaria, la revolución soviética. [14] El último periodo de Occidente en su tendencia a la universalidad, iniciado en 1789, lanza al estallar su mundo un fogonazo de alumbramiento. Así se explica que André Breton polarizara en torno del surrealismo aquellos brotes proféticos semejantes a los que rodearon antaño a la Revolución francesa; que él mismo se muestre sensible a cuanto atañe a dicha Revolución; [15] y que cuando oscuramente se trató en su cacumen de formular una profecía se eligiera automáticamente la fecha de 1939, esto es, aquella que suma 150 años sobre la de la toma de la Bastilla, fecha que coincidió con el sacrificio de la República española, con la guerra de Alemania y con el desplome de Occidente, como debe coincidir, sin duda, con alguna fecha suya personal.

Importantes y muchas son las consecuencias teóricoprácticas que parecen deducirse del conjunto de ideas a que el análisis del surrealismo nos ha conducido. Sueño y realidad en los planos universal y particular, nos han ilustrado acerca del modo como verifican sus intricaciones. Por sobre su floresta enmarañada sobresalen los mitos antiguos con su poder de orientación, especies de paradigmas gigantes necesarios para organizar y revelar el sentido de las gestas creadoras. A este propósito vale destacar antes de dar por conclusas estas páginas que muchas cosas en la actualidad se conjuran para dar vigencia no a un nuevo mito, estrictamente hablando, sino a la Conciencia poética de la Realidad, literalmente cosmogónica y de distinto género a lo conocido hasta el presente, pues que se perfila más allá de la mente mágico-religiosa, en el recinto lúcido y neo-dimensional donde mito y antimito sueño y realidad se integran. De ella depende la creación del Nuevo Mundo por superación y transfiguración del antiguo. Quiere decirse que el teorema enunciado por Novalis y Nerval es demostrado, verificado y puesto en vigor, en lo colectivo, o aun mejor, en lo universal o supra-colectivo, por la Historia. Por otra parte, la voluntad de intervención mítica que, en su deseo de empuñar las palancas del automatismo creador, manifiesta cada vez más imperiosamente el surrealismo, si está, como las pretensiones de Simón Mago, predestinada a fracasar, constituye un testimonio indirecto pero preciso de la necesidad y, por tanto, de la inminencia de esa Realidad poética universal a que, sin advertirlo, dicho movimiento se amolda y subordina. Cree saber quien esto escribe que, como proyección significativa de los sucesos históricos contemporáneos, de los a acontecidos y de los a punto de acontecer, ese supermito o sistema poético de creación del Mundo Nuevo ha empezado a devanar su maravilloso ovillo.

Vivimos bajo el filo ensangrentado que traza las grandes cesuras creadoras, que divide las eras y los periodos, las muertes y los nacimientos. Viejo Mundo ayer hacia una parte; Nuevo Mundo mañana hacia la otra... Sin embargo, el hecho de que haya sido hacedero analizar objetivamente, desde arriba, un fenómeno psico-histórico como lo es el surrealismo, el hecho de que, como en la figura de Brauner, su ver haya podido ser visto y su conocer conocido, ¿no demuestra auténticamente, mejor que cualquier otro género de consideraciones, que aquí en América tenemos ya hoy día siquiera un pie en el mundo poético de la Realidad?

México, enero-marzo de 1944



[1] Ver Hacia una definición de América en "Cuadernos Americanos", vol. VI. N° 6, noviembrediciembre de 1942, v Rendición de espíritu. En esta última obra se registran varios ejemplos de sueños milenarios que vienen en América a confundirse con la realidad. En términos generales puede sustentarse que el subjetivo de Occidente, a partir de la escena proverbial del Paraíso. constituye un sueño inmenso llamado a ponerse metafóricamente por obra.

[2] Parece difícil no retener hasta prueba en contrario la hipótesis de que el pseudónimo de Isidore Ducasse proviene: en cuanto "Conde", del Duque proposicional de su apellido; y en cuanto Lautréamont, como proyección apenas disfrazada y eufonizada de "Lautre amont",  la otra vertiente" emparentada con "Lautre monde" que parece conciliar para él una especie de sombrío ultratumba con el mundo americano en que había nacido.

[3] Este fenómeno reproduce en escala diferente el ocurrido en la escena política: la Revolución francesa fue precedida y en algún modo estimulada por la independencia norteamericana. Recuérdese que la llave de la Bastilla se envió a Washington, después de su toma. "porque gracias a América se habían abierto sus puertas". En cambio, la independencia de las colonias españolas procede inmediatamente de la Revolución francesa.

[4] Existen en la obra de Vicente Huidobro, poeta que en ocasiones no anduvo lejos del surrealismo, los mismos presagios de fin de mundo que registramos antes en las actividades poéticas de André Breton. Véase su poema t e+nblor de cielo (Paris, 1932) en el sentido de terremoto, aludiendo a su derrumbe como los sacos de carbón de la exposición surrealista cuya última frase, con la que concluye un obsesivo leimotivo final, dice así: "No oyes clavar el ataúd del cielo" En otro poema de tono apocalíptico, Ecuatorial, del tiempo de la primera guerra (Madrid, 1918), anterior por consiguiente al surrealismo, Huidobro vaticinó en cierto modo los sucesos actuales: "Las ciudades de Europa se apagan una a una"; el fin de Roma: "Ayer vi muerta entre las rosas la amatista de Roma"; y "el fin del Universo", frase última del poema, que parece referirse al fin de nuestra civilización occidental. Coincide en este aspecto con Rubén Darío que, con alusiones al Apocalipsis, vaticinó asimismo el fin del mundo. (Ver Vaticinio de Rubén Darlo, en "Cuadernos Americanos", vol. IV, N9 4, julioAgosto de 1942 y Rendición de Espíritu, vol. II, págs. 263 y sigs)..

[5] La mejor muestra del modo entrañablemente local como actuó en este sector la poesía la dio Federico García Lorca, víctima calificadora del cataclismo español. (Ver Asesinado por el ciclo, en "España Peregrina", N9 6, julio de 1940). Es notable cómo por la línea de Bécquer esta rama de poesía andaluza se entronca con el romanticismo alemán.

[6] Nótese ilustrativamente la curiosa afinidad manifiesta entre Nerval y Neruda en la elección de pseudónimos, refrendada por algunos otras detalles. Mas optando por el apellido de un escritor checo. Neftalí Reves reveló indirectamente otra de sus inclinaciones polares: la India a cuya eufonía responde plenamente dicho apellido y a donde dirigirá sus pasos después.

[7] Para apreciar en su justo valor el significado del fenómeno procede recordar que Hispanoamérica nació a la libertad a su personalidad bajo el signo del Romanticismo y de la  Revolución francesa y que muchos de los problemas de este su primer siglo de vida permanecen sin resolver. Mejor: se acerca la hora en que para saltar de un periodo a otro periodo ha de cerrarse el círculo: de Romanticismo a Romanticismo, de Revolución a Revolución. Entiéndase esta última palabra en sus dos sentidos.

[8] El mismo, cuando se "cansa de ser hombre" y aspira a ser algo más, denuncia al vivo la posición humana a que corresponde:

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra...

(Residencia en la tierra, "Walking around")

[9] Para César Vallejo, véase: Profecía de América, en "Nuestra España", número extraordinario dedicado a su memoria (París 1938), y reproducido como prólogo a su España, aparta de mí este cáliz (México 1940). Para los poetas españoles, véase: Como un solo poeta, en "La Voz de Madrid", (París, 13 de agosto de 1938) y en "España Peregrina", (N° 2, Febrero de 1940); y Nuestra Alba de Oro, en "Cuadernos Americanos (vol. I, N° 1, EneroFebrero de 1942).

[10] He aquí la paladina confesión del poeta mismo que intuía tempranamente su destino:

La soledad me lleva
hacia el fin de la tierra...
…y la muerte del mundo cae sobre mi vida.

(Crepusculario (1919). Poema: "Mi alma es un carroussel vacío en el crepúsculo")

[11] Confirmado el esquema que. a mi juicio. la Historia nos propone en América y que ya otras veces he señalado: Bolívar-Martí-Darío el político, el político-poeta y el poeta, como representantivo de la dinámica americana, la personalidad de Neruda se sitúa entre los dos términos primeros, entre Bolívar y Martí, allí donde la poesía se encuentra subordinada aún, en el camino de la evolución, a la política. Mas difiere de todos, siendo antítesis de su conjunto. Los tres vivieron deslumbrados por el destino de América, cosa que, por lo menos todavía, no reza con Neruda.

[12] César Vallejo, Los heraldos negros: Absoluta. También Vallejo desde la publicación de Trilce (1922) fue motejado de "dadaísta" y "surrealista".

[13] "El aparejamiento de la revolución espiritual de Alemania con la revolución política de Francia engendró el ideal de un crecimiento inconmensurable de fuerza, libertad y dignidad." Wilhelm Dilthey, Hegel y el idealismo. México, Fondo de Cultura Económica, pág. 219.

[14] El Romanticismo por su parte, mejor. el enunciado revolucionario franco-alemán, representa el punto de partida para la traducción a Realidad del sueño religioso bajo cuyo determinante significativo fue conquistada y colonizada América. La letra metafórica de ese sueño creador, materializada en la cultura occidental, debe quebrantarse y desaparecer para que, superadoramente, triunfe su espíritu. Entre una y otro existe la misma oposición dialéctica que entre occidentalismo y universalidad.

De este modo, a través de la revolución antedicha, la personalidad y el destino americanos se encuentran comprendidos en todos sus aspectos.

[15] Algunos episodios de Nadja bastarían por sí solos para acreditar este aserto. Por añadidura, la heroína de L’Amour fou, la esposa de Breton, era conocida con el nombre de "Quatorze Juillet" db. pág. 86). En puridad poética. figurada, cabe pues decir que la hijita en que se encarna el más allá de Breton, identificada según se expuso en la nota 24 con la trascendencia de los sucesos españoles o sea con el Nuevo Mundo, la materialización de su Alba, es hija del Romanticismo y de la Revolución francesa. Broche que cierra todos los círculos significantes con exactitud maravillosa.

Juan Larrea, Del Surrealismo A Macchu-Picchu, Joaquín Mortiz, Mexico, Serie del Volador, Septiembre de 1967.

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