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Casa Central de la Universidad de Chile
Sala Ignacio Domeyko
Avenida Libertador Bernando O´Higgins 1058
7 al 31 de Agosto. Entrada Liberada

Palabras de S.E. el Presidente de la República.
Don Ricardo Lagos Escobar,
en Inaguración de la exposición "50 Años del Canto General de Pablo Neruda"

 

Santiago, 8 Agosto de 2000

El hombre dónde estuvo, se preguntó Neruda hace 50 años. ¿Y hoy dónde estamos? Estamos aquí para celebrar la aparición de una de las obras más importantes de la poesía chilena, ¿y por qué no decirlo?, de la lengua española.

Hace 50 años, como muy bien lo recordaba Juan Agustín Figueroa, Neruda iniciaba su exilio. Fue en ese contexto donde revisó el manuscrito terminado, aquel que redacta en tan peculiares condiciones.

Cuando recibió el Nobel, Neruda recordó aquellos momentos con grandeza, con altura, al hablar del sur de nuestra patria y su parecido con la geografía de Suecia. Dijo Neruda: "Por allí, por aquellas extensiones de mi patria, a donde me condujeron acontecimientos ya olvidados en sí mismos, hay que atravesar, tuve que atravesar Los Andes buscando la frontera de mi país con Argentina". Así habló Neruda, acontecimientos ya olvidados en sí mismos, para referirse a aquellos que con 10 peripecias relata en Confieso que he Vivido, cómo atravesó la Cordillera.

Mira desde lejos esa hora en la cual él era perseguido por sus convicciones, y a partir de ese recorrido por la geografía de Chile dio cuenta de su trayectoria poética tan singular, tan grande, que lo llevó desde el paisaje lluvioso de Temuco hasta la recepción del premio literario más prestigioso de nuestro tiempo.

Se recordaba bien la aparición de Canto General, sus cuatro ediciones en 1950, las dos en México y las dos clandestinas en Chile. De esta manera, por un azar –o fue tal vez intención del poeta, nunca lo sabremos, jugaba con el azar y el destino–, pero de esa manera la gran obra épica de América Latina veía la luz en los extremos del habla castellana del hemisferio, en las dos puntas del continente que Neruda recorrió, a lo largo de la historia y a lo ancho de la geografía, mediante esta epopeya que hoy estamos recordando.

Así se afirma la pertenencia de esta obra a todos los latinoamericanos, de un extremo a otro, del espacio cultural que Neruda, en estas luminosas páginas, quiso destacar y fijar en la memoria de éstas y las siguientes generaciones. El Canto de Neruda es el canto de su generación a las otras que vienen después de él, con esa singular capacidad de la palabra poética para reinventar el mundo y así devolverle su más secreto sentido.

Casi, como dice Fuentes en un libro reciente hoy, "imaginemos el pasado para recordar el futuro". Neruda ha devenido en un poeta de todos, de todos los chilenos, de todos los latinoamericanos, de la poesía universal, y ésta es su obra más amplia y más ambiciosa, la que quiso recoger esta tierra tal como era antes de la llegada de los españoles, y la que era al momento de terminar de escribir su epopeya hace 50 años.

Por cierto, ésta no es la historia convencional, desde luego, puesto que se articula sobre la voz de Neruda y su mirada que une y transfigura. Es historia impura que se hermana con la crónica. No es la historia como la entiende el historiador, es la historia vista a los ojos del poeta, o tal vez es la historia vista a los ojos de esa generación.

Dijo Neruda, "El poeta debe ser parcialmente el cronista de su época. La crónica no debe ser ni quintasenciada, ni refinada, ni cultivista. Debe ser la crónica pedregosa, polvorienta, lluviosa, cotidiana. Debe tener la huella miserable de los días inútiles y las execraciones y lamentaciones del hombre". Eso es el Canto General, que nos habla de la historia, de la tierra, de la gente de América, de todos sus países, de los héroes patrios y también de quienes violaron los derechos del hombre.

Nos habla, como toda historia, de las luces y las sombras. No hay historia sólo de luces, no hay historia sólo de sombras; es la capacidad de ver a través de los ojos del poeta las luces y sombras que iluminan América. Nos habla de la geografía múltiple de todos los rincones de América. Nos habla de los pueblos originarios, de los criollos. Nos habla de nosotros, de nosotros hace 50 años.

Neruda alza las voces de la otra historia, de aquella que está detrás de los textos, de la que intuimos cuando dice por qué hablar de batallas y medallas solamente, si hay otra historia, la historia cotidiana del hombre cuando avanza, esa crónica cotidiana que explica y que da sustento a los grandes hechos y a los nombres que jalonan las historias oficiales. En cierto modo Neruda fue el antecesor de aquellos que hoy escriben historia a partir de la vida real del pueblo, porque en definitiva es ella la que explica la historia que los cronistas hacen con los nombres que hoy recordamos.

El Canto General, y lo recordó Agustín Figueroa, es también y comenzó como el Canto general de Chile. Ahí, en el Canto General de Chile, Neruda entronca con una tradición muy antigua entre nosotros, tan antigua que parte con el primero de los cronistas, cuando Chile se inventa a sí mismo a través de las palabras de los poetas. Es La Araucana, de Alonso de Ercilla. Ercilla dice, describiendo nuestra geografía, cuando llega a Chiloé: "Aquí llegó en un pequeño barco deslastrado Alonso de Ercilla el primero, que con sólo 10 cruzó el desaguadero". El Canal del Chacao está ahí, el desaguadero de Ercilla. Es el mismo Pedro de Oña en El Arauco Domado, o como se recordaba en días pasados, del Padre Lacunza Son las muestras enormes de una creación de Chile mediante el verbo, la palabra.

Chile se hace como todo país de muchas formas, pero encuentra su alma cuando se expresa a través de la poesía. Y en el siglo XX vino Neruda y el Canto General, que es hoy recitado por escolares de todas las latitudes, que lo musicalizó un Mikis Theodorakis, y que chilenos como Los Jaivas lo han cantado en múltiples ciudades.

La poesía de Neruda, así como la de la Mistral, es tal vez nuestro primer producto de exportación no tradicional en este mundo en que parece a ratos que sólo la economía sirve. Es la primera imagen de Chile que ganó ciudadanía internacional. Han llegado después otras. Chile fue conocido por sus poetas más que por sus riquezas mineras. Esa es la imagen del país que hoy también tratamos de reconstituir, con todas sus contradicciones, con todas sus verdades, con toda esa realidad a la vez polvorienta y lluviosa, heroica y cobarde, compleja y llena de matices, abierta a las interpretaciones, capaz de hacer surgir a Nerudas y Mistrales en el norte, en el centro, en el sur de Chile. Después de todo, de eso se trata hacer sociedad, cómo hacemos para que Nerudas y Mistrales en este siglo XXI también nos canten al Chile de este siglo.

Neruda fue capaz de restituir la dimensión épica de la historia, con la visión de la política que tenía en aquel momento y que mantuvo con gran consecuencia. Qué difícil es, a partir de la política cotidiana, con sus miserias de cada día, devolver a la historia una visión épica. Eso es el Canto General, escrito entre las esperanzas de la post guerra y el desencadenamiento de la guerra fría. No se entiende el Canto General sin ambos acontecimientos. No se entiende el Canto General sin la forma de involucrarse Neruda en persona en España en el corazón y la Guerra Civil. Claro, escribe en la época de las grandes utopías, de las visiones totales, que querían reordenar radicalmente el mundo.

Hace 50 años Neruda publicó el Canto General. Hace 30 años Neruda era precandidato a la Presidencia de la República. Su vida se funde con buena parte de la historia del siglo, con sus sueños, con sus ilusiones, también con sus atrocidades. Son necesarias todas las historias para que podamos mirar al futuro como un país unido. Son necesarias todas las tradiciones, todas las miradas, todas las voces, pero quizás la más necesaria es la voz del canto y de la poesía, esa voz tenue y poderosa a la vez, que se adentra en el corazón de Chile, en el alma de Chile y la saca a la luz, que nos sitúa ante el siempre revelador espejo de la mirada del poeta. Dice Neruda:

"Patria, mi patria,
vuelvo hacia ti la sangre.
Pero te pido, como a la madre el niño
lleno de llanto,
acoge esta guitarra ciega
y esta frente perdida.

Ahora quiero dormir en tu substancia,
dame tu clara noche de penetrantes cuerdas,
tu noche de navío, tu estatura estrellada.

Patria, mi patria
toda rodeada de agua combatiente
y nieve combativa,
en ti se junta el águila al azufre
y en una antártica mano de armiño y de zafiro
una gota de pura luz humana
brilla encendiendo el enemigo cielo.

Guarda tu luz, oh patria,
mantén tu dura espiga de esperanza
en medio del ciego aire temible.

En tu remota tierra ha caído toda esta luz difícil,
este destino de los hombres
que te hace defender una luz misteriosa
sola, en la inmensidad de la América dormida".

Así describe Neruda lo que es su visión.

Hoy día miramos la historia y el futuro con otras tragedias en la historia, tragedias que Neruda no alcanzó a conocer en toda su profundidad. Hoy hemos avanzado en la mirada global sobre lo que hemos sido. Hoy somos más capaces de reconocernos en una sola patria, con un claro designio de futuro. Hemos aprendido de esa historia, así como hemos aprendido y seguimos aprendiendo de las palabras de nuestros poetas, de nuestros creadores, de nuestros cineastas.

Chile comienza su caminar en este siglo de la mano de los mejores de los suyos. Rinde un homenaje hoy a uno de sus grandes, al poeta austral que amó a esta tierra y la dejó como herencia para toda la humanidad. Al poeta austral que supo en el momento de recibir el Nobel mirar atrás y hablar de aquellos acontecimientos ya olvidados en sí mismos.

A ratos pienso que para el Chile de hoy aquellos acontecimientos ya olvidados en sí mismos, a partir del dolor que nos produjeron, nos pueden permitir mirar con el optimismo de un Neruda que en el Canto General cantó América, pero, por qué no decirlo, cantó a la capacidad infinita del hombre de soñar y crear.

Muchas gracias.